Tengo una tristeza quieta
Tengo una tristeza quieta, instalada en cada célula,
Que duerme cómoda
sobre una almohada de nostalgia.
Tengo una tristeza lenta, que arrastra sus pasos
porque tiene tiempo
y anda sin prisa por llegar a ningún lado,
Porque está afincada donde debe.
Tengo una tristeza discreta,
Que llora en silencio cuando está sola
Y prefiere hablar en la intimidad de los sueños.
Tengo una tristeza punzante
Que atraviesa el alma de una punta a la otra
Y el dolor de su lanza quita el aire.
Pero también, tengo una tristeza dulce,
Capaz de recuperar recuerdos entrañables.
Una tristeza sincera, que ve con claridad y nada calla.
Una tristeza indulgente, que juzga mi debilidad con aquiescencia.
Una tristeza fiel, que me acompaña adonde vaya.
Una tristeza firme, que no permite que te olvide.
Una tristeza diáfana,
Que no se disfraza de enojo ni de furia ni de culpa:
Es pura y simple tristeza.
Es tristeza de saber que hay un vacío.
Es tristeza de saber que no hay retorno.
Es tristeza de querer darte un abrazo.
Es tristeza de imaginar qué hubiera sido.
Es tristeza de pensar qué habrías dicho.
Es tristeza de extrañarte tanto.
Y es triste aceptar lo inaceptable, pero sana.
Y es triste convivir con la melancolía, pero enseña.
Y es triste recordar tu risa, pero reconforta.
Y que, si bien es triste hoy no tenerte,
Más triste hubiera sido no haberte tenido.
Y es un consuelo el recuerdo de tu risa franca,
De tus abrazos cariñosos y apretados,
De tu hablar vehemente y testarudo,
De tu mano en la mía en mis noches de infancia,
De los hijos que criamos juntas,
Del amor que es enorme y para siempre.
Y creo que solo puedo soportar esta tristeza tan profunda,
Por toda la felicidad que siempre compartimos.
Como el universo
Como el Universo, así sos vos:
Caótico, infinito y misterioso.
Tus ojos salpican destellos fugaces
Como el titilar de las estrellas.
De mirada profunda y enigmática,
Como los agujeros negros
que trepanan el cosmos.
Dócil, me dejo absorber Y me hundo en ella,
Como un objeto celeste,
Sin rumbo y con destino incierto.
En mis noches más oscuras,
Imagino tus brazos que me envuelven
Como constelaciones espiraladas y lejanas.
Y la calidez de tu sonrisa es ilusoria
Como la de un astro muerto ya
Que aún persiste en su agónico fulgor tardío.
Amo el silencio que guardan tus labios
Así como el espacio sideral
Guarda el secreto origen de los tiempos.
Sos como un cosmonauta ingrávido
Que, suspendido en la inmensidad de la nada,
envía señales yermas.
Siempre triste,
Amo con locura irracional
tus cabellos rojos
Que se yerguen en remolinos iracundos
como tormentas solares.
Y amo tu piel de un blanco pálido
e irreal como la luna.
Y esa manera cruda, impávida
De decir que el amor no existe,
Como tampoco existe
Un lazo entre nosotros.
Yo me conformo
con la sentencia inapelable que imponés
Con tus palabras categóricas
Y con la sombra a la que me sometés
Como un eclipse.
Y me resigno a amarte a la distancia
Como un satélite fiel,
Circunscripta en una aberrante órbita cíclica.
Sos como el universo:
Ilimitado, inexplicable,
magnético y hostil.
Y yo, no sé por qué, pero te amo,
Si tu presencia solo me condena
al desconsuelo.
Y, a tu lado, mi ínfima existencia se reduce
A lograr robarte, en una improbable distracción divina,
Un ardoroso beso de cometa,
Como un arañazo de luz
En las tinieblas de tu vasta y remota soledad de universo.
Por Marina Gómez Alais