Cuento

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Farsa – Por Vsévolod Garshin – Traducción de Tomás Veizaga

Un hermoso día de junio —hermoso porque la temperatura alcanzaba los veintiocho grados Réaumur— hacía calor en todas partes, pero en un sitio del jardín donde había un montón de heno recién cortado estaba aún más caluroso, puesto que el viento se detenía a causa de una plantación muy densa

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Hacer la noche – Por Felipe Reyes

Recógeme cuando me veas en una esquina Ve si aún llevo mi cartera de flores y en el caos que contiene busca mi rosario y pónmelo en el pecho No dejes que repose entre pisadas No permitas que me cubran con diarios. Desolación, Carmen Gloria Berríos   Llego a eso

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Cosmópolis – Por Simón López Trujillo

Íbamos despacio. Había que deslizarse poco a poco y ordenadamente por el pasillo, como una hilera de vacas rumbo al matadero, pues el hecho era el mismo para todos: un viaje de ida. El ritmo, por lo lento y forzoso, terminaba por inundarme de una tremenda desazón. En un momento

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Chepe todas las madrugadas  – Por Diego Meza

Josep ya estaba harto de estar desempleado, de los currículums sin respuesta, de las entrevistas que no terminaban en nada. Era un muchachito de cara prometedora, de unos veintitantos, pero de sangre añeja y un mirar de reojo que a cualquiera incomodaba. Josep esperaba en el cuarto entre cuatro paredes

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El hombre de la avioneta – Por Fernando Canzani

Decidido a esquivar el trabajo, Julio pidió que se le pague por adelantado e infló el precio hasta el límite del abuso. No sabía nada sobre el arte de la meditación, pero publicitar algo así desde la avioneta le parecía una boludez. Tal vez por la costumbre de volar siempre

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Colúmbidas – Por María José Escobar

“Así es como tiene que ser”, le dan a entender. Tiene que ser rechazada de los espacios y no puede desplazarse con libertad por una ciudad que también le pertenece. “Ser repudiada está en nuestra naturaleza”, así dicen, pero decide que no lo quiere. Las patas agrietadas y las garras

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Lo que se ve no se pregunta – Por Óscar Toro

La frente empapada en sudor y las piernas ya temblorosas. El movimiento por el escenario, el canto amargo y los nervios que nunca abandonan, da igual la cantidad de shows que hayas hecho, siempre está ese cosquilleo en el estómago. La energía se estaba acabando y con razón, hora y

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Los hijos del Padre – Por Guillermina Tenenbaum

La reconstrucción del cuerpo para la autopsia final tardó casi el mismo tiempo en que nosotros, los hijos del padre, tardamos en planear la obra cúlmine. Cuando decimos tiempo (tempi, la velocidad del pulso musical, según nos había enseñado nuestra madre) pensamos en ese segundo puntual donde se alteran los

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