El siguiente trabajo surge desde una multiplicidad de inquietudes, las cuales se plasman en una serie de trabajos plásticos, recurriendo a la técnica del collage; y a su vez en el sustento teórico basado en los estudios decolonialistas y centrados principalmente en lo que es el feminismo. Se busca el cruce de miradas, a partir de lo propuesto por la artista visual Hannah Höch, y su intención de comenzar a revolucionar los estereotipos de belleza femeninos establecidos en la Alemania posterior a la Primera Guerra Mundial. Las mujeres-monstruo que creaba a través de sus trabajos visuales dialogan con el contexto de la autora y la realidad de Alemania y países europeos con el establecimiento de colonias en África.
Tomando estos elementos, se trata de seguir la misma crítica hacia los cánones femeninos, cruzando a través de la técnica del collage revistas que exaltan una belleza occidental, para contrastarla con imágenes de nuestras raíces indígenas y los rasgos de nuestras corporalidades que se nos han arrebatado e invisibilizado como continente.
Hannah Höch nace en Gotha, Alemania en 1889, al cabo de unos años comienza a indagar en lo que son las Artes gráficas, mudándose de esta forma a Berlín para volcarse a un estudio más académico. Es en esta ciudad, profundamente afectada por el término de la Gran Guerra, donde será una de las pocas mujeres que frecuentaba grupos dadaístas, los cuales serán determinantes en su influencia. La pos-guerra y el desarraigo de ciertos grupos artísticos al establishment serán parte del contexto en el cual comenzara a crear Höch.
Una de las técnicas en las que incursionara notablemente hace relación a los collages. El historiador de arte Herta Webscher en su libro Historia del Collage, repasa los inicios de este método, adjudicándole a Pablo Picasso el título de ser el primero de experimentar en materialidades que se yuxtaponen entre sí. Este ejercicio será profundizado en otros movimientos de vanguardias, como en el cubismo, o el futurismo, para luego ser trabajado a fondo por artistas pertenecientes tanto al surrealismo como al DADA. Esta experimentación surge a su vez por la facilidad de los materiales que sustentan la obra, encontrándose revistas, publicidad, fotografías o propaganda.
Webscher define el trabajo de Höch como: “(…) hace muñecas grotescas que engalana con toda clase de baratijas de colorines y también collages femeninos, para los que emplea los más variados objetos domésticos (…)” (p. 113). De esta forma es que Höch indaga en lo femenino, en los constructos planteados de su época histórica y territorial, en su propia relación de su corporalidad “femenina” y cómo esta se enfrenta a ciertos estándares de belleza, todo esto además reforzado por las opresiones propias de pertenecer a un grupo artístico en donde los hombres son preponderantes, teniendo que estar en una constante “validación” intelectual y creativa frente a sus pares.
Estas inquietudes artísticas que desarrolla Höch tienen una cercanía a lo que es feminismo, básicamente en la crítica hacia el modelo patriarcal impuesto a las mujeres, en torno a sus corporalidades y las prácticas asociadas a lo femenino. Pero su biografía también será importante para su obra, ya que su relación turbulenta con el artista dadaísta Raoul Hausman también le hará replantearse ciertas relaciones de opresión hacia su género, como son el matrimonio y la función hogareña o maternal. Esto es explicado con mayor detalle por Ruth Meredit en su texto sobre las obras de Höch:
Para apoyarse financieramente, Höch trabajó para diversas publicaciones femeninas. Sus collages utilizaban imágenes de los medios de comunicación para crear comentarios irónicos sobre las expectativas de la Nueva Mujer, a menudo contradictorias, y los papeles que desempeñaban. Höch vivió muchas de estas dificultades a causa de las tempestuosas relaciones que durante siete años mantuvo con su compañero dadaísta Raoul Hausman. Aunque él se negó a divorciarse de su esposa, quería sin embargo tener un hijo con ella (…)(p. 2)
Los estereotipos de belleza que combate Höch a través del desarme y recorte en el collage es una batalla dura de dar, ya que estos vienen arrastrándose desde el Renacimiento y perduran hasta el día de hoy.
