Desde el comienzo de la pandemia, y el permanente confinamiento, la tecnología ocupa un lugar esencial. El uso de estas como una forma de comunicación se ha intensificado debido a la imposibilidad de tener relaciones interpersonales, donde la mínima proximidad deviene en un peligro de contagio. Todo lo externo es enemigo, todo cuerpo otro supone una amenaza, y la virtualidad es la nueva forma de afectividad. Una afectividad afectada, la ansiedad, el terror, la despersonalización y la enajenación conforman un nuevo circuito del habitar el propio cuerpo y espacio en la pandemia. La utilización de las tecnologías durante estos tiempos de crisis nos expone a una suerte de límite donde nos vemos interpelados por una intensa necesidad de saber lo que sucede en todo momento, y a la vez, resulta ser una inundación de información sensorial que cansa emocionalmente. La saturación de información a la que están expuestas las personas está al alcance de la mano, a un clic de distancia. Qué pasa entonces con el cuerpo en este contexto que precisa de lo virtual, en que su materialidad se desarticula para ajustarse nuevamente mediante herramientas que traducen al propio cuerpo en píxeles e imágenes en movimiento. Cómo decir la pandemia si la ansiedad y la incertidumbre nos come la lengua y las condiciones materiales con las que intentamos evocar el sentir suponen un alejamiento entre el propio cuerpo respecto a las herramientas con las cuales nos representamos. 

El tema de las adscripciones corporales a las distintas manifestaciones expresivas empleadas en los tiempos de las redes sociales, develan mecanismos de adaptación de las sensibilidades a lenguajes tecnologizados. Se trata de representaciones de imaginarios fragmentados, inestables, de lenguajes imprecisos que necesitan de otros soportes para retratar la realidad, para insertar la corporalidad. Es por esto que encontrar nuevos procedimientos para traducir el sentir, para anclar el cuerpo, se han estado expresando mediante la combinación de diversos formatos que permiten reestablecer las nociones lógicas que suspenden la relación de lo decible y lo visible. Las expresiones artísticas se desmantelan y reconfiguran. La pandemia y la ansiedad son el foco; el otro, el enemigo, la boca y las manos. La corporalidad se restringe y la distancia prima. Una autopercepción y autocuidados extremados al punto de la inmovilidad. Es decir, la realidad se repliega sobre sí misma dentro del circuito de las tecnologías, y el cuerpo se desarticula, se descompone, y se reconfigura. ¿Cómo representar las voces que habitan los cuerpos que narran? 

Feminine Stereotypes - Romina Bassú
Feminine Stereotypes – Romina Bassú

Comenzar por considerar a la realidad que estamos viviendo como una realidad alternativa atravesada por la digitalidad es un primer paso para entendernos en este contexto de incertidumbre. El simulacro va a introducir una nueva concepción de la realidad que va a estar mediada por la tecnología como una máquina replicante de esa materialidad, una realidad alternativa en que la pandemia obnubila todo intento hasta que se sumerge en una burbuja de sentimientos inconexos y contradictorios que nos quita la palabra de los labios y suspende el reconocimiento respecto al otro.

 El cuerpo y la representación de este ha estado en una constante e indefinida suspensión. No solo entendemos y representamos esta realidad simulada, sino que nos entendemos como parte de ella: las pantallas se han vuelto la extensión de nuestra mirada y el teléfono forma parte intrínseca de nuestras extremidades. Considerar que la tecnología nos ha estado atravesando desde la sensibilidad más íntima desde su inserción ha contemplado un tránsito paulatino, los códigos de captación y enunciación se han visto permeados por el lenguaje tecnológico. Entonces ¿cómo construirnos en tiempos en que los cuerpos son más virtualidad que carne? Estamos en un tiempo de dislocación, nos situamos en un inventario fragmentario que no hace más que descolocarnos en nuestra propia corporalidad.

