Supervivientes
Cae la noche en una escena inusual de público
regocijo. Una cabeza más alta que la multitud,
montado en la nuca de mi padre, puedo ver los jets
d’eau que el cuerpo de bomberos bombea a través del lago,
efervescentemente eyectados, iluminados.
Espectáculos de color rosa hechos gotas de agua
Salen rápido a flote, alzándose en lo oscuro
mientras que la brisa terrestre sopla y sopla. Arriba
reflectores no ven más que la intemperie y a sí mismos
(una claridad más polvorienta es donde veo esas luces
tambaleándose para siempre y todo el camino a casa
y escucho el motor retumbando continuamente) porque
es el fin de la guerra, estos son supervivientes
por el largo oleaje de los mares de Australasia
un diminuendo de campanas, armas y rezos y
toda esta gente pasándolo tan bien.
Un viento frío cruza por el parque, la multitud
Se dispersa hacia el mañana. Súbete y mira.
Un momento del día
Un precio bajo por entrada. Solo creyentes.
Quienes presentan sus boletos donde el
portón de una granja suelta sus cadenas
y marcharán hacia el prado apenas verdeado.
De la perlada luz de la tarde
el biplano verde-estiércol descendió
y volverá más tarde, y más tarde, tan tarde
como ahora. Todos nacemos
de nubes otra vez, en un saco
de lino abrochado al fuselaje de la edad,
oliendo el aceite de ricino chamuscado
con el que nueve cilindros giratorios
agobian olfatos campesinos, narcóticos
paseos, estos acróbatas con casco
más hediondos que heno,
arneses, meado de caballo, vellones, fosfatos y leche
debajo de las uñas. Tironeo a
mi padre de la mano ¿Podría el niño
vender los boletos? Un casco sonríe
asintiendo, por favor sí déjame,
mi padre lo piensa, yo
tiro y no suelto. Tampoco el alma
del mundo, sea lo que sea eso, suelta
la carga, el desnudo azul
de montañas y cosas transportadas al momento del día
por ese cielo empinado ahondándose desde el nivel
del mar hacia el oeste de nuevo,
este prado, el peso de todo, esta gente
esperando a ser salvada, sin quienes no
habría espectáculo, se quedan siempre en su sitio.
Una mano bajo cada brazo me sostiene, me levantan
y me meten adentro de una cabina
abierta Contact! Gnome-LeRhône
retumba nueve veces, los calzos son removidos, mi pasamontaña
teje sudor viejo y aceite rancio, donde estaba el mañana
ahora me encierra.
Continuum
La luna rueda sobre el techo y cae detrás de
mi casa, y la luna no hace ninguna de estas cosas,
estoy hablando de mí.
No es posible conciliar el sueño o
el sujeto o el planeta, ni pensar pensamientos.
Mejor salir descalzo por la puerta
delantera y asomarse desde la terraza cruzando los ligustros
y las palmeras hacia la creación descolorida,
un lugar oscuro con dos particulares
brillantes nubes empolvadas (no sé) por la luna, una es mía
la otra es de un adversario, que podría depender
del viento, o algo así.
Un largo momento se estira, el siguiente no
llega a tiempo. No inesperadamente el frío
del entablado bajo el pie sube
a la garganta, por su parte, el cielo nocturno
bota la mayoría de su contenido. Me giro con el talón
desnudo, cierro la puerta detrás
del autor, demiurgo inhibido, que recoge
su basura y sus instrumentos y me lleva de vuelta
a la cama, con paso ligero.
Por Allen Curnow
Traducción de Martín Núñez Díaz
De Continuum (1988)
Foto de Gunnar Smoliansky