Hablar de amor y relaciones hoy implica un cambio de paradigma; el modelo en el que crecieron nuestros padres se fracturó; casarse, tener hijos, la casa propia. ¿Quién puede decir qué es lo correcto? Ya no hay mandatos. Ahora el para siempre o hasta que la muerte los separe nos parece algo lejano; ya nada dura, todo muta, y nos cuesta porque nos resistimos al cambio. Hay una sensación que nos rodea: la incertidumbre. Ante la caída de los ideales, ¿qué le da sentido a nuestras vidas? ¿En qué elegimos creer? ¿Dónde está el deseo, ese punto de partida?

Muchos se manifiestan no disponibles afectivamente, por miedo o por comodidad. Abrirse a un otro implica salir del espacio seguro, ir a lo desconocido, el reino de la vulnerabilidad. La idea de fracaso paraliza, impide la posibilidad de ir al encuentro, porque estamos heridos, porque ya nos ha pasado. Damos por perdida la batalla antes de empezarla, porque requiere mucho esfuerzo y compromiso, porque lleva tiempo, porque nada es seguro.

En la obra de danza Las Kareninas de Las Favoritas de la Radio, el amor se aborda desde esta fragilidad. Con citas a Fragmentos de un discurso amoroso de Roland Barthes y canciones pop como Aguacero de Bad Bunny, los cuerpos femeninos van manifestando desde el movimiento todo esto que no se dice pero que se siente en en el terreno del amor, partiendo por ese momento preciso del flechazo, del enamoramiento, de la espera y el sufrimiento. Esa sensación de estar encerrado en una jaula (no es casual el diseño cuadrado de la escenografía y los movimientos semejantes al de las aves). La obra hace pensar en lo físico del amor, eso que no podemos controlar a voluntad y se nos escapa: la respiración contenida, el suspiro, la falta de aire. Las cosquillas y los nervios en ebullición. El lenguaje corporal tiene su lectura propia.

Al inicio todo es como estar en las nubes, volando, pendiendo de un hilo, soñando y saltando de felicidad, aferrándose a una idea y atesorando un deseo. A eso se le suma la gracia, la seducción, pavonearse ante la mirada del otro hasta el momento de la caída, el cansancio, la renuncia.

El problema es querer asir, el que quiere incesantemente apropiarse de una manera o de otra del ser amado, pensando que le debe lo que necesita. “Por primera vez tengo verdaderamente miedo” dice la voz. La solución es abandonarse en algún lugar lejos del lenguaje, inerte, sin hacer nada; la retirada. No querer asir, dejar venir del otro lo que viene, dejar pasar del otro lo que se va. No asir nada, no rechazar nada, recibir, no conservar ni apropiarse. Dejar circular el deseo sin decirlo. Me contengo de amarte.

El amor está pasado de moda o simplemente está fuera del tiempo, es tonto, sin embargo, es cierto. Se escenifica el rapto, ese momento inicial que puede ser reconstruido después, el flechazo. Ese momento donde no hago sino reconstruir la escena inicial en la que he sido raptado, reconstruyo una imagen traumática que vivo en el presente pero que conjugo en el pasado. Flechazo, se dice siempre en pasado simple, es a la vez, pasado, reconstruido y simple puntual, un inmediato anterior. ¡Oh trampas del lenguaje! El amor ciego; aquí como en Shakespeare (Sueño de una noche de verano) aparece la representación de Cupido, ese chivo expiatorio que tenemos para explicar este fenómeno tan ridículo e ilógico, lleno de sinsentidos.

La obra se llena de estos pequeños tableux vivant que recuerdan a las doncellas, ninfas y diosas de los cuadros clásicos; ellas, víctimas y cómplices del tal Cupido, se cuentan secretos y se acompañan en este viaje. Los trajes que visten dan la sensación de algo muy volátil, efímero, porque todo se termina y una nueva etapa comienza, ya sea con la misma persona, con otra o con ninguna.

