Ad libitum
En terminología musical a piacere (a placer), indica que el ejecutante no sigue de forma estricta el tempo sino más bien a gusto de intensidad; también se usa como equivalente la expresión ad libitum(a voluntad o como guste); libitum del líbido (deseo) que en la medicina antigua fuera ligado a las funciones y efectos de la bilis (fuego interior) producida en el hígado, cual fuera la glándula tildada de las pasiones y centro mediador en que se bisagran los órganos del aliento y latido (Cielo) con los relativos a la digestión (Caca, Tierra). La nominación de la escatología contiene en sí esta doble acepción, que desde la religión está ligada a la vida después de la muerte en un sentido espiritual capaz de versar sobre los trances del alma después de la muerte en las más variadas y celestiales dinámicas dependiendo el credo, y por otro lado, desde el campo de la fisiología lo escatológico refiere derechamente a la materia fecal, unidas ambas concepciones por una etimología que describe a esta nominación como el “estudio de lo último”.
“entonces canta el agua / como si faltara, dila verde / o desierto / el rayo es hermoso / aunque te corte / así para cada quien lo que merece / fluye como el mar / sin dueño / y nadie mete tanta mula / nadie embacalla / tanto / el relato. / Fluye el animal desde el cigoto a la parrilla / y fluimos, es bonito / el crédito avanza / los precios / el valor / es el sol en la fotografía / con todo vamos / hacia la mañana / con la señal de la cruz / multiplica / divide” (Cachen, se lo piteó).
Clínamen
A piacere implica en la obra de Silva Barandica un margen de improvisación al interpretar partituras fijadas por alguien más; el autor no escatima en la interpretación de referencias, ya sea desde el anecdotario Zen a las conversaciones de bar o parrilla y hasta aquel riquísimo, inigualable e incontenible libro escrito a pulso que es la poesía del habla chilena y sus piruetas inmanentes, y que la vanguardia europea del siglo XX persiguió afanadamente en la premisa de la unión arte-vida mientras nosotros poseíamos tal ecuación como cultura innata. Pero lamentablemente esto ha ido en decrecimiento dado el arribismo hacia el primer mundo que hace proliferar el pudor de la propia identidad y su acervo blanqueando los tonos y formas.
No existen las referencias internas, solo son recursos demasiado interiorizados al punto de creerlos propios, pero no hacemos más que aprender y tergiversar palabras y modos que estaban aquí antes que uno; pero la riqueza no subyace en la mera reproducción de estos patrones sino en su desvío, fuga o comparecencia disímil. Uno ocupa voces que no son la propia, lo cual puede llevarse a cuestas con orgullo de pirata, pero a menudo es castigado burdamente a título de una falta de originalidad que proviene del régimen de la novedad. La plena autonomía lingüistica es lo que practican quienes azotan sus cabezas en los loqueros, no es algo deseable en lo absoluto, es soledad y desarticulación, es naufragio e imposibilidad de cultivo en su histérica búsqueda de lo sin precedentes. Ahora bien, y como hemos mencionado, no basta con repetir, sino que está siempre dispuesta la tarea de dar con nuevos enigmas y frescuras en lo familiar. Usamos voces prestadas, recurrimos tanto a amigos como a fantasmas de continentes y épocas lejanas, organizamos una cena, y si bien no somos los invitados, diseñamos en cierto modo (aunque con amplios márgenes de descontrol) las conversaciones que tomarán lugar, y eso es lo que podríamos llamar algo así como el trabajo personal; haciendo de nosotros, no un nodo desde donde parte la obra, sino uno en el que se encuentran los influjos circulantes. Algo así como ese extraño choque de mundos que se expresa en un cumpleaños, y en el que se vuelve patente la descoordinación de nuestras diversas facetas sociales reunidas a una misma vez en grupos humanos dispares; uno se ve desmenuzado en estas instancias, y dadas las dificultades de aunar de forma limpia al grupo uno se enfrenta por esta vía a las propias contradicciones, consumando la famosa premisa del rey del metro cuadrado, Carlos Cassely: “No tengo por qué estar de acuerdo con lo que pienso”.
“Mi padre murió el año pasado, una semana después de que me sacaran las muelas del juicio. El vacío entre mi garganta y el resto de los dientes. La brisa que repite su voz como si fuera la mía. La rapidez con la que pierdo el interés en las cosas cuando se abre la flor de su perfume en mi bufanda.
(…)
Mi padre murió el año pasado, una semana después de retirar el académico. La diferencia entre el resto de la serie de los dientes. La parte posterior, con una voz como la mía. La velocidad de su perfume en mi bufanda; si abro una flor, van a perder interés.
