Hormigas

 

 

I

 

Las hormigas trazan los nuevos senderos

del verano. Yo espero

a que suban a mi mano

y me señalen la ruta hacia el lugar.

 

Espero a que el calor ponga fin

a la amenaza: granos de azúcar

flotando en mínimos charcos

sobre la mesa, témpanos de otra era

de otra escala en la cocina.

 

Las hormigas conocen bien el oficio

coordinadamente dispersas

surcan el territorio, las inmensas llanuras

y los montes, los valles

las riberas dudosas de sus mares.

 

La hormiga ahogada en el trayecto, mírala

así flotando en una lágrima

tal vez solo sea una tragedia parcial

una apreciación dramática desmentida

por la hormiga misma

que carga con su hermana devuelta por las olas

su cuerpo reluciente

como un fósil en el centro nítido del grano.

 

Busco las palabras adecuadas

que no traicionen su fugaz empresa

su verano extremo, la búsqueda

del paraíso escondido

al interior de un azucarero de cristal:

 

escalar, escalar, conquistar la cumbre

contemplar, al fin, la incógnita

el alimento y el lujo sin retorno

 

la tierra

de diamantes.

 

 

 

II

 

Mala fama la de las hormigas

leo en el diccionario de símbolos de Cirlot

su aparente multiplicidad les juega en contra

y su pequeñez –dice–

resulta imagen para el hombre

de una vida deleznable e impotente.

 

No hay mención alguna del trabajo

(ninguna referencia a la noción de fuerza)

lo cual resulta, bien visto, un alivio

un respeto mínimo a una ocupación

no impuesta y tan natural como escapar.

 

Y es quizá eso lo que no toleramos:

un ciclo entero dedicado al esfuerzo

que no manifiesta atisbo alguno de dolor

un visible, explícito servicio, un sacrificio completo

a la comunidad, a la gloria de una reina

que dedica sus días a comer y engendrar.

 

Los entomólogos se debaten en saber

por qué hay colonias enteras capaces de suicidarse

adictas a un manjar secreto o corriendo

en un frenético tránsito ciego.

 

Nuestra incomprensión no las perturba

ni parecen ver en nosotros

lo que al parecer nosotros vemos en ellas.

 

Van en masa las hormigas, a la intemperie,

como palabras por las grietas del pensamiento.

 

Por Fernando García M.