Red Eyes - Luchia Puig
Red Eyes – Luchia Puig

Se resalta el protagonismo de las tecnologías al momento de intentar captar y traducir el mundo desde la interrupción de lo digital. Los cuerpos son transgredidos para ser traducidos a pixeles en los aparatos que reducen la experiencia a instantes efímeros. Se trata de la reducción del mundo a una pantalla intercambiable que expone la incidencia de las diferentes técnicas que surgen con los avances tecnológicos, que se representan mediante soportes visuales que hacen uso de estéticas que conjugan distintos elementos de modo de poder expresar el desasosiego de los tiempos actuales. Así, se intenta responder a la pregunta base: ¿Cómo se crea un lenguaje que represente al cuerpo cuando el mismo cuerpo se ha visto dejado de lado en la era digital? La idea de entender el lugar de la corporalidad no solo desde la inserción de las tecnologías, sino desde el inicio de una pandemia en que los sentidos se ven suspendidos por el uso de mascarillas, guantes, y otros implementos que se plantean como una barrera entre el propio cuerpo y la realidad, resulta en una búsqueda incansable por encontrar modos de traducir el sentir de forma precisa. Y es en esa búsqueda que se develan cuestionamientos que se anclan a preguntas que van más allá de las posibilidades de representación.

Pintura de Edward Povery- Intervención de armocosas
Pintura de Edward Povery – Intervención de armocosas

Encontrar los modos de traducir esta realidad deviene en el uso de herramientas que logren sintetizar en una imagen toda una experiencia sensorial que se acomode a las reglas establecidas por la digitalidad. De este modo, se hace patente el uso, la apropiación y resignificación de obras de antaño que han sido tomadas por nuevas voces para traerlas al presente de una manera que posibilite lecturas alternativas a ese mensaje original. La obra “Reloj de Arena”(2020) de Edward Povey (Londres, 1951) es una pintura realista compuesta por dos mujeres en un cuadro, y resignificada por una joven con el uso de la intervención de la escritura superpuesta en la pintura. “[Q]ué agotador resulta / el intento incesante y desesperado / de sostener y pretender vigente / una realidad que ya no existe”, escribe esta joven argentina sobre los cuerpos pintados, en donde se traduce una escena cotidiana de un par de muchachas a la hora del té, por una crisis existencial de agote físico y mental que delata las repercusiones de sentirse arrojada a una realidad suspendida por la introducción del virus. “[U]na realidad que no existe” es la frase final que resume la condición actual. Quizás el artículo “una” sea lo que subsuma toda la concepción, la problemática yace en la creencia de que exista una sola realidad compartida, una definición tan amplia que comprenda todas las individualidades y subjetividades, y no como un concepto refractado que refleje trazos de lo real que evoquen ciertos atisbos de lo que lo real supone para cada individuo. Por tanto, cómo se puede reducir en una misma concepción lo que la realidad significa para cada persona, cómo representar la realidad desde una pluralidad de voces encarnadas en cuerpos tan distintos. 

Quarentine Dates - Karman Vedi
Quarantine Dates – Karman Vedi


Es por esto que la exploración para encontrar la manera de ampliar las formas de decir el sentir se refleja mediante el uso de distintas herramientas que, muchas veces, son tecnológicas. De esta forma, atendiendo a que la realidad se ha visto paulatinamente atravesada por la tecnología, es que tomo como ejemplo las imágenes del artista ruso Karman Vedi. El confinamiento, la cuarentena, los límites a los que están sujetos los cuerpos por el virus, ha generado que las personas resuelvan la distancia por medio de proyecciones de los cuerpos que no se encuentran presentes. Retratar la nostalgia, suplir carencias afectivas y sentirse acompañado, son algunas de las razones para elaborar este discurso por medio de un montaje de fotografías con proyecciones de un cuerpo ajeno que no se encuentra en el mismo tiempo-espacio. Se suple un vacío a la vez que se acentúa esa falta. Cuestiones tan simples como compartir una taza de café, simplemente el compartir ese espacio para sentir esa proximidad que ahora produce inseguridad y extrañeza, nos hace volcarnos a la nostalgia por momentos banales, y las recordamos y proyectamos a través del uso de la simulación; una realidad segunda que solo es posible gracias a la conjunción de lo corpóreo con lo virtual. La realidad se desmantela para ser traducida a aparatos que subordinan el cuerpo a reflejos fragmentados de experiencias en la virtualidad. 