Desde Da Vinci, Goya, Ingres, Matisse, Gauguin, Picasso, Warhol, han usado el cuerpo de la mujer dándole el aspecto que más deseen. Las partes del cuerpo femenino como la mujer en su totalidad ha sido parte principal de sus trabajos, esta dependió del universo masculino para justificar su existencia. Los artistas en sus pensamientos masculinos buscan representar a su objeto de deseo, el cual generalmente es la mujer, con características distintas para cada artista (…) (11)
Tal como menciona Tatiana Sardá en su texto Mujer-Artista, Objeto-Sujeto. La problemática de la representación femenina, la visión del hombre-artista hacia la mujer, lleva una connotación distinta a la de simplemente representar un cuerpo. Esta mirada puede ir desde el deseo, el erotismo o la necesidad de mostrar pureza y un cuerpo inmaculado. “Objeto de contemplación, mujer pasiva y eterna musa, el modelo de mujer creado por los artistas en el Renacimiento (alejadas de la mujer real, imperfecta y humana) (…)” (p. 10).
Frente a esto es que Höch se revela, no sólo como mujer-artista que desafía la objetivación de musa a la que el hombre-artista territorializa a la mujer, sino en la producción de imaginarios y discursos de autoproducción que se alejan de aquellas imágenes de mujer pura-abnegada o sensual-seductora que tanto acomodarían a las sociedades patriarcales. Mujeres monstruos, el realce y exageración de lo imperfecto, la denuncia de la realidad del cuerpo femenino, como cuerpo humano, es un elemento importante en el arte de Höch.
En la extensa producción artística de Höch no solo se encuentran sus críticas hacia la imagen occidental femenina, sino que va más allá, se plantea desde la materialidad la incorporación de otras corporalidades en su trabajo, producto de la campaña colonizadora europea hacia territorios como África o Asia. En sus obras, mezcla con su propia técnica del collage rasgos de mujeres africanas con los de mujeres europeas, tensionando de esta manera a la aceptada belleza blanca y a la denostada belleza negra.
Este collage presenta un retrato de una mujer negra que es irrumpido con la boca de una mujer blanca, proponiendo así un cruce entre ambas bellezas, la mirada lejana y de rasgos firmes, junto con la incorporación de unos labios carmines y finos. Es precisamente en esta incursión entre lo que son las bellezas aceptadas coloniales y las que no, es donde se centrará este trabajo práctico y teórico, transportando la discusión hacia lo que es la colonización de América, todo esto sustentado en una serie de trabajos visuales que se basan en los collages hechos por Hannah Höch.
LA ONA
agachadita pegada
a la tierra
escuchaba los cascos
La pisotearon
Conjuro La maldición
-Se fue a morir en el río
-Tendida en su barca se dejó
llevar herida
Carmen Berenguer. A Media Asta (1988)
Con la invasión europea al continente americano y la posterior colonización hacia lo largo y ancho del territorio, se inauguraron en el continente formas de opresión y negación que no sólo consistirían en la muerte, encarcelamiento y esclavización de los cuerpos que lo habitan, sino que llevarían consigo una construcción de la subjetividad latinoamericana a partir de la negación de lo que era propio y anterior a lo europeo: formas de socialización, idearios y creencias paganas, ritos y conductas que contravenían el ideal racional-cristiano y mercantil de la civilización europea. Esto afectó, en particular a los cuerpos femeninos, y se les impuso una feminidad que debía alejarse lo más posible de lo indígena y lo “natural” como lo salvaje-no humano.
Se le negó la importancia de su pelo negro y ancho, los pómulos abultados, los cuerpos anchos, la tez morena. Todo lo que hiciera notar la falta de pertenencia a la sociedad europea, fue interiorizado por estos cuerpos como vergüenza, comenzando un proceso de autoflagelación estética que redujo las posibilidades de belleza a un cuerpo esbelto, a la tez y dientes blancos, al pelo delgado; e impuso sobre las vidas de las mujeres un largo camino de fracasos para intentar alcanzar ese ideal, fracasos porque la raíz no desaparece, porque el trabajo bajo el sol, el embarazo, la vejez, recordaban al mundo que la mujer americana no es la europea, y su existencia estará eternamente condenada a la vergüenza, a su cuerpo como negación.
“La consideración de las mujeres como objetos de explotación o subordinación, más que agentes activos conscientes de sí mismas y de su entorno, hace del feminismo una misión civilizadora que se pone en marcha sin preguntar a las mujeres afectadas.” (p. 40)
Las críticas de un feminismo anticolonial vienen a cuestionar ciertos supuestos que, desde luchas de resistencias en un continente dado, reproducen formas de subjetivación que vienen a ser coloniales en un continente subordinado culturalmente. Las luchas por el derecho a trabajo femenino vienen a ser una bofetada en la cara en un continente donde la mujer ha tenido que trabajar desde siempre para poder mantenerse a ella y su familia, donde la ausencia del hombre es un rasgo característico.
