Si lesbiana se dice de muchas maneras, como nos dice la filósofa Mariana Gardella Hueso, su libro, Besada por Cipris. Un libro de poemas de Nosis de Locri, sólo puede ser producto de una escritura lesbiana. Publicado este año por Rara Avis Editorial, rescata los doce poemas que se conservan de Nosis, una poeta que se estima vivió en el siglo III a.c. en lo que hoy se conoce como Locri, una ciudad italiana en la región calabresa que bordea el mar Jónico. La traductora y autora nos ofrece allí tres versiones de cada poema: su traducción en español, el texto original en griego y una transliteración que nos permite aproximarnos a la sonoridad irrecuperable de la lengua antigua. Acompaña los poemas con un ensayo donde se extiende sobre los aspectos biográficos y la labor de la poeta, e incluye, además, imágenes que completan el estudio.
Mariana logra construir a partir de rastros fragmentarios uno de los primeros testimonios con los que contamos en que una mujer se reconoce a sí misma como poeta. Más aún, Nosis se nombra como hija de Safo de Lesbos y hace del deseo entre mujeres un tema central de su poesía. De ahí que la autora se atreva a afirmar, en un gesto conscientemente anacrónico, el lesbianismo de la poeta.
Esta no es la primera vez que la filósofa rescata una figura femenina de la Antigüedad de la que poco sabemos y respecto a la cual los esfuerzos de recuperación no abundan. En el 2018 publicó junto a Victoria Juliá El enigma de Cleobulina (Teseo, 2018). Allí, las autoras nos ofrecen, principalmente a partir de testimonios, una representación de Cleobulina de Lindos, una de las primeras filósofas de la Antigüedad que se dedicó a la creación de acertijos. Como queda evidenciado tanto en esta investigación como en la actual alrededor de Nosis, en estas circunstancias se obtiene más de aquello que se ocluye que de lo que se muestra.
Para poder acercarnos a la poeta, la autora recorre en el libro los testimonios antiguos que la evocan, traducciones previas de los poemas, recuperaciones y reescrituras más o menos contemporáneas y estudios que contribuyen a elaborar una perspectiva más amplia de la escritura situada de Nosis. A partir de esas trazas sueltas, los pocos versos que sobrevivieron y un examen más que atento, la escritora ensaya un nuevo espacio de aparición para Nosis. Con ello, configura la posibilidad de un desplazamiento en el que la poeta logra trastocar la relación entre los ámbitos público y privado que, como sí ha quedado de sobremanera registrado en la literatura, estaban claramente diferenciados. El primer modo en que esta alteración se lleva a cabo es manifiesto: a través de la palabra poética, Nosis transfiere a una exterioridad el mundo de la intimidad y de su vivencia singular. El estilo de escritura epigramática de sus poemas, que se popularizó durante la época, refuerza esta disposición ante la mirada pública y anónima.
Pero un segundo modo en que este deslizamiento acontece es menos evidente, aunque más significativo. La filósofa se extiende al indagar este aspecto y devela con su propia sutileza la sagacidad del discurrir poético de Nosis. Mariana logra recoger minuciosamente un conjunto de gestos, movimientos y congregaciones que rebasan la palabra y permiten establecer nuevas fronteras de visibilidad para Nosis y su poesía.
En primer lugar, al referirse al decir femenino en la Antigüedad, tal como aparece en algunos escritos de entonces de autoría masculina, la escritora señala las operaciones de silenciamiento a las que las mujeres eran sometidas. Al mismo tiempo, descubre con ello distintas reacciones que surgen como respuestas a dicha potestad de la palabra. De ahí que la autora insista en captar la acústica propia de los silencios, a ese algo que parece persistir y procurar, contra todo pronóstico, expresarse de algún modo. Un ejemplo de lo dicho, y que aparece en la poesía de Nosis, es el tejido. El mito de Penélope que deshace durante la noche una mortaja para postergar indefinidamente el cumplimiento de una promesa o el de una Filomena sin lengua que ilustra a través del tejido la violación que sufre por parte del esposo de su hermana, nos muestran maneras en que la comunicación y la agencia pueden ser trenzadas a través de aquella dimensión que transcurre en los intersticios de un régimen determinado del decir. Cuando la palabra se encubre de algún modo o, incluso, cuando resulta insuficiente, emergen otras materialidades que se convierten, en términos de Mariana, en nuevas “plataforma para la voz”. El tejido habla a través de signos e imágenes. Tejer aquí deviene una acción efectiva en una temporalidad situada. Por eso, la filósofa nos dice de Nosis que “como tejedora, es poeta, y como poeta, es tejedora”.
