Me puse a escribir
para que la piel
se aliviane. Desaparecer
en la textura
de la luz, el agua
minúscula fisura
del tiempo
poema.
Movimiento de las manos
las teclas, los ojos
dulzura de un vaivén
que ni siquiera
dos mil ochocientas lecturas
de lo que permanezca escrito
lograrán domesticar.
Oleada de las palabras
fervor que es
otro nombre
del éxtasis.
Poema del paladar
succión, olores amados
cuerpo sin época
pulsación abierta
de un tiempo
reconciliado.
¿Dónde nace el poema?
A la luz de los días,
entra sin mí.
Conoce los resquicios de la crueldad
porque ahí se sitúa
solo
para darla vuelta.
–
Cielos de pájaros tenues
picos rosados, el aire
la costanera lejana
brumosa, un muelle
largo de madera muy adentro del mar,
la eternidad quebrada en alguna parte.
Doblar el mundo como un origami.
Eso quería.
¿Será?
Construimos la casa,
el humo blanco, el cielo,
el camino, el perfume
de las noches.
¿Crece sola la distancia?
¿Qué pájaro se comió el canto
de las nubes y le mostró al amor
los hilos?
Pero no decimos por qué,
hoy mismo,
con estos gestos tristes,
abrazamos otra vez
la piel de esas sombras.
Será que no se vive
de un principio y un final
ni siquiera de los textos anteriores.
Hay, nada
y un intervalo
de belleza
desprendiéndose.
El árbol
Dentro del rectángulo
de tierra removida
hay un enorme hueco vacío.
Ahora, los hombres de la municipalidad
cerraron la otra calle,
están podando
una nueva hilera de árboles.
Al nuestro
lo arrancaron entero.
Lo veo allá
en uno de los camiones
reconozco las raíces fuertes
desnudas
retorcidas en el aire
como si aún
buscaran la tierra.
Una mujer
se detuvo a mi lado.
Qué pena, dijo, era un árbol muy hermoso.
Me miró, no quise ser
un refugio para ella.
Ahora, trabajan en la otra calle.
Mi nueva vecina se ha ido.
Nunca quisimos saber
el nombre del árbol.
Talaron ese silencio suyo
todo poblado
de arañas diminutas.
No sé cómo contártelo.
La palabra
es eso que resulta
de la fricción entre la piel
y la intemperie.
Poemas por Sandra Sternischia
Fotografía por Laura Miconi