Hace muchos años escribo sobre libros ajenos. Con el correr del tiempo he acumulado varias decenas de comentarios, muchas veces oficiando de presentador cuando los textos editados recién empiezan a circular. He sido entonces uno de sus primeros lectores, aparte del editor y los cercanos al autor. Leer un texto que está en esa especie de limbo previo a la publicación, no deja de ser una situación extraña pero interesante. Hace posible una lectura absolutamente concentrada en el texto, sus materiales, sus procedimientos, su trabajo con la forma, sus relaciones contextuales.

Solo escribo sobre libros que me interesan. Creo que fue T. S. Eliot quien escribió que criticar mal un libro demuestra debilidad de carácter. 

Creo que se lee y se escribe sobre los libros ajenos para ayudar a que sean leídos. No para inventarse un lugar de árbitro o de juez. No para obstruir lecturas. El encuentro de un libro y un lector ya es bastante improbable en nuestros tiempos como para remar en contra. Se escribe sobre lo ajeno para propiciar ese encuentro. Como un gesto de generosidad, no de egotismo.

Desde luego, el personaje del crítico como figura de autoridad parece decimonónico en la época de la web y las redes sociales. La pretensión de establecer un único canon, francamente ridícula. Cada lector es ahora, en gran medida, su propio crítico. La literatura, una especie de archipiélago cuyas islas son habitadas por lectores que navegan libremente entre una y otra.

He escrito sobre libros de autores que admiro, sobre todo poetas pero no solamente. Escrituras que han influído en la mía, que han planteado problemas y abierto preguntas que alimentaron o alimentan mi propia evolución literaria. El mismo Eliot en Criticar al crítico: “Esa parte de mi crítica, dedicada a escritores con los que tengo alguna deuda y que puedo elogiar sin reservas, es de la que estoy más seguro con el paso de los años.”

Como Bolaño, por religión, no releo lo que escribo. Sin embargo, si reviso la serie que articulan en el tiempo mis textos críticos, puedo ver el desarrollo fragmentario de un pensamiento. La insistencia en ciertas ideas y ciertas formas de leer. La intención de construir un pensamiento propio a partir del diálogo con el trabajo de otros escritores. Sus mundos, sus imaginarios. Su forma de reponer la tradición mediante nuevos usos y combinaciones. Su manera de responder al presente.     

Pienso en la crítica, la practico, como un gesto comunitario. En ese sentido, como una política. La literatura es una experiencia improbable para los que no viven dentro o cerca de ella. La escritura sobre los libros ajenos puede ser una invitación, una forma de abrirles la puerta. También la afirmación de una posible comunidad en el oficio. Prestar atención al trabajo del otro es una forma del respeto y la cordialidad. La comunidad invisible de los que sostienen la literatura con su trabajo cotidiano debería construirse sobre esas bases. Cultivar el espíritu del valle, como quería Gonzalo Millán. Escribir, leer ahí.  

La crítica es una forma de la autobiografía, ya lo dijo Piglia. Quien escribe sobre los libros ajenos traza en esos textos su autorretrato. Su propio rostro refractado en el espejo convexo de sus lecturas. El camino que, libro a libro, ha recorrido su mirada.

He leído y escrito sobre mis contemporáneos para intentar comprender la época en que vivo. Es bien conocida la definición de Agamben. Contemporáneo es aquel que tiene la mirada fija en su tiempo, para percibir no la luz sino la oscuridad. Contemporáneo es quien sabe ver en esa oscuridad y se hace capaz de escribir allí. He vivido y escrito en tiempos oscuros. Muchas veces leer y escribir sobre los libros de mis contemporáneos me ha ayudado a comprender. Sus libros me han dado cierta luz. A veces también cierta esperanza.

 

Por Jaime Pinos

Fotografía de Marcia Resnick

 

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Los libros ajenos
Jaime Pinos
Carbón
2024