Entre los silencios resonantes que la escritora trae, surge la pregunta por la ausencia del nombre de la traductora y autora lesbiana en la tapa de un libro cuya fuerza radica precisamente en su capacidad de interceder en el campo de la percepción visual. Pero la expresión de esta inquietud no es más que la extensión iterativa de un mismo gesto de recuperación que no pretende en modo alguno opacar el entusiasmo por este objeto-eco que Rara Avis nos ofrece.
Por otra parte, uno de los gestos más potentes de la poética nosiana es presentado en el poema con el que la autora resuelve iniciar el libro:
Más dulce que el deseo, nada. Todas las alegrías quedan en segundo lugar.
De mi boca escupo la miel.
Esto dice Nosis: quien no fue besada por Cipris
no sabe qué flores son rosas.
(Nosis, “El beso de Cipris” = Antología griega, V170)
La escritora se detiene en la imagen del escupitajo y lo que motiva a Nosis a incluirla. Nos cuenta que la miel era el elemento asociado a la inspiración, que era infundida por las Musas en la boca de los poetas. En este contexto, escupir se compone como un movimiento decidido de expulsión. Se opone a la actitud pasiva y receptiva de esa materia dulce y divina que incitaba la palabra poética. Encontramos aquí una manera de echar fuera de sí a toda una tradición. Nosis toma distancia de ella con irreverencia en una expresa manifestación de desprecio. La fuente de la que, en cambio, la poeta se sirve no es externa. Al proponer como germen poético la vivencia del deseo propio, Nosis se apodera de una potencia creativa.
Otro gesto de desprecio empujado por el deseo vuelve a aparecer en el poema que la filósofa titula “Batalla”:
Los brucios dejaron caer las armaduras de sus hombros condenados
antes de morir a manos de los locrios,
veloces para el combate.
Como son un himno a su valor, están enterradas en el templo de los dioses
y no desean los brazos de los cobardes que dejaron atrás.
(Nosis, “El beso de Cipris” = Antología griega, VI132)
Aquellas piezas cuya función es soportar y proteger los cuerpos de los combatientes ahora se rebelan y son ellas las que deciden desertar. Nosis apela a la personificación como un medio autorizado de enunciar, pero se sirve de él con el fin de pronunciarse respecto de un tema que, en tanto mujer, le era vedado: la guerra. La imagen del abandono por parte de las armaduras opera una desidentificación a través de la cual la poeta concerta con ellas. De este modo, genera un lugar de habla que le permite comunicar su propio rechazo, su deserción y deseo.
Como también comenta Mariana, este poema nos recuerda a Lisístrata, de Aristófanes, en donde mujeres de distintas ciudades griegas deciden conjuntamente practicar una huelga sexual y presionar de esta manera a los ejércitos a realizar un acuerdo de paz durante la guerra del Peloponeso. Vemos en esta referencia otro ejemplo para imaginar acciones en un marco particular de regulación de la palabra y del silencio.
La autora nos advierte sobre un último aspecto que quisiera señalar aquí. Más de la mitad de los poemas que se conservan aluden a figuras femeninas y lo hacen con nombre propio. Al mismo tiempo, se repite el hecho de que Nosis habla de ellas a través de objetos. Transitan por los versos de Nosis retratos, estatuas, adornos y ofrendas. Al evocar con su poesía imágenes ya mediadas, Nosis vuelve a tramar un pliegue más en esta yuxtaposición de representaciones. Este énfasis en las imágenes recreadas significa para la autora el intento de revertir la decepción ontológica que el platonismo ha proyectado sobre las representaciones en general. En tanto copias de un supuesto original, se consideraban como un modo de ser disminuido. Por el contrario, las representaciones son revalorizadas aquí como formas de ser en sí mismas originales. Los poemas demuestran la habilidad de Nosis de ensayar distintos ángulos que van mutando la intensidad de las miradas, la exaltación de los cuerpos, las cualidades de las conductas, los lugares e interacciones que concurren. Nosis actúa como una observadora que abre y direcciona un espacio virtual de percepción. El juego de miradas nosianas que se despliega se vuelve un dispositivo capaz de amplificar las posibilidades de presentación. En sus singularizaciones, inflexiones y pausas, intensifica modos de existir.
Besada por Cipris logra así inscribir una mirada que se entreteje como una alianza entre el espacio que Mariana informa y los poemas, donde las voces se superponen, los afectos se confunden y las coordenadas se multiplican.
Por Emi Martín
Pintura de portada: “Safo y Erina en un jardín en Mitilene”, de Simeon Solomon, 1864.
Besada por Cipris: un libro de poemas de Nosis de Locri.
Nosis de Locri
Traducción, ensayo y notas de Mariana Gardella Hueso.
Rara Avis Casa Editorial
2021
132 p.