El feminismo de la igualdad, de alcanzar la posición de sujetos de derechos al igual que el hombre burgués, totaliza una imagen de mujer que se resquebraja por todas partes cuando se impone sobre cuerpos que fueron antes categorizados como salvajes más que como femeninos, que han sido desplazados a estereotipos sociales como la “cara de nana”, en un continente en donde además los derechos han tenido que ser conquistados a pesar de los genocidios étnicos y dictaduras que han azotado América.
Tal como hace Hannah Höch en su trabajo visual, en donde se mezcla la crítica decolonial y feminista, esta serie de collages presentados se transmutan a un Chile del siglo XXI, que a pesar de tener diferencias contextuales entre el país de la artista alemana y este territorio, hay una serie de opresiones raciales, étnicas y de clase que siguen azotando a las mujeres hasta el día de hoy.
Para estos collages se utilizaron recortes de revistas antiguas, específicamente la revista EVA, que se mantuvo activa entre los años 1942 y 1974, destinada a un público “femenino”, donde en la mayoría de sus publicaciones y publicidades reforzaban estereotipos propios de una mujer blanca, casada y abnegada a la maternidad, realizando una exaltación en sus páginas hacia estos conceptos, otro recurso que se encuentra mucho en este magazine, son los constantes anuncios de belleza para hacer un símil a la moda europea que marcaba tendencia en la época y la importancia del maquillaje, del peinado y el vestuario para convertirse en una mujer “elegante”.
Estas publicidades son irrumpidas por una serie de cuerpos en blanco y negro, que juegan y crean en formato collage, un híbrido de mujer, tal como lo hace Höch, donde se recortaron fotos de indígenas de diversas zonas de América; desde mujeres Selk’nam, Yaganes, Yanomamis y Sioux, transformándolas en seres que cargan el peso colonialista de los anuncios de esta revista EVA, que a través de la ironía de sus frases crean una tensión y una contradicción en lo que son sus rasgos morenos, con la violencia de la publicidad llena de bellezas estáticas e idealizadas, ajenas a las mujeres indígenas o a las mestizas que también cargan con rasgos propios de sus ancestras.
En este primera obra titulada “Producto” nos encontramos en el lado derecho de la obra con patrones de ropa, teniendo como figura principal un ente femenino construido a partir de retazos de mujeres, constituido con un rostro indígena, interrumpido por un vestido largo con guantes perteneciente a publicidad de moda europea, todo esto siendo atravesado por una frase: “UN NUEVO PRODUCTO DE BELLEZA”.
En ambas piezas, se puede hallar la clara presión social que hay en torno al cabello y la necesidad en estos ideales de belleza de hacerlos dóciles y perfectos. Esto es tensionado en el primer ejemplo con la irrupción de la mitad de la cara de una mujer selk´nam, donde además su ropa trata de encajar con lo ocupado por la modelo. En la segunda imagen encontramos a una indígena de la tribu Yanomami perteneciente al Amazonas brasileño, donde ella sostiene su cabellera, imagen que juega con la publicidad de un acondicionador.
La Venus de Botticelli, cuadro icono del renacimiento que marcará un antes y un después en los cánones de belleza occidentales es sustituido por la imagen de una mujer indígena perteneciente a la tribu de los Yaganes, que surge del mar, tal como el fresco original pero con una reformulación acerca del ideal que marca el cuadro, presentando de esta forma una serie de rasgos que renegamos.
Por Amanda Sotelo Silva
Bibliografía:
- Berenger, Carmen. Naciste pintada. 1988
- Mc Phail, Elsie. Mujeres (ad) miradas y mujeres que miran. 2008
- Meredith, Ruth. Los collages de Hannah Höch. 2007
- Sardá, Tatiana. Mujer-Artista, Objeto-Sujeto. La problemática de la representación femenina. 2006.
- Suarez, Liliana. Hernandez, Rosalva. Descolonizando el Feminismo: Teorías y Prácticas desde los Márgenes.
- Wescher, Herta. La Historia del Collage: del cubismo a la actualidad. 1975.