Season of the Devil – Develando la melodía autoritaria
“Frente a la tregua ideológica, el conformismo de los consumidores, así como la impudicia de la producción que éstos mantienen en vida, conquista una buena conciencia. Tal conformismo se contenta con la eterna repetición de lo mismo.”
(Adorno & Horkheimer)
Vale la pena una aclaración preliminar, esta es la primera película del filipino Lav Díaz que he podido ver. Dicho esto me adentro en Season of the Devil sin la pretensión de vincularla a sus obras anteriores o a su historia como autor. Esta película fue posible de ver gracias a que fue seleccionada en la sección Gala del reciente Festival Internacional de Cine de Valdivia. El largometraje dura cuatro horas y todos los diálogos son cantados, al igual que en un musical, pero sin música de fondo más que los sonidos del ambiente. La historia se enmarca en el auge de las fuerzas paramilitares en Filipinas, es decir, civiles que fueron dotados de poder por un líder fascista llamado elocuentemente Narciso, quien les entregó armas para hacer valer su autoridad. En ese contexto muchas personas de Filipinas intentan sobrevivir al régimen impuesto a la fuerza que asesina día a día a muchas personas, saquea las casas, reprime las movilizaciones y, en definitiva, viola todos los Derechos Humanos de los filipinos.
En la película aparecen representados tanto las fuerzas paramilitares como las personas que resisten a ellas, entre estas últimas está Hugo Haniway, poeta y militante, y su esposa Lorena, doctora que migra al pequeño pueblo de Ginto para poder ayudar a las personas más vulneradas. Hugo se queda solo y no encuentra inspiración para la poesía o el activismo, lo que deviene en una profunda depresión con su consecuente pesimismo frente al futuro del país en mano de los fascistas y la capacidad que pudiesen tener los filipinos para forzar otra dirección.
Lav Díaz emplea un cine de ritmo lento, planos largos en que la cámara permanece fija la mayor parte del tiempo privilegiando el movimiento de las personas. En Season of the Devil la fotografía está en blanco y negro, sin embargo esta no es una decisión meramente estilística, sino política, la misma película nos entrega el fundamento a estas decisiones: una de las primeras canciones que entonan los oprimidos en esta película dice “Si el mundo pierde sus colores, ¿qué hago con la primavera?”, Díaz -siendo esta una interpretación más que personal- opta por esta decisión ya que los colores se asocian fundamentalmente a la expresividad, el deseo, las emociones y la luz; todas ellas de alguna u otra forma son oprimidas y anuladas por los paramilitares y el fascismo en general. En ese sentido la elección del blanco y negro responde a la visión de quien no es capaz de ver colores en esta realidad tan triste y devastadora.
Pero la película no carece de expresiones, emociones, deseo, luz, rabia y esperanza, sino que todas ellas están presentes en el canto de sus personajes, a quienes la vía musical les permite ser catárquicos, violentos y nostálgicos sin la necesidad de seguir las reglas convencionales de una conversación, donde el guion juega constantemente con los matices del énfasis de las voces creando mantras colectivos que se repiten a lo largo de la película. La misma canción citada anteriormente dice en un verso posterior: “Si el mundo pierde la melodía, ¿qué hago con la lluvia, qué hago con las canciones de cuna?” Lav Díaz -compositor de todas las canciones, por cierto- siente que su mundo ha perdido no solo los colores sino también la melodía, y su solución es que la supervivencia de la melodía recaiga en las personas, por eso todos cantan, por eso quizás no sea tan rebuscado pensar en la razón de realizar solo diálogos cantados.
Una secuencia de la película puede entregar más elementos para este análisis, en ella una mujer adulta que escapa de los paramilitares comienza a hacer sonidos de pájaro sin que la película muestre una razón evidente para el ejercicio, ella lo hace un par de veces dentro de la película, siempre el mismo ruido, con la boca apuntando al cielo y las manos amplificando el sonido, busca comunicarse, o quizás está desesperada por alguna melodía, y quien más sino los pájaros -o los músicos del Titanic- pueden seguir cantando cuando la muerte se respira. Esta mujer, tomada por loca por los paramilitares, en su infinita sensibilidad se ha dado cuenta que incluso la melodía del mundo está desapareciendo y por lo tanto la estimula e interpela, buscando alivio o respuestas.
La música de los oprimidos es por supuesto distinta a la de los opresores, la primera mucho más lírica, la segunda repetitiva, y esto no es casual. La repetición prolongada de un estímulo definido puede inducir a la repetición de respuestas definidas, y en Season of the Devil hay un empleo conductista de la música entonada por los paramilitares a partir de una unidad sumamente específica: La. Ese La se repetirá hasta el cansancio como el discurso de la autoridad, pues en ese significante sin significado evidente se esconde justamente el vacío que posibilita la obediencia, y la repetición de ese significante llevado a una cadena musical: La la la laaaa la, la la lá, la la laaaa la será por tanto violenta. De a poco son los mismos oprimidos quienes comienzan a entonar la melodía de los opresores, sucumbiendo ante la musicalidad del discurso vacío cuando ya no quedan esperanzas, la autoridad de esta forma reprime la capacidad de expresión lírica que estos tenían en un principio adaptando su canto a la melodía oficial, la que no quiere decir nada más que lo que la autoridad quiera de ella, pues es mucho más fácil moldear lo que no tiene forma. Así la sola melodía que se extrae de un La es el principal dispositivo de opresión que tiene la autoridad en la película, ya que anula el discurso de los oprimidos dejándolos sin posibilidades de alterar el orden establecido. El empleo de la música por parte de Díaz posibilita entonces un amplio abanico de recursos, la utiliza pertinentemente como dispositivo autoritario o de resistencia, como vía a la catarsis o a la nostalgia, justificando el hecho de que toda la película sea “cantada”.
Ante la ola de fascismo que azota el mundo, Lav Díaz propone una película que lo mira de frente, que desnuda su crueldad, que interpela no solo a los filipinos a organizarse políticamente, sino a todos quienes vivimos en países susceptibles de alojar movimientos fascistas, algo que en Latinoamérica hoy está más presente que nunca desde que acabaron las dictaduras militares. Uno de los paramilitares le dice al poeta Hugo Haniway “tus palabras son inútiles en un país con masas tontas”, lo que puede ser cierto o no, pero Díaz responde a través de Season of the Devil como respondería Gramsci: “Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad”, coronando el canto como la única voz que puede alzarse, como lo que no nos podrán quitar, puesto que “en el final, ante la oscuridad del mundo, la única esperanza es la fuerza de nuestros corazones”.
Por Miguel Ángel Gutiérrez