(…)
tus gritos no rebotan en mi materia
se escabullen y organizan
van formando una gran toma en los lugares vacíos y apartados
¿Cómo los hallo después?
¿cómo los desalojo?
para cuando los encuentre ya tendrán familias
y muchos estarán enfermos
como yo
Dicen que la Vía Láctea se formó por la leche regada de Hera. Dicen que Hermes puso a Hércules bebé a mamar de su leche divina mientras ella dormía. Dicen que al despertar lo apartó de sí con tal brusquedad que la leche se esparció por el firmamento. Me pregunto ¿cuánto dolerá amamantar a un semidiós? ¿junto a la leche desparramada también habrá manado sangre del pezón herido de la diosa?
Quién firma el libro Oh Vía Láctea. Con un beso me embolinas la perdiz es asimismo un satélite. Estamos arrojadas, entonces, al espacio y a su desconcierto, al caos organizado en la inercia de la elipse. A lo que nos sobrepasa con mucho, a lo que nos determina y nos hiere. A lo que nos originó.
Denisse Levertov escribió que “las formas más aptas para expresar la sensibilidad de nuestra época son las exploratorias, las abiertas” (“Sobre la función del verso”), esto porque el verso libre incorpora y revela el proceso de sentir-pensar; pensar-sentir y al hacerlo expresa asociaciones posibles. Esta forma de habitar el lenguaje poético en el mundo contemporáneo es capaz de transmitir el vaivén del pensamiento, la elipse de la duda, no el movimiento de la narrativa que destella un recorrido, un caminar, sino el del poema en tanto baile, danza infinita, como escribió alguna vez Paul Valery.
Oh Vía Láctea… es la experiencia de un viaje, y así la voz poética se convierte en la de una exploradora, pero una cuyo desplazamiento es casi imperceptible. Es el viaje de una hacia sí misma, o de una niña a una joven, quizás a una mujer, o de alguien que se desplaza de la cama al living, y quizás después a la puerta de la casa paterna. De pronto se anima y se asoma a mirar qué hay más allá. A tratar de sentirlo. Al mismo tiempo ese viaje interior, ese pequeño desplazamiento hacia un poquito más afuera de la llama del hogar dialoga con las grandes expediciones intergalácticas, con el descubrimiento de mundos nuevos, de universos otros.
Los poemas de este hermoso libro de Luna Jadue, son muchos y quizás también solo uno. Exploran el dolor, la pequeñez, la coerción, el miedo, la necesidad extrema, el gesto de la huida. Y quizás los une la sujeción a una fuerza cósmica, inmensa y cruel, paterna, que no deja ser, solo estar pero en cuclillas y dentro de su ley. Hay muchas imágenes que remiten a la infancia, a ese dolor. El verso que canta “menuda existencia habitar los restos” y la idea recurrente de alimentarse con lo que sobra, con las migas “que quedaron en la mesa”. Además, se suceden las ideas de lo que se daña en “la madera se pudre, se astilla” y en “se pudren las paltas” por falta de amor, y la imagen del árbol que ha caído. Ese mismo árbol que alguna vez se trepó. Este “habitar los lindes” nos habla de una existencia en el margen del otro, de otro que es inmenso, que no solo lo habita todo, sino que lo constela.
Está también el mandato: “cierra las piernas”, y el mantra de la justicia poética: “matar al lobo, comerse al lobo, volverse el lobo. Matar al lobo, comerse al lobo, volverse el lobo. Matar al lobo, comerse al lobo, volverse el lobo”. Después preguntar “¿Loboestás?”. Pero él siempre está ahí en el bosque, acechando, aunque haga como que no y nosotras nos permitamos jugar mientras. ¿Las niñas alguna vez se vuelven lobo, me pregunto?
Embolinar la perdiz significa manipular y viene de la práctica de la caza, y aquí esa zeta bien puede ser una s. Embolinar la perdiz viene del acto de marear al ave para que no escape. Es engañarla, como hace el lobo con las niñas, como hace el padre con la hija. Como hace Hermes con Hera. Es engatusarla para conseguir su captura y constricción a lo muy pequeño.
En la última parte del poemario los temas giran y se expanden, aparecen los otros, muchos otros que son muertos formando una escalera. Los cuerpos se amontonan como las palabras que los designan en la página. Aquí el juego diagramado con la puntuación, las mayúsculas, los espacios en blanco, los espejos y los reversos informan flujos de la percepción y se ubican fuera de la lógica de la sintaxis. El desorden de la linealidad del alfabeto expresa una disposición diferente, una huida al control de la ley de la página y la palabra.
Embolinar la perdiz es justamente lo contrario a ser feliz como una. Ninguna perdiz es feliz, solo que la rima funciona. Y esa es la rima que Luna Jadue rompe en este libro con toda su lógica empoderada. Sueña la trizadura de la ley del padre, afirma una posibilidad esquiva y sostiene una consigna que es quizás también una victoria: “Quién va cayendo ya ha logrado bastante”. Porque quién cae se ha desanudado, y en ese desprenderse herido late una posibilidad: la de la huida radical.
Por Bernardita Eltit
Fotografía de Bruce Davidson
Sobre:
Oh Vía Láctea, con un beso me embolinas la perdiz
Luna Jadue
2024
Editorial Aparte