Esta fotografía es tomada en 1993 cuando en uno de los tejados de los barrios más prestigiosos de Medellín Escobar alias “El Patrón” es abatido por un impacto de bala. Tras él están los militares a cargo del operativo de captura, denominado Bloque de Búsqueda, y el mayor Hugo Aguilar a quien se le otorga el mérito de la muerte del narcotraficante, esta fue una gestión de rastreo, ya que posterior a su escape se le persiguió por aproximadamente diecisiete meses hasta este acontecimiento. Los créditos de la foto son asignados al periódico El Tiempo y a la Revista Semana, aunque no se especifica un autor legítimo de la imagen, al igual de a quién pertenecía la bala que atravesó el cuerpo de Escobar.

Fotografía 1 Pablo Escobar asesinado. (1993) Periódico El Tiempo / Revista Semana.

En este orden de ideas, para iniciar es importante resaltar el papel del lenguaje, los verbos con los que se habla de la fotografía y de la muerte: Captura, disparo. El cuerpo de Escobar es detenido en el tiempo por un impacto de bala, se le disparó para castrar su vida. Posterior a esto, se le captura con el disparo de la cámara, que graba la huella de su cuerpo inerte, también detenido en el tiempo, en una imagen bidimensional que obtura los últimos segundos de permanencia de su cuerpo, con la foto hay un aplastamiento del tiempo (Barthes, 1989).

La cámara tiene una estrecha relación con los mutismos y asesinatos, son el congelamiento de un instante que quedará eternizado en la materia, más ya no existe. La fotografía se disputa entre la liminalidad de la vida y la muerte, es una presencia fantasmagórica que nos habita desde la ausencia o la pseudopresencia. Ronald Barthes afirma que “toda foto es una condena a muerte”, anuncia un pasado, y lo que quedó de él en el presente.

Ahora bien, esta foto es importante por el personaje capturado. Pablo Escobar fue uno de los hitos preponderantes de la historia de Colombia, el narcotráfico es contundente para hablar del devenir y la política del país. Marca una estética nacional arraigada a la producción y exportación de droga, una política y fuerzas armadas que se solidificaron en el tráfico de la cocaína, sumado a la gran cantidad de muertes a causa del narcotráfico.

En este sentido, Escobar fue una de las personas más adineradas del mundo por ser uno de los pioneros en la historia del narcotráfico. Él provenía de una familia de escasos recursos y logró consolidar su poder también en el campo de la política por su gran capacidad económica y adquisitiva, creando un ethos marcado por la violencia y la transgresión socio cultural. Su paso bélico creó nuevas lógicas donde acentuó estructuras patriarcales, paternalistas y capitalistas. Escobar representaba el deber ser masculino, el mandato de la masculinidad diría Rita Segato, enmarcado en la cosificación y sufrimiento de unos otros.

Pablo Escobar pese a su fortuna no pudo escapar a lo inevitable: su captura, al ser el hombre más buscado desde los 80’s. El Patrón encarnaba el mito griego de El Midas, un hombre con gran esplendor económico que enriquece a su nación, lo que le permite tener un magnánimo paso de júbilo. El Midas, al tener una preponderante admiración por Dionisio, dios ligado a los excesos y al erotismo, es premiado con convertir todo lo que tocara en oro. Lo anterior lo condena a su muerte y a la de otros. Escobar tuvo abundante riqueza, todo con lo que se relacionaba, patrocinado por el narcotráfico, era convertido en oro, instrumentalizó las muertes para acallar personas que se oponían a su ambición. Cosificó sujetos a los que los reducía utilitariamente como oportunidad adquisitiva y transacción económica, no eran rostros a los que silenciaba, eran objetos para alcanzar sus fines y seguirse enriqueciendo.

