Si usted cree que la escritura es un proceso interno a través del cual se exorcizan todos los demonios, déjeme decirle que está equivocado. Si bien una buena pieza literaria posee honestidad brutal, hoy usted aprenderá a simular cómo escribir desde lo más profundo de su alma. En primer lugar, debe iniciar con una pretenciosa descripción del contexto que habita, hable de las hojas que lentamente se inmolan contra el suelo, de las calles pavimentadas por el sufrimiento de las prostitutas, del ruido de los autos que agotan su paciencia, o simplemente del cielo[1]. Acto seguido, deberá hacer foco en un personaje en particular, podría ser un ciruja, un limpiavidrios o un vendedor de panchos. Pensándolo mejor, hable de una mujer que no lo ama, eso sin dudas siempre seduce al lector.

Aquí se inicia una etapa que yo llamo la explicités innecesaria, en la cual se podrá dar el lujo de hablar de sus curvas, de la sutileza de los lunares en su piel o de sus senos. Tenga cuidado, nunca hable de sus pensamientos, será mejor si no la describe como un ser pensante, esto lo ayudará a resaltarse intelectualmente. Para garantizar el éxito de esta etapa algunos expertos de la Universidad de Michigan recomiendan acudir a un recurso infalible, la imagen de la musa. Aquella musa delicada, reposando desnuda sobre su lecho, enfocando su mirada en usted, el poeta incomprendido por el resto del mundo, el artista poseedor de una sensibilidad que emocionará hasta al peor ser humano. Pero recuerde, por más enamorado que se sienta, bajo ninguna circunstancia le dé lugar para que desarrolle su vuelo artístico. Ella no posee la capacidad de escribir, eso es una labor que solo nos sienta bien a nosotros, ella es simplemente un artefacto para que usted traduzca todo su conocimiento en gramática.

Finalmente, ha llegado la hora de explicar por qué usted ya no es poseedor de su amor. Para adentrarse a esta instancia, lo más recomendable es desconocer su responsabilidad sobre el asunto. No importa si era alcohólico, pendenciero o estaba atado a conflictos edípicos sin resolver. Será más fructífero si la culpa la tiene ella, escriba sobre su mal aliento por las mañanas, sus desórdenes mentales o su adicción a estar con otros hombres. Hágala sentir un trapo sucio, una arpía desalmada, una ninfómana carente de todo talento que tan sólo existe para hacerlo sufrir. Ahora bien, usted se preguntará ¿Acaso el poeta está condenado a la soledad? Tranquilo campeón, las mujeres vendrán en estampida luego de leer sus escritos, será como pescar en una pecera.

Espero que este pequeño instructivo le haya servido para saber cómo ser un poeta sumamente sensible, pero varonil, muy varonil, extremadamente varonil.

Por Manuel Gallardo

[1] También puede hablar del mar.