I

El placard era un barco hundido
que había que desarmar y remolcar hacia la superficie
con la certeza
de que no habría sobrevivientes

tu camisa daba la impresión de volarse en cualquier momento pero sostenía en sus puños
un instrumento invisible que el recuerdo no se animaba a traer

 

el aire se llenaba de melodías ausentes
y tus pantalones gastados
estaban inmóviles
sin saber       a dónde ir

 

Uno sobre otro
restos de naufragio
en cada uno de los cajones
la nariz era un pez contra esa marea de telas
intentaba atrapar algo
del olor
que la ola
arrastraba
hacia el mar profundo

II

Las notas sobre la pizarra
no supieron cantar el arreglo que componías
ese día en que llegué del trabajo                     sin sospechar
que el estallido derribaría cada eslabón que supimos construir
la puerta
las ventanas
las tazas de té
el paquete de chicles a medio abrir
la toalla que ya no podría olvidar fuera del baño

el piano           mudo

el llanto    ahogado    de la pandereta

la guitarra

con el agujero en el pecho
cada vez más inmenso

como un ojo
que mirara la puerta sin pestañear

hasta que regreses.

 

III

La casa de tus padres
se llenó de sombras            superpuestas
adheridas al espacio:
el techo que pintamos
la computadora
el aro de basquet
el hogar donde encendíamos
olor a leña y té de durazno

Vos y yo
en cada habitación

La ternura
se arrastra por entre los muebles
es una serpiente
desgranando su piel sobre las cosas

donde miro                         escamas
restos de otra vida
fosilizada en la memoria

¿Por qué nadie dijo que la piel nueva arde?

 

Por Laura Andrea Blanco

Fotografía por Luigi Ghirri