Cuando fallece también es objetivado, esta fotografía presenta no solo un hombre muerto sino un trofeo, Escobar es El Midas, el hombre que podía convertir en oro todo aquello que tocara pese a las muertes, torturas y crímenes perpetrados. Cuando lo asesinan uno de los hombres lo sujeta por la camisa, afirmando superioridad y dominio del cadáver abatido, cazado, inanimado y exhibido. No es un cuerpo de mártir caído y heroico, es un cuerpo deshumanizado, sin poder y puesto como evidencia. También se observa el gesto sonriente y la mano que aprueba la muerte del sujeto, determinándolo como aceptable, estirando el pulgar y recogiendo los otros. Hay armas que se extienden y denotan poder sobre el sujeto dominado: la cámara y el fusil. La cámara doblega y deshumaniza, se deshumanizó a Escobar para apropiarlo como trofeo, anular su humanidad para posar sonrientes tras un cadáver con un final degradante para uno de los hombres más poderosos del mundo.

Esta foto es lo que es por Pablo Escobar por el protagonismo de este sujeto, el muerto traído al presente y para la eternidad se le da un lugar en el tiempo y el espacio (Silva, 2012). Se le evoca con otra voz, la de la luz, la cámara y el encuadre, se le dota de otros significados a su corporalidad, abre narrativas de la pornomiseria, pues es necesario hacer hincapié en que la composición es una construcción discursiva.

En este orden de ideas, en cuanto a la composición de la fotografía, es posible argumentar que existe un arriba y un abajo, en la parte superior están los militares sonrientes, victoriosos; en la parte de abajo yace el cuerpo subordinado de Escobar, esto también define las posiciones de poder que se encuentran en la fotografía. Por otro lado, hay visibilización total de la imagen con una efectiva profundidad de campo, donde se observan claramente cada uno de los elementos, sin embargo, aunque hay rostros claros estos no son importantes en la foto misma, la foto evoca la muerte de Pablo Escobar más allá de quiénes posan tras él. Gentes sin rostro y sin nombre que certifican un hecho específico.

Frente al color ¿Por qué todas versiones de esta fotografía están a color? Esta foto tiene unos colores saturados para realzar la muerte y el asesinato, el rojo de la sangre impregnada en el cuerpo que yace en una posición incómoda, desfigurada, casi boca abajo pero incluso de medio lado para demostrar el rostro de Escobar, el rastro de identidad que le quedaba al momento de su muerte. Lo anterior, contrastado con el verde militar, las sonrisas de alrededor y el marco turbio de ladrillo y teja.

Incluso, hay líneas invisibles en esta fotografía que forman un triángulo, que denota jerarquía: el cuerpo de Escobar en un ángulo abierto que apunta hacia arriba, al igual que las tejas desajustadas en diagonal y los sonrientes arrodillados o de pie quienes terminan la punta del triángulo con uno de los uniformados. Finalmente, la perspectiva del espacio esboza una esquina también triangular, marcada por los ladrillos.

Ilustración 3 Fotografía manipulada. Sören Molano-C.

La foto es tomada a plano general y frontal propio en la fotografía de corte documental o reportaría gráfica con el fin de procurar ser una prueba fiel a los hechos y sus dimensiones espaciales. Mas es importante preguntarse qué tan fiel es la fotografía a los hechos, Fontcuberta (2016) hace una crítica a la veracidad con la que se relaciona la fotografía, pues esta puede ser manipulada y usarse para encubrir los propósitos políticos y circunstanciales de la historia. Aunque la naturaleza de las fotografías se hace literaria (Silva, 2012), son utilizadas para contar historias, estas pueden ser manejadas a conveniencia, entonces no se puede solventar a totalidad la postura de que la imagen fotográfica ha estado al servicio de la verdad. Lo que en efecto se puede afirmar, es que la fotografía es una huella del presente que se diluye para hacerse pasado, es carne viva convertida en huella en el papel, el metal, u otro material, pero al fin huella y rastro. Democratiza un suceso para distribuirlo y ser conocido de manera masiva (Sontag, 2005). Testimonia sobre un acontecer al que se quiere conferir importancia, en este caso, un hecho importante en la historia de Colombia: la muerte de Pablo Escobar.

