Unos meses antes de comenzar la pandemia me llegó un libro de un autor que desconocía. El libro contaba en modo de crónica, de diario de viaje, la historia de un hombre que se iba a vivir durante seis meses a una cabaña junto al lago Baikal, en Siberia. Iba
Confiadamente declaro por verdad que miento: y esto, espero, puede ser una excusa para todo lo demás ya que de antemano confieso cuál es mi culpa: que escribo de cosas que no vi ni sufrí, ni he escuchado (…) Que nadie entonces, en ningún caso, les dé crédito alguno. Lucien
Ni el más optimista de los lectores pondría a Michel Houellebecq del lado de los optimistas. Aún más, solo un loco lo haría al enfrentarse a la portada de su último libro, en la que, bajo el título rotundo “Aniquilación”, la oscuridad devora el dorado tradicional de las ediciones de
Si las cosas fuesen como son, novela editada por Ediciones Overol en marzo de este año, comienza con una escena profundamente enigmática: la protagonista, que en las primeras páginas aún mantiene intacta su primera infancia, hace de espectadora delante de una ventana diáfana, lugar donde su padre, una cabeza flotante
Dado que su nombre se encuentra sepultado bajo el tupido entramado de anécdotas que han novelado su vida, algunas bastante confusas, otras contradictorias, y otras que probablemente ni siquiera tengan que ver con ella pero que se aceptaron sin oposición de ningún biógrafo; no encuentro mejor forma de abrirme paso
Responso Lo vi entonces y aunque lo sigo viendo, su triste transparencia, su elegancia, su no ser en el mundo, su distancia, su discreción severa de hombre muerto, me lo hacen invisible como el viento, para siempre extranjero en sus estancias en su siempre jamás hecho de ansias de no
Este pequeño archivo se comenzó a formular por una contemplación pasajera que luego, entre pensamientos y más encuentros, devino en una búsqueda. La serie fotográfica que representa estos intentos de expresar mi mirada fue el primer paso del entramado que luego las palabras trataron de acompañar. Hallé a mi alrededor
yo / que sólo soy un artista / de varietés (J-L. G.) En Historia(s) del cine, Jean-Luc Godard escribió que “la única generación/ que se encontró/ a la vez en la mitad del siglo/ y quizás del cine” era la de la Nouvelle Vague. Con ello tal vez no sólo
Barthes, en sus Fragmentos de un discurso amoroso, habla del “pequeño punto en la nariz”, de aquel momento en que la imagen del ser amado se ve corrompida por algo dicho o hecho. Fogwill, a razón de este libro, decía no entender cómo Barthes se volvió paradigma del amor dado
En un comienzo, yo pensaba que las luces de la sala de cine se apagaban para que pudiéramos ver mejor las imágenes en pantalla. Luego miré un poco más de cerca a la audiencia sentada cómodamente en las butacas y vi que había un motivo mucho más importante: la oscuridad