[Exteriores de noche: En el encuadre estamos las dos: sobre la arena de una playa desierta tomando vino en botellas de vidrio: en la oscuridad de la noche telúrica sopla el viento sur como banda sonora y el frío maquilla nuestras caras: junto a nosotras una lancha abandonada que vamos desarmando de a poco para quemarla y calentarnos: solo tenemos un encendedor y nos queda un cigarro: no vemos quien está filmando detrás de la cámara: nos gustaría pensar que es Raúl Ruiz]

Ruido de botellas como de olas que chocan movidas por el viento. Ruido de botellas vacías que se estrellan como mundos que tiemblan y su sonido es el sonido del viento hablando a través de ellas. Esta noche con aliento a vino tinto y parafina hicimos fuego con la madera de una vieja lancha abandonada: fuego que entibia el nocturno espinazo de nuestros cuerpos en la intemperie. Nosotras desde acá vemos la ciudad y sus cerros con sus postes que dibujan las calles verticales e imaginamos las escaleras rotas por las que sube esta noche deshilachada: los cerros se alzan como escenografía para nuestro desvelo y bajo los gatos techos oxidados se amontonan para delimitar este mundo del otro. Más allá los volcanes duermen el sueño austral y sentimos su nieve derretirse en nuestros pupilas como una herida ancestral: ni todos los lagos de esta tierra podrían diluir nuestro dolor inmenso.

Ruido de botellas como de olas golpean en los extramuros de mi mente. Ruidos de botellas vacías rompiéndose al chocar unas con otras en la orilla del pensamiento: el vidrio asume el color incinerado del cielo que se extingue sobre nuestras cabezas ¿podremos dormir Katherine con todo el ruido que hace mundo al volverse agua o vidrio molido?: sobre la arena la sangre es más espesa sobre la arena tomamos vino en la noche glacial: Ruido de botellas que cantan que entonan agudas voces junto al viento: el puelche trae consigo un temblor de sal, el sueño de los alisios que adormece a las bandurrias: el frío es la patria de nuestra sangre mineral cantos de vientos torrenciales o paredes arrugadas por la lluvia: sobre los techos oscura neblina incandescente y las estrellas resplandecen colgadas en lo profundo del cielo.     

Entonces me dices que el ruido de las olas es como el ruido de las botellas chocándose y de pronto comienza a lloviznar y nos metemos en las entrañas de esta vieja lancha echada a morir un tiempo atrás, prendemos el último cigarro tras un largo sorbo de vino: abrazadas nos quedamos mirando el fuego apagarse y de fondo la playa oscura: escuchamos el ruido del océano y las gotas de lluvia que cayendo sobre la lancha relámpagos de utilería trizan la oscuridad por momentos:

Por un segundo creí ver en el trasluz de esta playa a alguien venir: quizás era Pasolini que jugaba con una moneda lanzándola en su mano: en un momento la moneda quedó detenida en el tiempo colgada como una estrella ni cara ni cruz. Pasolini siguió caminando y cuando le pedí un cigarro dijo algo y se hizo llovizna: e la notte in giro: come un gattaccio in cerca d’amore…

Entonces me dices que creíste ver pasar a Bibi Andersson que llevaba un paraguas negro y que nos intentó sacar una foto pero que al pulsar el disparador desapareció en la penumbra.

En un segundo quizás pudimos ver a la Mistral sentada en la arena, escribía en un cuaderno sobre sus rodillas mientras escuchaba las olas quebrarse.

Después tal vez Anne Sexton intentando prender un cigarro bajo la llovizna: junto a ella Raquel Forner intentaba dibujarla y en el fondo Bob Dylan despedazaba su guitarra mientras gritaba: in my craft or sullen art:  exercised in the still night: when only the moon rages: and the lovers lie abed

Luego dijiste que Édith Piaf bailaba bajo la lluvia hundiendo sus descalzos pies en la arena mojada mientras a un lado Buñuel arrodillado masticaba un crucifijo.

Aquella lluvia había hecho barro, fue entonces que vimos un caballo aparecer: sobre él estaba Faulkner con una pipa entre los labios:  Faulkner con su caballo fueron hacia al mar hasta confundirse con las olas.

Más cerca de nosotras vimos a Spinetta: sus pupilas parecían cerveza desvanecida: el flaco jugaba a la pelota con Charly Parker hasta que la pelota se les perdió en el océano.

Por último creí ver a Rimbaud sobre un pequeño bote que se hacía agua movido por las olas: entonces pensé: cuántas noches sin añorar el enceguecido ojo de los faros.

De la noche solo quedaban las cenizas frías, nos abrazamos fuerte y esperamos que amanezca. Pero no amanece y el sonido de las olas como botellas rompiéndose y el sonido de la lluvia cayendo sobre el mundo y sobre nuestra lancha abandonada nos adormece un poco: tomamos el último sorbo de vino y nos acostamos sobre la madera húmeda que era nuestro colchón desvestido en la arena: el viento seguía haciendo que los árboles cantasen: entonces quizás nos quedamos dormidas. Aunque no me acuerdo qué pasó es probable que esa noche comenzara a nevar y la nieve se acumuló sobre esa parte del mundo y se acumuló bajo nuestra lengua adormeciéndola. La nieve quizás congeló las olas y las hizo romperse como vidrio: quizás nieva o solo era la lluvia que caía:  la memoria se hace una ciudad y de la ciudad solo queda la lluvia y en ella se anida nuestro lecho pop barroco: cantamos relámpagos impronunciable y tomamos vino en las playas de las orillas del mundo.

[cuando amanezca quizás podremos irnos de aquí y rodaremos otra escena en otros mundos y quizás Raúl sonría detrás del lente y puede que todo valga la pena amor cuando amanezca quizás]

 

Por Andréi Pavlo