SOBRE ESTAS COSAS

 

Sobre estas cosas yo siempre seré una tonta.

Algunos visten sus silencios más que como a un vestido,

más que en la superficie de la piel. Yo cargo los míos como a una

 

cicatriz que se esconde por vergüenza.

Hablo desde profundidades que no comprendo;

sin embargo, no puedo encontrar las palabras para esta angustia.

 

Demasiado poder es colocado en mi mano

cuando las palabras llegan fácilmente. Siento la forma

en que la gente está encantada y en calma: parezco reparar

 

algún dolor. Alguna sanación parece hacer que se queden.

Y, sin embargo, dentro del poder que poseo,

mis miedos innombrables permanecen. Quizás digo

 

en verso lúcido los terrores que confunden

en conversación. Tal vez soy una tonta

porque si los miedos fueran pronunciados perdería

 

los encantadores lenguajes de los que no elijo

más que las tinieblas de las que provienen.

 

EN LA NOCHE

 

Fuera de mi ventana, tarde por la noche, observo

y miro las estrellas, pero no las veo realmente,

y escucho los trenes, pero no los oigo claramente:

dentro de mi cabeza, me giro para permanecer

despierta, sin embargo, no estoy allí enteramente.

Algo de mí está afuera en el paisaje oscuro.

 

¿Cuánto soy yo, entonces, lo que pienso? ¿Cuánto lo que siento?

¿Cuánto el ojo que parece mantener rectas las estrellas?

¿Yo controlo lo que puedo contemplar

o es mi visión la que es dócil?

Giro dentro de mi mente, mi mente es una habitación de cuya pared

puedo ver la parte superior, pero nunca escalar completamente.

 

Todo lo que amo está, como la noche, afuera,

ideal para ser contemplado, luciendo como si pudiera

con un simple gesto ser insertado en mi cabeza

o en mi corazón. Pero mis pensamientos al respecto me

dividen de mi objeto. Ahora, en lo profundo de mi cama

me giro y el mundo se gira hacia el otro lado.

 

A UN AMIGO CON UNA VOCACIÓN RELIGIOSA

Para C.

 

Pensando en tu vocación, estoy colmada

de reflexiones sobre mi propia falta de una. No veo

dentro de mí ningún deseo de criar o construir

o tomar los tres votos rodeados de pobreza.

Y, sin embargo, tengo una sensación,

vaga e incipiente, sin simetría,

de propósito. ¿Es simplemente una apariencia?,

 

¿una especie de andamio que levanto

mitad por miedo, mitad por pereza?

Los poemas intermitentes llegan, ¿pero no pueden proteger

las áreas vacías de la soledad?

Sabes lo que debes hacer

para que la mera respiración sea una forma de bendecir.

Noches oscuras, tal vez, pero no hay días grises para ti.

 

Tus votos te envuelven. Debo hacer los míos:

ahora esto, ahora aquello, cada uno empírico.

Mis poemas parten de sentimientos aún desconocidos,

y cuando el poema está escrito puedo sentir

un destello, la paz de un momento.

La cortina será deslizada a lo largo de tu rejilla.

Mis silencios siempre son enemigos.

 

Sin embargo, con las mismas convicciones que tienes

(no carezco más que de tu vocación),

debo, como tú, creer en el amor perfecto.

Es la oscuridad, la oscuridad que me arrastra de regreso

a un caos donde

las vocaciones, las visiones, fallan; la voluntad se debilita

y yo quedo aturdida por el silencio en todas partes.

 

PARA UN HIJO NACIDO MUERTO

 

¿En qué ceremonia podemos 

adecuarte ahora? Si hubieras pasado

de una habitación cálida y ruidosa

a esto, habría un opuesto

desde el cual conocerte. Podríamos

imaginarte alegre

 

y luego mirar hacia el otro lado:

el ánimo extirpado de ti, la respiración

derrotada por el poder de la muerte.

Pero nunca te hemos visto recorrer

ambiciosamente el mundo que conocemos.

No pudiste llegar y aun así te vas.

 

Pero no hay nada ahora que estropee

tu claro rechazo a nuestro mundo.

No podemos en nuestros recuerdos moldearte

o distorsionar tu carácter.

Por eso, todo nuestro consuelo es

que el dolor pueda ser tan puro como esto.

 

LOS ENEMIGOS

 

Anoche cruzaron el río y

entraron en la ciudad. Las mujeres estaban despiertas

con luces y comida. Entretuvieron al grupo

sin preguntar qué habían venido a llevarse los hombres

o qué lengua extraña hablaban

o por qué llegaron tan de repente a través de la tierra.

 

Ahora, por la mañana, todo el pueblo está lleno

de historias sobre la rápida y oscura invasión:

las mujeres dicen que ni un solo extraño dio

una razón para su llegada. La intrusión

no fue para devastar:

la paz todavía es evidente en el hogar y en el campo.

 

Sin embargo, toda la ciudad es un lugar acechado.

El hombre que encuentra a otro habla con cautela. Viejos amigos

observan de cerca las miradas sinceras de sus rostros.

No hay calidez en las manos aceptando manos;

cada uno reflexiona: “será mejor que me esconda en caso de que

esos extraños hayan establecido sus hogares en mentes

por las que solía caminar. Mejor cerrar las persianas,

incluso si los extraños acechan en mi propia casa”.

 

✴︎

Por Elizabeth Jennings 

Traducción de Milena Arce