Más allá de las apariencias “neorrealistas” ¿no parece tener el cine de Rossellini un claro sentido cristiano, incluso más profundo que los trabajos de Alfred Hitchcock y Robert Bresson?
La perspectiva de todos aquellos quienes quieren limitar el genio de Rossellini a su “Roma, ciudad abierta” (1945) y a “Paisà” (1946) se basa en un malentendido, porque tan tempranamente como en “Roma, ciudad abierta” Rossellini expresaba una visión católica de la condición humana. “La presencia del cura en el filme”, escribe acertadamente Henri Agel, “no es sólo valiosa por su precisión cultural (casi siempre hay algún cura en las películas italianas), “articula el drama espiritualmente hablando” (1). En “Roma, ciudad abierta” Rossellini confirma, a través de la boca del oficial alemán que juega cartas, que sin importar lo implacable del odio, de la malicia y de la crueldad del hombre, “siempre gana el mismo”, es decir, el hombre crucificado con quien los partisanos se identifican mientras son torturados hasta la muerte sin nunca haber traicionado. “Correctamente en el camino correcto y que, luchando por la justicia, caminó por los caminos del salvador, que son infinitos” dice Rossellini. En este sentido, “Roma, ciudad abierta” es un filme sobre la resistencia tanto como “La pasión de Juana de arco” es un filme sobre la caza de brujas.
Paisà: no participar de la inmundicia de los otros.
Henri Agel está sin dudas en lo correcto cuando dice que las imágenes finales en “Paisà” “lloran los horrores de un mundo donde el mal ha sido liberado” y que estas tienen “una grandeza apocalíptica”, pero Rossellini dice que él también quiso expresar “una extraordinaria inocencia, pureza y un no participar de la inmundicia de los otros” eso, en su opinión, es “la cosa milagrosa”:
Usted recordará [señala] que en Paisà —y me disculpo por citarme a mí mismo, pero para mí esta es una línea de diálogo enormemente importante— cuando el negro está por dormir, el niño le dice “si te duermes robaré tus zapatos”. El negro se duerme y el niño le roba sus zapatos. Eso es correcto y normal. Es en este extraordinario juego en donde se encuentran los límites de la moralidad.
Y también es absurdo querer ver un “newsreel” en “Alemania, año cero” (1948). “Este film”, escribe Abbot Ayfre, “sería un fracaso si fuera un documental. Este filme es algo más. Se desenvuelve dentro de otra dimensión y profundidad…” Abbot Ayfre está en lo correcto cuando interpreta “Alemania, año cero” como:
El testimonio de un mundo en donde el inmenso amor de dios no puede encontrar ningún camino por entre la sangrienta y triste obra de las pasiones humanas, excepto en la forma de una figura arrodillándose sobre un niño muerto […] Es fantásticamente original haber hecho de este niño no un símbolo -el mundo está muy vacío- sino un signo, casi un sacramento de una humanidad que, más allá del progreso, pareciera verse constantemente obligada a regresar a cero y a preguntarse a sí misma las mismas preguntas sobre su sentido. (2)
Stromboli: Un reino de cuerpos y espíritus
Con respecto a “Stromboli”, permítanme citar un importante texto de Maurice Schérer que sirve tanto para este filme como para “Francisco, juglar de Dios” y para “Europa ‘51”
Así como sólo somos sensibles a la belleza del arte gótico a través del sentimiento religioso, probando así la genialidad de la idea que lo inspiró, las últimas películas de Rossellini nos permiten vislumbrar finalmente los límites del afable ateísmo al cual el cine contemporáneo generalmente le debe sus obras más admiradas […] Como la religión a la que se refiere, el genio de Rossellini está en ser capaz de descubrir una unión tan directa -y, al mismo tiempo, una distancia tan infinita- entre el reino de los cuerpos (su materia) y el espíritu (su objeto). De modo que los efectos más probados de un arte ya antiguo ¡los cuales usa con tal nivel de autoridad y refinamiento! ganan una dignidad de una gran, novedosa, rica y profunda importancia. (3)
Y, sin embargo, las películas de Roberto Rossellini se proyectan con mucha menos frecuencia en Francia que las de Vittorio De Sica, incluso en cineclubes de convicción católica.
Por Jean-Marie Straub
1955
Traducción de Maximiliano Méndez
Traducido desde el inglés a partir de la edición publicada en el libro “Writings” (2016)
Texto publicado originalmente en francés en Radio Cinema Television: Hebdomadaire catholique des auditeurs et des spectateurs (Paris), No. 265, febrero, 1955.