(…)
El año pasado, mi padre murió hace una semana: un acierto. El resto de la diferencia de la toma. Archivos de sonido que yo. La velocidad de su perfume en mi bufanda de pelo. Abre una flor. He perdido interés en las cosas.” (No es posible comunicar salvo fechas o datos 22 de octubre 2016, Google translator).
Apiachere o al tun tun
El Salmo 44 en la traducción del hebreo al latín por parte del patrono de los traductores, San Jerónimo, en el versículo 9 dice así: Te mens anhelat, vultus ad vultum tuum… (La mente que anhela, mirándote a la cara).
Ad vultum tuum que -según estudios etimológicos- los hispanohablantes habríamos ido tergiversando (o más bien traduciendo) del “mirándote (a dios) a la cara” hacia: a bulto, o al buen tun tun. La estrechez fonética explicaría la alteración, pero ¿cómo justificar una supuesta equivalencia entre mirar el rostro de Dios y hacer las cosas al ojo, al “por-aquí-por-allá”?
Primero, La mente que anhela (te mens anhelat) porta una mirada que es capaz de atravesar aquello a lo que aparenta dirigirse, y así cuando alguien anda con la cabeza en las nubes, su vista no enfoca sino que pasa de largo hacia el infinito, difuminando todo límite. Luego, la RAE define el hacer algo a bulto o al tun tun, como hacer algo sin cálculo previo, relacionado con aquello que se hace al voleo del ojímetro, y el ojímetro implica entrecerrarlos para clavar la mirada de modo que se concentre así y todo dentro de la amplitud de márgenes que manejara a priori la falta de medidas concisas. El entrecerrado de ojos en el tun tun alisa las terminaciones detalladas de las cosas redondeando a las formas en puras manchas o bultos, orden de lo bruto. Este “clavar” de la mirada sería aquello que es hecho al tun tun, lo cual es: clavando la concentración en un punto unívoco pero de a varios golpes de martilleo: tun tun. La versión al latín de San Jerónimo capta muy bien el sonido de los tanteos en la musicalidad del texto, y cabe destacar por lo demás las volteretas fonéticas que se nos sugieren, que me tomo la libertad de leer como un doble mensaje, contenido por un lado en la música y por otro en la literalidad, y cuya suma vendría a darnos algo así como: la mente anhelante, mira fijo al rostro de dios tanteando por doquier (no de una vez ni en un lugar, ni en un solo rostro). Se nos cuela entonces que parte de la gracia de buscar a Dios podría residir en jamás encontrarlo, o al menos nunca de frente ni del todo, pues eso nos deja mirando por doquier.
Este fenómeno trastocador de la lengua evolutiva no ha de verse como una mera jugarreta popular, sino como una traducción a la Pound, en que la que no son las palabras sino el espíritu del texto lo que se rescata. En resumidas cuentas, la práctica del quehacer al tun tun ha de rastrearse a su fuente y devuelta, como: “Oh, Jehová, a martillazos he de clavar mi mirada en tu rostro, tanteando en soslayos he de buscarlo, mirándote fijo doy vueltas por doquier”.
Glosa
Entonces: desde la líbido que lleva el patrón al clínamen, Juan Manuel Silva Barandica opera con la ligereza del tun tun para frotarse en la iluminación mientras circula en el hiperflujo cruzado de sus vulgas tonteras de gracia emergente que pueblan la vida contemporánea en su inmanencia, depura el caldo de cabeza canalizando la manifestación de un chamullo riguroso y ágil con que se desenvuelve el habla local, volviendo a la falta de recursos la proliferación de un ingenio inigualable en los centros del mundo, y haciendo de los malentendidos y confusiones una curiosa pero no menos potente fuente de virtud.
“K de kilo / porque te faltan gramos pal ídem. / K de Kirchner y Komodo / no cómodo, como es decir / que los chilenos nos damos vueltas / sin llegar al meollo: / 1. Seso (masa contenida en el cráneo). / 2. Médula (sustancia interior de los huesos). / 3. Fondo (parte principal y esencial de algo). / 4. Juicio o entendimiento. / El centro / el relleno / el jamón o el queso / deste sándwich / lo mejor: lo que falta / aquello que escasea / más que sea / poco, pero loco / y al fondo gira / la rueda de la / bicicleta / más vieja / la injusticia. / Escoba. / En fin. / La vendí.” (Bicivoladores).
Por Martín López
Sobre:
Apiachere
Juan Manuel Silva
Libros La calabaza del diablo
2023