doce
como perros nuevos
caminando por las calles sucias
ladrando sinsentidos infantiles
revoloteando como pájaros heridos
aleteando en el paradero
matando la espera con risas
hasta que la espigada figura se acerca
y nos enrostra
el brillo apagado del metal pobre
el filo de la muerte
la paralización de los sentidos
miradas nerviosas y la entrega del pedido
lloramos por la inmaterialidad que nos han robado.
quince
y el camino es más espero y rutinario
la tarde fría de otoño me escarcha los sentidos
sordo por el clima, sordo por la melodía
que rompe mi silencio y mi soledad en un viaje diario
esquina y punto ciego.
tres cuerpos, grandes y desproporcionados
como carceleros de castillo
como bestias de mazmorra
me empequeñezco y entiendo, que soy la víctima que buscan
entumecidas las piernas por el miedo, y el recuerdo
se presenta en la memoria, el brillo del cuchillo
se me pasea por la cabeza, amenazante
golpear y correr
sin pensar
en la bala que pudo haber sido
en que no soy tan rápido ni fuerte
siento las garras en el hombro
gritos ahogados de ayuda
ante la mirada impávida de una vieja que barre
ángel de la guarda, dulce compañía
se hace presente en forma de carrocería
alados guardianes descienden en mi defensa
yo no veo rostros, veo aureolas
que en su celestial carruaje me depositan en el hogar.
diez y siete
la valentía de la edad o la necia ilusión
de ser algo más
caminata corta y rápida
habitual
escolar y distraída
llaves audífonos y partir
sin preocuparse de la vida humana
de los males del mundo
del peso de la existencia
ensimismado a causa de nada
veo una figura en la lejanía
dudo por momentos
la desconfianza y las memorias se presentan
se agolpan
roen mi conciencia
ya es tarde para actuar, el miedo me adormece
tono amistoso y pregunta simple
¿si soy de acá?
el peso en el hombro y la amenaza venenosa
una bala y se acaba
p a r á l i s i s
siento el frío espectral, el metal
en el abdomen, la textura de la muerte
gélido instrumento, que sobrevive
al calor de marzo
entregar, reír, correr
absorto por el pánico
me culpo, a mí y a todos los presentes
sin dios
ni ley
ya no vivo
sin el miedo pegado a la piel
Poema por Óscar Toro Arévalo
Foto por Jano Soto Cossio