En memoria de Henry O’Neill Cochrane, 1923-98.

George Gershwin murió el once de julio, pero no tengo por qué creerlo 

si no quiero. (John O’Hara en 1937)

 

1

 

La policía detiene el bus

y nos manda por un desvío.

 

Finales de primavera,

horas de lluvia centelleante.

 

El agua se ha acumulado

en el portaequipajes;

 

cantidades de agua se derraman

cuando el vehículo dobla.

 

Durante todo el viaje involucrado

en esta larga despedida,

he usado el mismo par de pantalones.

 

2

 

Las enfermeras lo han dejado

con la parte de abajo descubierta.

 

Ahí está el pene

con el que me engendró.

 

Sus piernas inútiles han adquirido

un aspecto amarillo como cera.

 

Esto es lo que obtienes.

Sí, esto es lo que obtienes

solo por haber vivido.

 

3

 

La pregunta que planteo,

la pregunta que hago, es esta:

¿cómo es allá?

 

Articula una palabra, dos palabras.

Mi padre parece estar

en un lugar muy seguro.

 

Pruebo la palabra “seguro”,

su aplicabilidad

en este extraño contexto.

 

4

 

A veces logra contar chistes.

 

Llenas de aire y sosiego,

las palabras que tan arduamente construye

carecen de toda fuerza oclusiva.

 

La fonoaudióloga

le ha prohibido los líquidos.

 

En su mejilla hay un enrojecimiento,

una roncha autoinducida.

 

De lo que era, solo queda una fracción,

el más desfigurado de los bocetos.

 

5

 

Llega una carta de los muchachos

de la Asociación de la RNZAF,

Per Ardua Ad Astra.

 

En dos tonos de azul

con puntos rojos y dorados,

su monograma insinúa

un cielo alpino sin nubes,

una gema turquesa indestructible.

 

6

 

Sintonizo el partido de rugby

en el transistor negro.

 

Menos adolorido hoy, mi padre se queda dormido,

su boca convirtiéndose en la O de un viejo,

un círculo negro por Münch.

 

Y de repente el sol

blanquea la pieza, dirige su fulgor primaveral

hacia mi sospechoso padre.

 

Tal vez sueña con que está corriendo.

 

7

 

Estando solo en casa,

pongo las canciones de Lo Mejor de Bing

que a mi padre le gustaban.

 

“It’s Easy to Remember” (Rodgers y Hart)

“Sweet Leilani” (Owens)

“The One Rose” (Lyon y McIntire)

 

No me abandones

Te amo solo a ti

Eres la única rosa

Que queda en mi corazón

 

8

 

Stephen y yo

conducimos hasta el lago.

 

Hay un búnker con rayas

que señalizan Hombres y Mujeres.

Agitando sus muchas patas,

un enorme escarabajo barnizado

yace de espaldas en el urinal.

 

Patos y gansos rodean

los autos estacionados.

Bebemos de chirriantes vasos de poliestireno.

Resulta que mi hermano

cree en el paraíso.

 

9

 

Y Niamh gritando: “Ven, vámonos lejos,

vacía tu corazón de su sueño mortal”

 

Es entre la una y las dos de la mañana.

Mi hermano, el enfermero, sostiene la muñeca de papá

tomándole el pulso continuamente.

 

“Está pedido”, dice Phillip,

y comienza el gran paso.

Pero nuestro padre pasa de la vida a la muerte

sin siquiera un suspiro.

 

Y este evento es tremendamente ordinario,

tanto más como menos desconcertante

de lo que había esperado.

 

10

 

El cobertizo del patio cruje y rechina.

Incluso en el viento más leve,

las pesadas ramas de un ciruelo

alcanzan el techo y las canaletas.

 

El día después de la muerte de mi padre,

voy por una escalera, trepo hacia

un verde atardecer sin ruido.

 

Asierro, corto, agarro,

lanzo una horquilla grande al suelo.

Y con ella cae un montón de firmes ciruelos verdes,

prontos a madurar y partirse,

prontos a alimentar a los estorninos.

 

11

 

Durante la noche, llueve,

parece un diluvio.

 

Mi padre muerto escucha

 

Mi padre muerto escucha pero no oye

 

Mi padre muerto frunce el ceño como un infante

 

12

 

Ahora, para el acto final, la cremación privada.

Corremos al porche a través de una lluvia ardiente.

 

Casualmente sé que el agente funerario

es un gaitero en una banda de gaitas.

Esta misma tarde, veré al sacerdote

comiendo un helado en una sala de cine.

 

Una bandera casi nueva del Reino Unido

ha sido extendida a lo largo del ataúd,

un montón de amapolas de papel apiladas encima.

 

La música ambiental del Whispering Glades,

con su melodía de George Michael,

parece encajar con el estilo “nazi”

del propio edificio.

 

Golpeteo la tapa reluciente de mi padre.

Y pienso en su clóset abandonado,

los trajes y las camisas en colgadores,

la ropa que nunca volverá a ponerse.

 

Por Geoff Cochrane

 

Traducción de Martín Núñez Díaz

 

De Acetylene (2001)

Fotografía de Lucia Moholy