LE PREGUNTO
¿Desde dónde sangra usted?
que no ha comido tierra
que no ha saboreado
lagrimas de sangre
y barro
Pequeño burgués
¿Hasta dónde se abre su herida?
sometido al tedio moderno
de la riqueza ajena
del sistema extractivista humano
tan real
como el desamor epistolar
como el desierto que separa
y abre horizonte
Yo le digo
que no sabe de carencia
no sabe del pan ajeno a la boca
de la carne como lujo
de clase
no sabe el vino como
ritual burgués
quitado a los proletarios
¿Qué sabe usted de carencia?
que no le ha faltado nada
que es solo suposiciones
que es solo turismo social
enajenado
Yo le pido cultura
no un concurso
le pido artistas
no hedonistas
no nihilistas
Deme algo
que me aferre a este trozo de
podredumbre,
deme algo que me haga tener
la ilusión de que vale
la pena amasar nuevos horizontes,
leudar esperanza
a ver si algún día
le saco un trozo
Yo los vislumbro ¿Sabe?
pero necesito escucharlo
necesito que
me
lo
diga
que hay un camino
que vamos a ganarle
al destino fatuo
a la miseria heredada,
a los dedos con barro
de tanto escarbar
A la biopolítica que tanto les gusta
conversar con una copa
de brandi en la mano
que les sirvió una
abuela de 67 años
sin la posibilidad
de no trabajar
Dígame
¿Cuánto cuesta ese kilo
de pan?
Dígame
pero dígame pronto
que se me va la paciencia
y el hambre
me invade hasta el contre.
Raros
Lemebel dijo que tenía cicatrices de risas en la espalda, yo las heredé ¿Sabe qué me pasa? Me pasa que cuando me miran en la calle, sienten un ficticio derecho a frenarme, es como si les debiera algo. Claro, les debo una explicación ¿Cómo se me va a ocurrir a mi andar así en público?
Aquí está mi cara, me gusta más “rostro”, suena más elegante y a estas alturas la elegancia es de lo pocos fuegos que puedo tirar. Entonces, aquí esta mi rostro, no, nadie me ha pegado, tengo una cicatriz enorme, parece que me hubieran metido una navaja en la boca y hubieran hecho fuerza hacia afuera.
Yo ya tengo 32, tampoco es que esté viejo, pero la crisis de la mediana edad se la dejo a los siúticos que tienen cabeza para angustiarse por la edad ¿Sabe cuáles crisis si tuve? unas de dolor que me hacían babear, perdí tantas veces el conocimiento. Parecía un algo, una cosa inhumana despreciable. Esa misma crisis aún las tienen niños como su hijo que va al jardín, pero que el único jardín que ven es el del patio del hospital
No se engañe, esa cueca solidaria que hace todos los fines de año no me convence ¿Sabe? Porque sé que “levántate papito” va a durar lo que dura la palabra “consciencia” en su garganta. Sé que se va a levantar para cumplir con ese baile mediático y evitar el juicio social. El resto del año son todos gordos, narigones, negros, chicos, pobres, rotos, inmigrantes, indignos y sucios. El resto del año su hijo hace comunidad para en grupo güebiar al gordo del curso. Yo no fui gordo, tuve la suerte de tener comida en la casa pa´no andar comiendo cualquier cosa en la calle.
Nunca fui a la disco con esperanzas, para mi era un ritual que había que cumplir porque es lo que hacen los adolescentes, y tenía amigos secos pa´la disco y uno es un animal social. Después entendí que lo mío iba por otro lado, que mi Tinder estaba en hablar de corrido y escribir medianamente bonito.
Un día decidí no suicidarme, pero respeto tanto a los que lo han hecho, porque puta que hay que tener el corazón apretado y la guata dura para apretar el gatillo, juntar las pastillas o sostener la soga. No se confunda, no soy suicida, tampoco homicida. Soy un weón normal que tiene un tumor en la cara ¡Perdón! en el rostro.
Y usted, pase de largo, mire que después de tanto bisturí y morfina, no le voy a tener miedo a sus trancas de infancia y a sus delirios megalómanos, bien sabemos que a estas alturas, el lastimero es otro.
PENSABA HACE POCO, en el pasillo del área de oncología, en el piso frío y blanco con manchitas cuadradas de colores irregulares como un tablero de ajedrez barato desteñido. Pienso en que mi pisada transcurre al mismo tiempo que el cirujano cierra la tráquea de una mujer de 62 años con cáncer a la laringe. Pienso en cuantas de mis pisadas calzan perfecto con las de otros enfermos que pasaron por acá mismo hace décadas siendo prisioneros de este mismo tablero de ajedrez blanco con manchas cuadradas, un negro geométrico distribuido en forma irregular, cuántas de esas pisadas no lograron desandar este mismo pasillo. Si las vetas de mi zapato calzan con las de los que pisaron antes, la conexión. Entre un enfermo y otro, la diferencia consiste en las pisadas que ha hecho calzar con las de otros, en los pasillos que ha debido recorrer y sabe que igual que ahora, el aire le sabe mal, la luz de la ventana le ciega los ojos, la voz de la enfermera le produce temblores, el semblante del médico le da desidia como todo lo que transcurre anclado a esas sábanas percudidas. Nada.
SOBRE LA CABEZA LA CULPA
un cuervo blanco asolándole el cráneo
se abre la chaqueta
y muestra el pecho
redondeado por la aorta,
una Palma muerta agita el viento
gotas de sangre en la yema de los dedos
un ave rapaz merodea
hace la seña de condena
las nubes son ovejas
que ríen de la escena
el martillo de los brujos
resuena al oriente
le golpea la escápula
para aturdirlo
sale el sol en algún lado
ESTE QUE SE MIRA
pero no encuentra,
sabueso perdido
sin olfato
de tanto encontrar,
Se adormeció
las fosas nasales
las zanjas del orgullo
la hendidura del ego
la aorta de la culpa
Yo visité la pieza oscura
desbaraté el cuarto propio
me cobijé en mi narcisismo
Boté la compasión
rompí el espejo
rompí en vómito
de bilis negra
Yo visité la penumbra
del ennegrecimiento
engullí penas ajenas
y me armé contra
la adversidad en forma
de fístula arteriovenosa
en tejido necrótico
babeante, hedoroso
de orgullo masculino
Visita mi celda,
traigo pan
unas hojas de té con canela
para suavizar la culpa
el asco penetrante
de la enajenación
que le regalé (por imposición)
Al que se me cruzó.
BATE LAS ALAS
rapaz el viaje
centellea antes de mirar
Por la penumbra abierta la pupila
Rapaces los vientos que la traen
rapaz la mirada, rapaz la huida del roedor
Siembra con las alas
de salvaje memoria
al aire el vuelo certero
de la mirada constante
la inexistencia de juicio
limpia la sangre
contaminada de excusas
Bate las alas
las alas rotas.
Por Jorge Cancino