Duraznos Silvestres 

 

1

 

Cuando el mundo se ponga completamente de cabeza

Dices que migraremos a la Costa Este

A bordo de un barco de rivera desde Baltimore;

Viviremos entre los duraznos silvestres, a kilómetros de la ciudad

Tu usarás una gorra de piel de mapache, y yo un vestido

Hecho en casa, teñido de un dorado oscuro como calabaza.

Perdidos, al igual que tu ancestro comedor de lotos,

Nadaremos tú y yo en leche y miel hasta ahogarnos. 

 

El invierno será corto, el verano largo,

El otoño de color ámbar, soleado y cálido,

Con sabor a sidra y a vino blanco;

Todas las estaciones dulces, pero el otoño es la mejor de ellas.

Las ardillas en su pelaje plateado van a caer, caerán

Como hojas secas, como fruta, tras tu disparo.

 

2

 

Las heladas del otoño se posarán sobre la hierba

Como flores sobre uvas de púrpura y oro.

Las mañanas brumosas serán frías;

Los pequeños charcos se cubrirán de cristales.

El sol, que quema del cobre al latón,

Los derrite al mediodía, y hace que los chicos se saquen

Sus bufandas tejidas; tan llenos como llenarse pueden  

Gordos bolsillos gotean castañas al pasar.

 

Los duraznos crecen silvestres, y los chanchos pueden vivir del trébol;

Un barril de arenques ahumados nos dura un año;

La primavera comienza antes que el invierno termine.

Para Febrero te encontrarás con las pieles 

De culebras rayadas y serpientes venenosas

Marchitas y ásperas, blancas como la muerte y claras como las nubes.

 

3

 

Cuando Abril vierte los colores de una concha

Sobre las colinas, cuando cada arroyo

Es disparado con plata desde el Chesapeake

En bancos recién formados por el océano y su oleaje,

Cuando muchas fresas quedan sin ser deseadas, y las pulidas

Ciruelas se abren al pico de los mirlos,

Viviremos bien —viviremos bien.

 

Los meses entre las cerezas y los duraznos

Son cornucopias rebosantes que derraman 

Frutas rojas y púrpuras, sombrías flores negras;

Entonces, en ricos campos y en playas de ríos congelados

Pisotearemos relucientes caquis, mientras tu matas

Perdices, codornices moteadas y patos silvestres

 

4

 

Hasta la Puritana médula de mis huesos

Hay algo en esta riqueza que odio.

Amo su aspecto, austero, inmaculado,

De los paisajes dibujados en tonos nacarados.

Hay algo muy dentro en mi sangre que posee

Colinas desudas, fría plata sobre un cielo gris pizarra,

Un hilo de agua, batido a lechoso rocío

Que fluye por pastizales desnivelados y cercados con piedra.

 

Amo esos cielos, azul fino o gris nevado,

Esos campos pobremente plantados, dando pobres manojos de trigo;

Esa primavera, mas breve que el aliento de la flor del manzano,

El verano, demasiado bello como para quedarse,

El veloz otoño, como una hoguera de hojas secas,

Y el invierno, somnoliento como el sueño de la muerte.

 

Wild Peaches de Elinor Wylie

Traducción de Lucas Chiappe