Se piensa que esta foto es icónica o es una imagen secular en Colombia por sus pretensiones de universalidad, produce asombro, miedo o empatía (Brink, 2003) la foto es poderosa porque habla de un hecho histórico conocido en el país y es dotada de credibilidad al ser circulada en prensa o medios de comunicación culturalmente legítimos para algunos: el periódico El Tiempo y la Revista Semana. Esta imagen se volvió pseudo anónima por la distribución masiva, colocándola en un marco histórico generalizado, es decir, fue digerida como prueba en la argumentación de los hechos. Transciende al tiempo, la muerte y el acontecimiento (Brink, 2003). No obstante, cabe preguntar ¿Qué oculta esta fotografía? Más allá del fotógrafo quien disparó el obturador o el hombre armado que disparó el gatillo, desconocido hasta el día de hoy, donde a partir de ello se entretejen una serie de teorías sobre la muerte de Pablo Escobar, como que prefirió suicidarse antes de ser detenido, que lo mató uno de los estadounidenses armados en contra del narcotráfico o que lo asesinó el mayor Hugo Aguilar a cargo del operativo militar; todas estas narrativas hablan de lo arraigada que está la imagen de Escobar en la población que aún se sitúa como mito.

Para finalizar, capturar es un acto ético, político y metodológico, el centrar un tema, establecer puntos de interés y disparar porque la composición guía el ojo humano. Al igual que encamina la memoria que vive en el futuro (Silva, 2012) pues es recordada por todos los significados con los que se dota a la imagen. Sontag (2005) señala que la fotografía implica apropiarse de lo fotografiado, esto es poseído simbólicamente por lo que la cámara dota de poder a quien la porta. Al igual que un arma que tiene el poder para doblegar a quien le apunta o a quién asesina, ambas detienen el tiempo y absorben a los cuerpos al pasado, como acertadamente dice Barthes (1989) cuando añade la fotografía como catástrofe en el sentido en el que hay una pulsión creadora y destructiva, un producto que nace y un instante que muere y es convertida en memoria visual, al ser, en las palabras de Dubois (2015) un index o índice que es una imagen que tiene una conexión directa y corresponde a la realidad misma, por eso tiene el potencial de cambiar la perspectiva de lo “real” o lo mundano, es causa y efecto de la irradiación de luz, una huella del ahora.

En conclusión, es inevitable el horror que produce esta fotografía que testimonia la muerte de El Patrón y exhibe el cuerpo de uno de los hombres más poderosos, paradójicamente este cuerpo sin rostro es el único que aparece con nombre propio para el resto de la humanidad. Fue sometido por un fusil y por una cámara, ambas portadas por manos cómplices de los acontecimientos. La foto es icónica por el personaje, en este sentido tiende a ser fetichizada como la teja en donde apoyó la cabeza Escobar antes de morir, la última pistola que usó con la que se quedó Hugo Aguilar, entre otros. Pues, Pablo Escobar dividió la historia del país en relación con el auge del narcotráfico, este claramente es el estudium con base a un interés generalizado; pero el punctum, en mi perspectiva, es el rostro ensangrentado que me conmociona, atraviesa o hiere, la fecha que según Barthes (1989) te punza y transforma, su aspecto no se distingue más allá de la sangre, pero todos sabemos que fue el matar la cara del narcotráfico en el país.

Por Sören Molano–Cajamarca

 

REFERENCIAS

Barthes, Ronald (1989) La cámara lúcida. Paidós: Barcelona.

Brink, Cornelia (2003) “Íconos seculares. Las fotografías de los campos de concentración nazi”. En Punto de vista, 76: Buenos Aires.

Dubois, Philippe (2015) El acto fotográfico. La Marca Editora: Buenos Aires.

Fontcuberta, Jean (2016) El beso de Judás. Gustavo Gili: Barcelona.

Segato, Rita (2016) La guerra contra las mujeres. Editorial: Argentina, Buenos Aires.

Silva, Armando (2012) El álbum de familia: la imagen de nosotros mismos. Universidad de Medellín: Colombia.

Sontag, Susan (2005) “Estados Unidos visto por fotografías, oscuramente”, en sobre la fotografía. Alfaguara: Bogotá.