The first mourning - William Adolphe Bourguereau Death of a cyborg - Shorra
The first mourning – William Bourguereau                       Death of a cyborg – Shorra


Otro ejemplo es la intervención de los cuadros realizados por
Debra Mason, a la pintura de William-Adolphe Bouguereau, que representa la muerte y el dolor que produce en las personas que están sosteniendo el cuerpo. Un cuerpo sin vida en una disposición cuyo lenguaje corporal denota un arrojo a la expiración, la luz recae en él para exaltar el carácter simbólico de esa pérdida. Las siluetas de las personas que se encuentran llorando el duelo, lo hacen desde las sombras; la penumbra de un dolor que no puede representarse sin desfigurar los rostros. En la reactivación de este cuadro, con la reinterpretación de sentidos que hace la artista Shorra, actualiza nociones en las que el cuerpo se ve intervenido por cables que actúan como el conector de las partes. Cambia el sentido de la pérdida del cuerpo humano, de carne y hueso que se manifiesta en una silueta que mantiene todas sus extremidades y sin una herida visible, para ser trasladada a un futuro en donde las corporalidades van a estar atravesadas por las conexiones que componen y representan la tecnología. El cuerpo de un cyborg desarticula el discurso de la pérdida que planteaba Bouguereau para ser ahora la pérdida de la humanidad. El discurso ha hecho el tránsito de un duelo por la muerte corporal a un duelo por la desarticulación de la humanidad –o la rearticulación de las partes del cuerpo humano en la noción de una tecnología que promueve una nueva forma de entender la corporalidad–. Se resalta el cuestionamiento por el lugar del cuerpo en la era digital: dónde empieza la corporalidad y termina la tecnología. 

Pueden existir diversas interpretaciones sobre esta actualización de la pintura de Bouguereau, y es en esa infinitud de lecturas que se perpetúa la noción de que no existe una forma que exprese a cabalidad el sentir de la actualidad. La introducción del cuerpo ficcionalizado del cyborg comprende una necesidad intrínseca del ser humano de encontrar palabras para nombrar las cosas; la nueva realidad virtual, el plano de lo real que se ve atravesado por la tecnología, opera en las distintas esferas de la vida de los sujetos y, por lo tanto, exige reformular la manera en que configuramos esta nueva realidad. Es un explorar y atravesar los límites del lenguaje por medio de un discurso que conjuga imágenes de antaño con elementos contemporáneos que dan pie a lecturas diversas de acuerdo a la subjetividad y sensibilidad del espectador; encontrar los modos de traducir la cambiante realidad en palabras concretas releva la sensación de arrojo que caracteriza estos tiempos. Encontrar el vocabulario para traducir el sentir, de expresar la incertidumbre, de instalar el cuerpo en un espacio donde no cabe, resalta la imposibilidad de nombrarlos, y por tanto, la necesidad de reinventarnos, reconfigurarnos y desarticularnos para descubrir cómo decirnos en la actualidad.

La realidad sería maleable y adaptable a las sensibilidades de cada individuo y esto es lo que se destaca con las imágenes usadas. En la búsqueda por un sentido en tiempos de pandemia, las sensibilidades se vuelcan a recuerdos y experiencias pasadas para intentar darle una respuesta plausible al ardor en el que se encuentran los cuerpos. Y a su vez, dan cuenta de una búsqueda constante por la cabida del cuerpo en la traducción del sentir dentro del circuito de la era digital. Son un constante cuestionamiento por las formas de representación, expresión y traducción de unas voces atrapadas dentro de cuerpos que intentan narrar sin tener un lenguaje preciso. 

 

Por Paulette R. Fernández

 

Bibliografía

Bassú, Romina. Feminine stereotypes. Pinterest, 2019.

Bouguereau, William-Adolphe. The first mourning. 1888.

https://arthistoryproject.com/artists/william-adolphe-bouguereau/the-first-mourning/

Puig, Luchia. Red eyes. Fotomontajes, 2019.

Shorra. Death of a cyborg. DeviantArt, 2012.

Verdi, Karman. Quarantine dates. Fotomontajes, 2020.

@armocosas