Desde su premier en 1960 en la ciudad de Nueva York, esta pieza de danza moderna —probablemente la más conocida— ideada por el bailarín y coreógrafo Alvin Ailey, se ha ido transformando en un tesoro cultural para los estadounidenses, amado por generaciones. Este espectáculo llevado adelante hoy por el Alvin Ailey American Dance Theater celebra, homenajea y refleja la herencia cultural de los afrodescendientes en Estados Unidos, en palabras del propio Ailey: “a veces triste, a veces jubiloso, pero siempre esperanzador”.[1] Basado en sus propias vivencias de infancia en Texas, muy conectadas a la espiritualidad, su Iglesia Baptista y la música gospel que nacían de estos encuentros, esta pieza dividida en Tres Secciones de una duración de 36 minutos —“Pilgrim of Sorrow”, “Take Me To The Water” y “Move, Members, Move”— combina la tradicional música gospel con la danza moderna para simbolizar todo el espectro emocional de la condición humana desde una perspectiva espiritual, transitando hacia una profunda tristeza hasta finalizar en algarabía.
No es la primera vez que Revelations es representada tecnología mediante. Han sido numerosas las ocasiones en las que los y las espectadoras han establecido una relación tecnovivial, definidas por Dubatti[2], desde que la CBS lo transmitiera por primera vez en 1962. Esta vez es el Lincoln Center quien nos alcanzó gran parte —se encuentra casi completa, faltando 3 min— de esta obra a través de la plataforma YouTube a finales de diciembre del año pasado. Y es importante destacar esto, que es una relación tecnovivial, incapaz de reproducir a la convivial por sus diferencias específicas, en particular aquí las que tienen que ver con las experiencias, porque se encuentra un elemento insoslayable que el espectador tiene que tener en cuenta a la hora de sentarse frente a la pantalla: además de la pantalla misma, las cámaras. Somos, frente a esta obra, espectadores de cine, no de teatro. Las cámaras modulan la actuación, la propia mirada —cómo ver, dónde enfocar, a qué no prestar atención—, el espacio, incluso nos dictan un tiempo, el tiempo.
Elemento también importante, fundamental en el espectáculo dancístico, el tiempo; ya que como nos dice Guzmán “la danza: exquisita creación de tiempos” (2014: 44). Cada Sección de Revelations, incluso cada coreografía dentro de cada Sección crea a través del movimiento de los cuerpos su propio universo[3], su propio tiempo-espacio: la danza, como acto performativo paradigmático, se caracteriza por la creación de tres cronotropos.
El primero, creado por el lugar en donde se realiza, sin tratarse solamente del espacio físico. Muy por el contrario, hay que considerar al contexto general, todo lo que está presente, todo lo que la cultura construye (saberes, lugares, momentos, etc), todo lo que la propia danza construye al mismo tiempo (Guzmán, 2014: 41): delimita un espacio (aquí también mediado por el factor cámara y pantalla). En la Sección “Pilgrim Of Sorrow” el espacio físico se reduce a su mínima expresión en el escenario, siempre concentrado con el auxilio de las luces cálidas casi con exclusividad sobre las y los bailarines, el espacio que crea la propia danza de tranquilidad triste, de plegaria súbita, movimientos y enfoques de la cámara sobre las manos, los rostros, hablándonos de la esclavitud, del pedido de libertad, de una salvación que esperemos esté próxima.
El segundo, creado por la duración y las cualidades de la obra coreográfica, que hace nacer su propio tiempo en este doble sentido recién dicho: en término de duración, acotado por definición, y en término de cualidad que le otorga al espacio (ritual o escénico). No existe un antes ni un después, sino un es (Guzmán, 2014: 42). En la Sección “Take Me To The Water” el tiempo no tiene corte, no hay una diferenciación tajante entre las coreografías como en las otras dos Secciones, y es la música, las canciones gospel, quienes nos dan la pauta de un tiempo determinado en duración; mientras que la escenografía, el propio escenario, se vuelve lugar ritual: las y los bailarines vestidos de blanco, los elementos de utilería también de blanco, las luces blancas y azules, los movimientos fluidos, ininterrumpidos, constantes de las y los bailarines, nos hablan del agua, elemento cambiante y fluido, de su fuerza de ritual purificador. Ya pasó el momento de la plegaria, con la anterior Sección, ahora es el tiempo de dar un paso más en el camino a la celebración de la Fe: estamos vivos, ahora, en este momento; somos, grita el escenario a través de la pantalla.
El tercer y último cronotropos, creado por el/la o las/los bailarines, es fragmentario e individual, porque son los y las propias bailarinas, cada individuo, quienes construyen este espacio-tiempo en la medida que se desplazan por el espacio en un tiempo definido. Ambos —bailarín y danza— son lo mismo, la misma cosa; esta dimensión es construida por el ritmo: todo movimiento lo lleva consigo[4]. Estos ritmos, al que hay que agregar el ritmo emocional, fundamental, aparecen porque son creados por los propios bailarines y por lo sonoro, la música (Guzmán, 2014: 42). En la sección “Move, Members, Move” la danza toma una libertad, ritmos, que antes estaban más restringidos, más constreñidos; el coro gospel también nos da la pauta de este cambio, más acelerado, más vivaz, más alegre. Las coreografías de esta sección son más sueltas, los y las bailarinas son muchos en el escenario, saltan, se agarran, y el ritmo emocional, de celebración, imbuye cada movimiento, incluso las expresiones faciales pasan por una transformación dictada por los movimientos corporales y la música: llegó el momento de la reunión, de la fiesta, de la celebración.
