Alberto cruz “El cuerpo del arquitecto no es de un solo hombre”

Desde el 9 de Septiembre hasta el 5 de noviembre del presente año se expone en el Museo de Artes Visuales (MAVI) la exposición sobre los escritos, reescritos y dibujos del  destacado arquitecto chileno y teórico de la arquitectura Alberto Cruz, a cargo de la curaduría de María Berríos  y Amalia Cross.

Dicha exposición reúne los trabajos de Cruz desarrollados desde 1934 al 2013, dando cuenta del estudio y trabajo desarrollado en conjunto con poetas, escultores, pintores y arquitectos, que a partir de diversas formas de representación y materialidad nos dirige a un estado de observación y reflexión en torno al tiempo que transcurre en más de dos mil cuadernos, en un “lenguaje a la par de palabras y dibujos”.

La exposición es una invitación a la imaginación creadora del arquitecto que nos traslada desde sus dibujos a sus escritos, desde sus cuadernos a sus pizarras, ofreciéndonos una comprensión global de la experimentación y resignificación de la arquitectura  que Cruz tuvo sobre el proceso de creación. Un proceso en el cual el arquitecto plasma sus ideas y anhelos a través del ejercicio del dibujo, que para el propio Alberto figura como “una escritura de la simultaneidad”, siempre conducido por poemas y reflexiones, en el que además de reflejar el mundo que vemos, es posible reflejarnos a nosotros mismos en él y así, en un torrente dialéctico, transformar la realidad a partir de la creación, y la creación a partir de la realidad, en función del tiempo que nos acontece.

Alberto Cruz no solo fue un hombre ligado a la arquitectura, sino que también puso grandes esfuerzos en Amereida, un poema creado colectivamente a través de la travesía, técnica denominada por sus creadores como Phalène. Influidos por el espíritu del surrealismo y el cadáver exquisito, Alberto Cruz y sus amigos (Godofredo Iommi entre otros), partieron desde Valparaíso a Alaska difundiendo y creando Amereida, concebida a la vez como revista, cuyo título es el resultado de la contorsión de las palabras: América “la América regalada, América sin dueño” y Eneida, como el célebre poema épico escrito por Virgilio. La primera travesía realizada en 1965, dejó como evidencia una serie de crónicas, dibujos, anotaciones y cartas de diversos sujetos que iban conociendo en el camino, “yendo a la caza” de poetas desconocidos para plasmarlos en Amereida. Uno de estos ejemplares de Amereida es posible leerlo directamente en la exposición, ya que se encuentran a disposición del espectador.

En una carta, publicada el 3 de diciembre de1984, Godofredo Iommi explica lo que para Alberto Cruz significaba la relación de la arquitectura con la Phalène “Es el acto que da fundamento a la Arquitectura, es aquello que culmina. Culminar, dice Alberto, es lo propio del acontecer. Se suele entender la palabra culminar como lo mejor, una extensión o cúspide. Pero Alberto la entiende como borde, como un no más allá, simplemente. No como escala de valores y tampoco como un límite que una dos cosas diferentes. El más allá del acontecer de una partida, no tiene detrás. Así, entonces, pienso yo, lo que culmina se caracteriza principalmente porque da lugar. El cielo culmina la tierra no porque está siempre arriba –ni cúspide, ni mejor– sino porque en el cielo la tierra ha y tiene cabida. El abrazo culmina porque da cabida a ambos cuerpos. ¿Qué culmina en la Phalène, con tal o cual cálculo según su regla de corrección? El ritmo o cabida misma que como cabida se muestra. En ella culmina la poesía de mundo hecha Obra de “todo el mundo”. Por cierto como Juego u Obra que es, dice, mediante significados pero transmitidos por la aparición del ritmo en el qué y gracias al qué los significados son significados. En este sentido, pudiera decirse, que el acontecer culmina como significado, como latitud donde ha lugar, ha cabida. Por ello, quizás, pueda ser vista la Phalène como culminación de la cabida y, específicamente, de la cabida de una extensión. Extensión sería pues ya un significado.”

En este sentido, la arquitectura de Cruz es una arquitectura del acontecer y la ausencia, es justamente el significado de este acontecer el que erige la obra, el que le da sentido, tanto en Amereida como en su arquitectura. Es por esto que la oportunidad de ver los cuadernos de dibujos y versos de Alberto Cruz es un viaje a su mismísimo significado, a su acontecer, una invitación a crear a través de la expresión más sincera del  lenguaje. Esta sugerente relación entre arquitectura y poesía que Alberto dispone en su quehacer creativo, es fundamental para comprender aquella constelación de sensaciones inscritas en más de 2000 ejemplares. Para concebir sus proyectos Cruz daba rienda suelta a su pluma a través del verso, de esta manera, indagaba en los conceptos que después buscaría plasmar a través del diseño. En el segundo piso de la exposición, existen varios escritorios que permiten al público relacionarse directamente con la obra del arquitecto, sobre uno de ellos descansa un cuadernillo que ejemplifica este proceso creativo, donde Cruz enarbola una reflexión aplicada a la luz, la simbología y la acústica como preludio para la construcción de una iglesia en el fundo Pajaritos.

Estas reflexiones y concepciones del mundo, transcritas en una serie de formas abstractas, colores y tipos de textos de diversos tamaños, aplicando materiales tan sencillos, como lápiz pasta y a color, tinta y papel, permiten distinguir un exquisito imaginario visual e intelectual en torno a los lugares y al tiempo. El tiempo en el lenguaje poético y en el del hombre que no es uno solo, sino que requiere de un otro para caminar, habitar, pensar y escribir. Tal es la sincronía de Alberto Cruz con sus sensaciones internas y externas, junto a la manera en que las dispone en el espacio de los cuadernos, que pareciera ser que el recorrido por los dos pisos que conlleva la exposición dirigen al espectador a una experiencia creativa, profunda y subjetiva de querer con ansias desarrollar el acto poético de la escritura y la representación del dibujo como un retorno a lo primitivo del juego entre el lápiz y el papel, ese acto tan olvidado de representar y dejar transcurrir los albores del tiempo sin presentarlas por medio de una pantalla digital, sino que enriqueciendo el acto fundacional del pensamiento que se plasma por medio de la experimentación sobre el papel.

Por Miguel Gutiérrez y Lú Zurita.