«Célula quiere decir hueco: como una hoja para ser escrita», nos dice la escritora mexicana Maricela Guerrero al inicio de este desafiante poemario. Sabemos que aquello que nos une con mamíferos, peces e insectos puede multiplicarse infinitamente, y guarda la potencialidad de lo que aún no ha sido puesto en papel. Bajo esta promesa de futuro, la autora nos sumerge en las aguas de lo científico y lo lírico, lo cotidiano y lo desconocido. Une, de esta forma, razón y sentimiento como parte de un mismo organismo. 

En esta red de abedules y abetos, de hongos y bacterias, de humanos y lobos, la amenaza de la desaparición está latente. Por eso vamos sobre el lomo de una loba bosque arriba, hacia las montañas. Podemos escalar la cordillera en Chile, la sierra en México o Perú, para desde allí observar con estrategia y prepararnos para lo que viene. En un momento donde la crisis ecológica nos respira en la nuca, El sueño de toda célula remueve nuestras nociones sobre lo vegetal y lo animal, y nos invita a adentrarnos en otras sensibilidades complejas fuera de la humana. Por eso aquí las lobas siempre acechan, vigilan a quien se aventura por entre la hiedra venenosa, y también ayudan a los humanos ante las extracciones —en Chile diríamos extractivismo—, enseñándonos que un árbol no es un individuo, sino una red; del mismo modo en que un hongo es un micelio; y un humano es una multitud. 

Al inicio de estas páginas, conocemos a la maestra Olmedo, aquella mujer «cálida y verde», con un corazón abierto a explicar el origen y la continuidad de la vida. De esa forma, el lector o la lectora —desde la filosofía y la biología— es quien dibuja las raíces de una hoja y las remarca con curiosidad. Gracias a Olmedo y a su voz-oráculo conocemos los métodos de recolección y clasificación, una guía para pensar una filosofía de la naturaleza, aquello que en los últimos años ha tenido cabida en los estudios de Donna Haraway, Emanuele Coccia, Vinciane Despret, Michael Marder, Peter Tompkins, y tantas otras y otros investigadores que han llegado desde distintas disciplinas a la misma conclusión urgente de remecer nuestra relación con el territorio. 

Pero además, este libro nos enfrenta a una extraordinaria plasticidad: hay testimonios de sueños, poemas en verso y prosa, textos narrativos y otros inclasificables. La cantidad de recursos que la autora pone a disposición de las lectoras y lectores es numerosa y abre múltiples campos de sentido. Por momentos es necesario salir a tomar aire. Como dice la hablante: respirar mensajes de humus y nitrógeno y aminoácidos y alegría. Para la artista boliviana Elvira Espejo Ayca, el pensamiento está estrechamente vinculado a los pulmones en el pueblo aymara. «Chuymamantiw lup´ita, piensas con tus pulmones (…) En aymara no se dice: “te quiero de todo corazón”, sino “te quiero a todo pulmón”. Se dice “pensar con el pulmón”. Incluso se dice “mi gran fuente de inspiración de pensamientos es la nube”».

Imagino entonces que la invitación de Maricela Guerrero es justamente la de pensar con y para las nubes, juzgar con el pulmón para fundirnos en una comunión fluida y más honesta con la naturaleza. Hablar en anémona, en lagartija, en bacteria incluso. Respirar hondo y detenernos a reflexionar sobre el mundo que habitamos es quizá una de las misiones más nobles del trabajo poético. Y, aunque sabemos que el olor de los hidrocarburos y los metanos no cesa, aunque sabemos que las industrias salvajes siguen su curso de envenenamiento implacable, este libro viene a recordarnos que las resistencias existen. Así mismo nos dice la poeta danesa Inger Christensen en su increíble Alfabeto: «La vida, el aire que respiramos existe» y por tanto la fortaleza de las especies que pueblan el planeta también. 

En El sueño de toda célula no solo el presente ecológico está en juego. La poeta se pregunta desde un inicio cómo aligerar o sacudir la lengua del imperio, que es también la lengua de la maquinaria de las grandes compañías. Desde allí se abre una lectura decolonial de este libro, y como nos dice la lingüista y activista ayuujk Yásnaya Aguilar: «Detrás del deseo de aprender una nueva lengua hay siempre un deseo de tender puentes con los otros o con el mundo que se recrea a través de cada lengua». De esa forma, este libro nos incita también a sacudir el español, aquella lengua del imperio, y repensar nuestras formas de lenguaje para aspirar a uno que quizá se acerque más a la forma de comunicación vegetal, a través del sonido de las raíces. 

«Soñamos devenir clorofila», apunta Maricela Guerrero, y mientras la leemos nos llega el rocío de la lluvia recién regada, el sol mitigante de la primavera, la hierba fresca que crece imparable y que no dudará ni un segundo en defenderse.

Por Victoria Ramírez

Fotografía de Luigi Ghirri

Sobre:

 

 

Maricela Guerrero
El sueño de toda célula
Agnición ediciones
2024