Esta historia me la contó mi amigo de la infancia, Julio Baeza. Fue lo último que supe de él. Hace años que no lo veo. Una mañana, sin previo aviso, dejó un par de cartas, escritas a mano en hojas de cuaderno, debajo de la puerta de mi casa. Después
A las cuatro cerraban el bar, y el reloj, ese antiguo de la Orange Crush que lleva treinta años colgado en ese antro, nos indicó que faltaban cinco minutos y aún esperábamos que el Rulo volviera del baño. Con lo que le costaba mear, dos minutos eran, con suerte, poco
Estaba lloviendo y desperté sintiendo una punzada cerca del pecho, me sentí un poco ahogada, parecido a cuando te estás duchando y el vapor ha atiborrado la habitación. Eran las tres y cuarto de la mañana y los vidrios de la ventana estaban empañados. Hacía frío, pero dentro de la
La tierra era firme solo hace tres pasos, el barro maquillaba la punta de mi pantalón tieso. El lugar parecía conocido, además de los suelos empantanados y algunas vacas, habían árboles de albaricoque que aún no florecían del todo. Es primavera, pensé, recordando los últimos meses de frío, arrinconado en
Noviembre de 1979 y las turbulencias del avión sólo hacían presagiar lo peor. Vasos, cuadernos, galletas y monedas, todo vuela de un lado hacia otro. A lo lejos, se escucha un bebé llorar sin consuelo. Un hombre gordo y alto agarra sin permiso, mi brazo. Más allá, una abuela
“Deseo mostrar al mundo, clara y concretamente, Una serie de simples acontecimientos domésticos que, por sus consecuencias, me han aterrorizado, torturado y anonadado”. Edgar Allan Poe (Extracto de “El gato negro”) Tengo sangre… Sangre ajena que corre por mis manos y borrosa yace por mi cara. No puedo contener la
OLORES Comemos y nos cuidamos. ¿Quién nos cuida la desesperación? A veces la voluntad se tierniza y piensa este mundo como una ilusión favorable. A condición de que se queden los pies, de que los buques no lastimen. Ésta debe ser una tristeza urbana. Los edificios no dialogan y
Todas las noches lo mismo, el cuento de los gatos pobres que lo perdían todo por culpa de un huracán mientras la madre lamentaba que las sábanas blancas recién lavadas estaban llenas de barro y agujeros. Pur pur pur decían los gatitos en un llanto eterno sobre la casa derrumbada.
A estas alturas parece un privilegio haber crecido al lado de un potrero abandonado. En ese entonces era un lugar casi prohibido, nadie sabía muy bien lo que pasaba tras esa larga y delgada pandereta que separaba las casas pareadas de dos pisos. Mis primeros recuerdos sobre ese campo es
Nunca sabes lo que estás filmando. Chris Marker Digamos que Chris Marker era muy austero. Andaba siempre de overol. Era muy delgado, muy gótico, con las orejas pegadas hacia atrás. Era diabólico, en cierto modo. Un personaje muy raro. Patricio Guzmán Sepan que no miento. No voy a hacerlo