En los comienzos silentes y narrativos del cine existía un subgénero de dramas morales donde se trataban el flagelo del alcohol o el flagelo de las drogas. En ellos se veía la brutal y veloz (no olvidar que se trataba de cortometrajes) degradación de los personajes principales al volverse adictos al líquido y/o sustancia. El principal fin de estas películas era instruir y asustar para así alejar a los espectadores de estos problemáticos consumos. El cine, medio novedoso, debía educar además de entretener. O, como probablemente lo veían los estudios productores de estas películas, entretener enseñando: que el ojo disfrute mientras el cerebro es educado en prohibiciones y modelos adecuados de vida.

Por esos años silentes también se realizaban experimentos formales donde se priorizaba la experiencia sensorial por sobre la comprensión unidireccional de un relato narrativo clásico. Es el caso de las películas dadaístas/surrealistas como Ballet Mécanique, Entr’acte o Anémic Cinèma. En ellas se forzaba la técnica cinematográfica, inherentemente figurativa, a zonas más bien abstractas mediante yuxtaposiciones, ralentís, obturaciones parciales, animaciones, etc., etc. La estrella de mar, de 1928, dirigida por Man Ray a partir de textos de Robert Desnos (quien también actúa en ella) podría inscribirse en esta línea, en este tipo de búsqueda cinematográfica. “¿Qué se cuenta?”. ¿Importa verdaderamente esta pregunta? Esbozaré lo que se insinúa: un triángulo amoroso y una estrella de mar que obsesivamente se desea poseer. ¿Qué representa esta estrella de mar? 

Se ha editado por primera vez al español El vino está servido, novela de Robert Desnos publicada originalmente en 1943, casi veinte años después de la realización de la película de Man Ray. Un año después, en 1944, Desnos sería secuestrado por la Gestapo y llevado a un campo de concentración checoslovaco. En 1945, recientemente liberado pero aún en Checoslovaquia, muere de tifus.

La novela está lejos de la experimentación surrealista alrededor de la hipnosis, el sueño y las drogas. Por el contrario, se asemeja más bien a esos dramas morales que los estudios cinematográficos realizaban para amedrentar a la civilización. Desnos narra el declive de un grupo de drogadictos que se juntan a fumar opio y aspirar heroína. La contratapa a la edición de Mundana explica que la motivación de Desnos de escribir así esta novela es autobiográfica: Yvonne George, cantante francesa con la cual Desnos tuvo un amorío, era adicta al opio. La contratapa no lo aclara pero Desnos también lo fue. Es así que la novela se lee de una sola forma: como la advertencia del adicto recuperado frente a quien aún no probó. Se intuyen a lo largo de la novela saberes prácticos que sólo la experiencia puede dar, como cuando se describe la forma correcta de dividir una bolsa de heroína con una hoja de papel cuadriculada. La novela, en sus intentos por apabullar a potenciales consumidores, cae una y otra vez en la crueldad más llana. Es así que un capítulo breve mediando el relato está dedicado a la rápida presentación  de una madre de familia que muere de sobredosis a la entrada de la casa familiar. El narrador omnisciente no puede evitar la tentación de hacer juicios de valor sobre el grupo de personajes que protagoniza su novela. Así, el narrador se asemeja más bien a un locutor de una propaganda anti narcóticos. Hay un personaje principal, el cual supongo es el alter ego de Desnos, llamado Antoine. Él consume pero no por placer sino por amor: está enamorado de Bárbara (siguiendo con las suposiciones, posible alter ego de George) y fuma opio y/o toma heroína para estar cerca de ella. Todo esto, claro está, explicitado por el narrador, quien evidentemente cree que Antoine es mejor que el resto. Es ahí, en el constante juicio, donde se lee morbo y crueldad.

Revisitada en retrospectiva, La estrella de mar parecería estar hablando un poco de lo mismo siendo la homónima estrella marina una posible representación de un estupefaciente. Vale aclarar: no creo que así sea, sino que así puede leerse. Parte de su valor reside en el misterio, en la opacidad narrativa, en el umbral entre lo que vemos y lo que causalmente comprendemos. En ese vapor que impide la claridad yace el plus poético que complejiza las imágenes del cortometraje. En la novela, en cambio, se ejerce el exhibicionismo más brutal: somos testigos de la descomposición de los cuerpos y de la putrefacción del pensamiento de este grupo sin siquiera ofrecernos un vistazo a aquello que experimentan, a aquello que viven en esos estados alterados. ¿Por qué será? ¿Acaso Desnos teme que la narración de ello sea demasiado tentadora? Todos los momentos de consumo contienen las mismas palabras siendo “gemidos” y “espasmos” las que más se repiten a lo largo de la novela. Hay, sí, momentos de descripciones muy bellas alrededor de la luz estampando rectángulos de sol sobre el parqué de los departamentos o la utilización de frases tales como “las cortinas empalidecieron” para señalar el amanecer y yire de estos desvelados. La novela, sin más, cierra con un epílogo donde Desnos explica lo que ya antes, en el transcurso del relato, era explícito: los fines de concientización y prevención que lo llevaron a escribirla. Contrapone el realismo de su texto al romanticismo de Baudelaire y De Quincey, señalando el carácter seductor de sus escritos de cara al consumo de opio. Desnos cree que sus buenas intenciones son superadoras pero el elemento más pregnante de la novela es su disposición por la más lisa y llana crueldad. ¿Alcanza ella para amedrentar? No lo sé.

 

Por Ramiro Pérez Ríos

Imagen de portada: Autorretrato bajo la influencia del hachís de Charles Baudelaire.

Sobre:

 

Robert Desnos
El vino está servido
Mundana Ediciones
2023
194 pp.