Las canciones de amor acompañan las ultimas escenas donde se enfatiza la idea de la imagen como un elemento que nos hace mal, porque nos excluye (no están hablando de la hegemonía, aunque también cabría pensarlo). Anonadarse por haber sido expulsada de la imagen o por haberse confundido en ella. La falta de un sistema de signos seguros. La búsqueda constante de una señal, para descifrar, adivinar una respuesta, mientras quedo suspendida en la pregunta ¿cuánto valgo?

Se muestran salidas posibles de la crisis amorosa como enmascarar los sentimientos, no decir nada. Pero lo que no digo con el lenguaje lo digo con mi cuerpo. Puedo modelar mi mensaje pero no mi voz. Mi cuerpo es una niña encaprichada, mi lenguaje una muy civilizada.

Al salir se encuentran unas tarjetas listas para rellenar que dicen:

“¿Te has sentido frágil alguna vez? ¿Cuándo?”

“¿Qué significa que algo sea considerado frágil?”

“Escribe tres palabras de cosas o sensaciones negativas que se te vienen a la mente cuando piensas en el enamoramiento o el amor.”

¿Por qué quedarnos en lo negativo?

Es decepcionante pensar que los extremos también existen en el amor, los celos incontrolables, la posesión desmedida, la envidia, la manipulación. Se trata de relaciones de poder, alguien dijo cuando comentamos la película Eros Thanatos de Felipe Eluti. En este film fantástico, un relato coral sobre el deseo y el desequilibrio, todos los personajes viven atrapados en distintos roles de dominación. Esa lucha constante por domar las pasiones, como fieras enjauladas, codependientes. Nada en exceso puede ser bueno, como ese personaje que no hace más que pensar en qué está haciendo su amante, obsesionándose, pasándose películas en la cabeza en vez de ocupar esa energía en algo más positivo, tanto para ella como para la pareja.

Lo destructivo abre paso al desamor y la desesperación, a veces la muerte. ¿Por qué tanta tragedia? ¿Será esta una forma de amar que heredamos del patriarcado, donde vemos al otro como algo a poseer y dominar? ¿Podremos pensar en otras formas de amor posible, más libres y acordes a los tiempos? Si antes el amor era una forma de perpetuar el capital, ¿podemos pensar en otra forma de trascendencia? ¿Y tiene esto sentido sabiendo que tarde o temprano el mundo dejará de existir?

Memes y videos sobre responsabilidad afectiva nos enseñan a comunicarnos mejor, a expresar nuestras emociones, a ser honestos con nosotros mismos y con los demás. Alertas de relaciones tóxicas y tips de autocuidado. ¿Será que podremos pensar el amor lejos de una idea de posesión, sino más bien de asociación? ¿Por qué a nuestra pareja le exigimos más que a nuestros amigos?¿Por qué ponemos estas jerarquías?

Quizás vivimos en una época muy centrada en el yo, llena de egoísmo y encierro, neoliberal; pero el amor es justamente todo lo contrario, ir hacia afuera, darse a un otro y construir desde ahí. Las enfermedades y trastornos, cada vez más comunes, agravan la situación; fármacos que estabilizan pero apagan el sentir; la ansiedad post pandemia nos corroe, la dependencia nos inseguriza. Ya nadie quiere desbordarse, sufrir, arriesgarse a no recibir lo mínimo e indispensable, porque el amor puede ser reciproco pero los marcos tienen que estar claros. “¿Qué necesitas de mí? No puedo darte algo que no tengo.”

 

Construir un proyecto de vida en conjunto es una odisea a la que pocos se aventuran. Italo y Pilar son unos de ellos; con otra dificultad, también trabajan juntos hace más de diez años. Se dedican al teatro y en su obra performance documental Ahora el mundo entero es un acantilado exponen su vida íntima y profesional; la crisis y las preguntas se despliegan sobre la mesa sin pretensión de encontrar una respuesta inmediata. Recuerdos, fotos, videos, canciones y objetos van confluyendo en la puesta en escena que despierta este sentir: ¿Qué es el amor? ¿Cómo podemos sostenerlo en el tiempo? ¿A qué llamamos hogar?