“El arte del espectáculo es (…) aquel donde el signo se manifiesta con más riqueza, variedad y densidad” nos dice Kowzan[5], tomando este signo diferentes formas: visual, lingüístico, acústico, material. Acaso por su propia naturaleza, en las Danzas Modernas está un poco limitado, el sistema de signos, ya que se observa una neutralización casi total de los elementos materiales para poner en el centro de la atención, en el foco de la acción artística, a las y los bailarines, que se mueven en espacios vacíos o cuasi-vacíos[6]. Es decir, los signos en espectáculos de danza como Revelations se ven concentrados en su mínima expresión, dándole total protagonismo a los y las bailarinas y sus movimientos, ritmos, tiempos. Todos los elementos que se encuentran presentes en la pieza son centrales a la codificación de los significados: el vestuario, la iluminación, la música, los pocos elementos de utilería, e incluso el despojado escenario.
Durante las dos primeras Secciones, y hasta la última coreografía de la última Sección, el vestuario es sencillo, monocromático, en colores tierra primero, concatenando con el theme de humano sufrido que pide salvación, pasando por el blanco de los pantalones largos y medio anchos, los vestidos con volados, ambos para dar movimiento, blanco símbolo de la purificación y el agua, hasta llegar a uno más elaborado que simboliza la reunión en una Iglesia Baptista del Sur profundo de los Estados Unidos: vestidos, abanicos y sombreros de principios de siglo XX para las bailarinas, pantalón, camisa y chalecos también de principios de siglo para los bailarines, todo en tonos claros, amarillos, maíz, que sin duda representan la alegría de la comunión, de la comunidad reunida[7]. A esto se le suma los elementos de utilería, no presentes en la primera Sección, remarcando con más potencia esta relación directa entre humano-Dios, humano-Salvación, mientras que en la segunda encontramos paraguas y telas que nos ayudan a sumergirnos en el agua, siendo los banquitos y los abanicos de la última el detalle primero para adentrarnos definitivamente en ese espacio de misa y festividad.
Por último, Revelations nos regala un espacio-tiempo que va pasando de uno triste, pesadumbroso, a uno atento, de reverencia, de felicidad, de esperanza, en etapas no del todo escalonadas, que se vale de la iluminación, a veces natural, a veces cálida, a veces opaca, o imitando a un sol de media tarde; del escenario desnudo; y del coro y los instrumentos de la música gospel (grabada con antelación) que, a veces con tragedia, a veces con júbilo, pero siempre con potencia, siempre reverberando en los huesos, en lo más profundo del ser, nos invita a levantarnos de la silla frente a la pantalla para también animarnos a danzar. Esperemos que pronto, y si tienen la oportunidad, querido lector, querida lectora, podamos hacerlo desde una butaca.
Por Paloma Larrondo
Bibliografía.
Dubatti, J. (2021). Artes conviviales, artes tecnoviviales, artes liminales: pluralismo y singularidades (acontecimiento, experiencia, praxis, tecnología, política, lenguaje, epistemología, pedagogía). AVANCES, (30). Recuperado de: https://revistas.unc.edu.ar/ index.php/avances/article/view/33515
GUZMÁN, ADRIANA. Danza: creación de tiempos Alteridades, vol. 24, núm. 48, 2014, pp. 35-45 Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa Distrito Federal, México.
Kowzan, Tadeusz (1968) “El signo en el teatro. Una introducción a la semiología del arte espectáculo”. Pp-121-153.
Pavis, Patrice (2000). El análisis de los espectáculos: Teatro, mimo, danza, cine. Barcelona. Editorial Paidós.
Fuentes
Información técnica y demás: https://www.alvinailey.org/performances/repertory/revelations
[1] La traducción es mía.
[2] Llama tecnovivial “a las relaciones humanas a distancia, desterritorializadas a través de una intermediación técnologica que permite la sustracción de la presencia física del cuerpo viviente en el territorio y la sustituye en el contacto intermediado con el otro por una presencia telemática y/o virtual, sin proximidad de los cuerpos, en una escala ampliada a través de instrumentos y máquinas” (Dubatti, 2021: 315).
[3] “(…) la organización del espacio y del tiempo es un resultado del aquí-ahora de mi cuerpo parado y alineado desde el centro de la tierra” (Dorra citado por Guzmán, 2014: 39).
[4] “(…) el movimiento es el modo de ser del cuerpo, del ser; la danza es el modo privilegiado del ser en movimiento: el ritmo es el modo de ser de la danza” (Guzmán, 2014: 42).
[5] “El arte del espectáculo es, entre todas las artes, y acaso entre todos los dominios de la actividad humana, aquel donde el signo se manifiesta con más riqueza, variedad y densidad. (…). En una representación teatral todo se convierte en signo” (Kowzan, 1968: 126).
[6] Pavis habla en realidad de danzas posmodernas. Como la diferenciación es a veces evasiva a conceptualizaciones fijas, y Alvin Ailey fue uno de los primeros bailarines y coreógrafos modernos, preferí utilizar el término “modernas” (Pavis, 2000).
[7] Al color amarillo se lo asocia con el sentimiento de felicidad.