El límite cada jornada
La ruina nos empuja fuera del hogar
a las interminables calles hasta volvernos desconocidos
cada día hay más asuntos que se vuelven obligatorios
cumplirle sobre todo al despertador
o extender la musculatura fuera del límite cada jornada
cuando nos liberan el trabajador que llevamos dentro descansa
contempla el coro de los almacenes mientras cierran
sin llegar a fin de mes quién le preguntará si necesita algo más
si momento a momento vivimos en la incertidumbre
retomemos el cuerpo donde estamos
con el oficio de cada gesto construye un hogar a medida
atraviesa el jardín de pensamientos
abre una puerta con la fuerza justa
a pesar de los horarios el interior permanece sereno
dentro un hervidor nos acompaña hasta el cansancio.
Lo cotidiano nos toma millones de intentos
Hay un aprendizaje sutil que desprenden los platos
cuando repaso con calma las grietas que deja el uso
tantas cosas que rompo sin quererlo
perdón
corresponde honrar el ritual que nos encuentra
honrarlo cuantas veces sea necesario
lo cotidiano nos toma millones de intentos
se acumulan estratos de gestos en nuestro cuerpo
florecen un día sin esfuerzo
muecas que te conozco de memoria
como doblar toallas por los mismos pliegues
lavar el pescado que anuncian las hojas del diario
los acuerdos nos sirven como brújulas
para trazar con ellos una ruta en la noche
nos desvelamos buscando trizaduras
preguntarse qué es lo que busco
responderse qué es lo que busco en esta oscuridad
volver a la cama con una certeza ganada al miedo
los platos estilan limpios
las grietas se ofrecen a nuestro cuidado.
La victoria atraviesa los días
En otoño me abrigo para comprar
el pan batido cruje diferente cuando gano
la técnica está en emplear menos fuerza para rebanarlo
en él y en mí continúa la victoria que atraviesa los días
mi maestro de Tai Chi es un roble al que se le pudren las raíces
se hunde en el paisaje conocido
crezco fuera de su sombra
gasto el tesoro de cada jornada
la nomenclatura del trabajo no somete ni a luz ni a oscuridad
basta con que la victoria se realice en mi cuerpo cuando quiera
admirando los suaves engranajes que suben la cortina de la panadería
revolviendo las claras hasta alcanzar el gesto necesario
el otoño es maravilloso
la estación de mi cumpleaños
donde los profesores enseñan que las hojas caen
se descomponen
forman parte del suelo
que mi maestro se pudra de arrogancia
y yo aprenda a pudrirme de impaciencia
aunque te apures hay fila en la panadería
la victoria es decidir a través del día
saltar sobre las hojas
olvidarlas
disfrutar ese momento por las mañanas
aplastar migas de pan.
El misterio de tu cumpleaños
Porque busco en tu cuaderno reencantarme con recetas imperfectas
para adivinarte el pulso ahora que no estamos en contacto
cada día somos más una luz que nos calma al final del pasaje
nos convertimos en el paisaje familiar
pero tú faltas
ya no llegas a tu cumpleaños
y al apagar las velas despierto a lo real
necesito tus gestos amargos
llamo a otros para saber cuánto paracetamol
porque nunca quisiste decirnos cuánto paracetamol necesitabas
cuando algún recuerdo vuelve para iluminar esta velada
saboreo mi trozo como estrellas fugaces
agradezco tus regalos
no son sólo la sorpresa dentro de cada caja en abril y Navidad
sino el abrazo en el que cabía mi abrazo
y una receta de torta de bizcocho con manjar.
Lo que nos vuelve familiares
El sol retoza en mi cuerpo cuando vuelve desde lo oscuro
finalmente, el día es sol y oscuridad
para saber si esto es un hogar busco en la despensa los ingredientes
aunque nos falte la receta no tenemos por qué obedecerlas
no hay referencia definitiva
hacer las cosas a nuestra manera es lo que nos vuelve familiares
la épica que nos imponen los días
se alcanza con gestos simples que se parecen
mantener el pulso hasta que las claras abran al merengue
atender en silencio al silbido de las ollas
filetear un pescado como abrir una carta después de años
aunque las frutas maduran en su cada día
esto puedo regalarle al niño que me acompaña
al adulto recordarle esto es apenas tu verdad
para internarte en lo inestable construyes una guarida en cada intento
la constancia de nuestras decisiones nos tranquiliza
sobre cada horario la victoria es la constancia
porque no es tan grande el mundo que nos queda por volver
el que escogemos se guarda en un par de cajas
volvemos de la jornada con una certeza
nuestra vida no cabe en sus horarios
el mundo continúa después de trabajar
para cuidar el cuerpo hemos quitado las espinas
servimos la mesa para la armonía de nuestros invitados
aquí el té es supremo
lavamos cada plato con calma
para acariciar en ese momento las cicatrices
y cada acto al que volvemos nos vuelve cotidianos
en caso de perdernos estos gestos son la referencia de que todo
todo está mejor.
Por Héctor Césped
Fotografía de Manuel Álvarez Bravo