Todo parte con un pie forzado, las condiciones de producción abren las posibilidades de este relato que se plantea como un juego. Hay que hacer un proyecto en coproducción con Perú, la única persona que conocen es Daniel, con quien Pilar tuvo un affaire hace algunos años atrás, una infidelidad que Italo perdonó, quizás porque él también tuvo las suyas. Ahora, no solo deciden llamarlo a colaborar en la creación, sino también a escribir sobre esa experiencia personal. La crisis es el punto de partida para explorar, para buscar pistas dentro de esas cajas de las que habla Pilar en la obra.

Desde el comienzo, Italo dice estar en búsqueda del valor de la verdad pero el concepto se pone en duda. La verdad se propone como un relato en constante elaboración, una ficción, donde lo real se funde con el artificio. La autoficción o esa necesidad de poner en orden nuestras decisiones. La obra misma expone su mecanismo de creación y juega con él. Además de Daniel, invitan a otras tres personas: Lázaro y Luisa de México, Pablo de España; todos ellos se convierten en espectadores de este triángulo amoroso; empiezan a especular, qué buscan de ellos, qué posibles respuestas pueden darles, con qué elementos pueden aportar: la palabra, la propia experiencia. Todo puede ser un espejo, incluso la voz.

La obra fue concebida en pandemia, y en ese entonces los teatros estaban cerrados. Las condiciones técnicas se estipularon en ese contexto y confluyen en una experiencia audiovisual donde lo sensorial es medular. Las voces que se escuchan por momentos se fusionan, se confunden, se superponen. A veces es solo un ASMR, otras un murmullo, luego el silencio. A veces una voz que contradice al otro, aclara o traduce. Manos que escarban en cintas de cassette, o rompen cosas. Mapas nos muestran de dónde vienen esas voces, pero nunca vemos esos cuerpos, solo podemos imaginarlos. En la mesa: folletos, vitaminas, antidepresivos, plantas, maceteros, casitas de cartón, diapositivas; todo lo que está allí va construyendo imágenes que simbolizan, canalizan, complementan lo que escuchamos. Capas se superponen: definiciones, audios de Whatsapp, arrugas en la piel, poemas, sombras y materialidades, hasta pequeñas representaciones como la pareja de muñequitos hundidos en el agua, cada uno en su botella; separados, solos, tiñéndose con el azul de la tristeza.

La pregunta por la necesidad de descendencia atraviesa todo, ¿puede una obra ser como un hijo? ¿Cómo se suplanta ese deseo de estar, permanecer, durar a través de un proyecto compartido, qué te une si tienes esa necesidad de trascender y los hijos no están en la mira? ¿Es el trabajo en conjunto el sustituto posible? Ante la crisis de la pareja, la pregunta es si la obra servirá para construirse o destruirse, ya que el comienzo de todo esto es la pregunta de seguir o no juntos.

Vivir en el acantilado es lo que te permite sobrevivir, saber que te puedes tirar es lo que te permite no tirarte. La posibilidad de ser otro y no seguir siendo el ser aburrido que eres para ti mismo, porque todos nos aburrimos. La posibilidad habilita la elección. ¿Seguirán o no juntos? La pareja no hace más que tratar de atrapar aquello que se escapa: el sentido, y al final, el fuego se lleva todo para volver a empezar desde el vacío que da lugar para algo nuevo. Todo va a estar bien.

Suena Romance Mixtape de Lara91k.

Obras citadas:

Las Kareninas, Las Favoritas de la Radio @lasfavoritasdelaradio

Fragmentos de un discurso amoroso, Roland Barthes.

Sueño de una noche de verano, de William Shakespeare

Eros Thanatos, Felipe Eluti @voipir

Ahora el mundo entero es un acantilado, La Laura Palmer @la_laurapalmer

La fotografía de portada es del gran Elliott Erwitt