Fueron tres cuerpos, encontrados. Todos magullados y degollados a inicios de 1985. Uno de los miles de casos de violaciones de los derechos humanos durante la dictadura militar. Es la historia de un país, de un pueblo. De acuerdo con la RAE, comunión significa “participación en lo común” ¿Cómo somos parte de una historia, en la que quizás no vivimos todos los sucesos que ocurrieron de forma personal, pero, aun así, nos alcanzan cotidianamente los efectos de ese dolor?

La pieza de video arte inicia con una fotografía en blanco y negro que se intercala con un video de un hombre a sus espaldas. Este es otro hombre imitando a la fotografía, dándole movimiento, aquí el plano lo componen solo él delante de la cámara en distintas perspectivas: de frente, de costado, de espaldas. Tensión y relajo en sus músculos, se estira y se retrae y el video captura todas estas refracciones musculares. Se sube la polera, enseña su espalda, se contorsiona. Durante todo el video aparecen frases en la pantalla como: “busco en la oscuridad”, “intento imaginar”, “imaginar dolor”, “atravesando estos gestos”, “líneas de culpa”,“vuélvete y mírame”, “quiero arder, como tú ardiste”, entre otras. El hombre está de espaldas en la mayoría de los fotogramas, pero en contadas ocasiones se puede ver de frente poniéndose una venda. Debido a las sombras, no logramos ver su rostro, solo su torso, siempre contorsionando su cuerpo, cuerpo incómodo. Es como un proceso de exhibición anatómica, cuando un humano expone su cuerpo, como obra, como muestra de biología y fisiología, donde cada postura evidencia los distintos detalles de su corporalidad. No es natural, es una exageración del cuerpo, el cuerpo no se encuentra cómodo, así lo percibimos: ambiguo, misterioso, oscuro, sin rostro. Solo cuerpo

La fotografía es de Marcelo Montecino y se titula “En la vicaría de la solidaridad” (1983). Es una imagen real de un hombre mostrando sus moretones en la espalda en la oficina de derechos humanos. La fotografía está congelada en ese momento histórico: el del dolor. El hombre del video es el mismo artista, en sus palabras: “haciendo un esfuerzo por imitar los gestos de las imágenes de la televisión, proponiendo un diálogo físico imposible con la historia que no viví”. Las imágenes van apareciendo desvanecidas; cada vez se hacen más nítidas, de manera calma y lenta. Y se van así mismo, difuminándose poco a poco en la pantalla. Nos muestran y nos dejan de mostrar. Sabemos cómo los cuerpos fueron torturados, cómo y por cuánto tiempo, pero no lo sabemos todo. No podemos experimentar su dolor. “Intento imaginar”, dice Guillermo. Nosotros también. Por su parte, el sonido es ruido, profundo y suspensivo. Toda nuestra atención está en las imágenes. 

El video se va a negro. 

Aparecen metrajes pertenecientes al reportaje Informe Especial, del Canal 7, Televisión Nacional de Chile. Las imágenes seleccionadas se reproducen en un loop, en este hay una simulación del momento del asesinato, donde un hombre muestra cómo le entierra el cuchillo a una de las víctimas, mientras repite: “Saqué el cuchillo e hice esto”, entretanto, al centro de la pantalla, aparecen las frases: “háblame”, “atravesando estos gestos”. De forma discreta se escuchan sonidos de un clic, el sonido de una cámara capturando una imagen. El montaje sigue reproduciéndose, una y otra vez, se empieza a ralentizar, y se entrecruza con otra imagen borrosa de una mujer llorando. Las palabras en la pantalla continúan, son versos que el artista proporcionó al video, palabras mudas que interpelan. Las imágenes del reportaje están intervenidas, probablemente grabadas desde un televisor. Las imágenes se van superponiendo, la del simulacro, la imagen de la mujer y la imagen de uno de los culpables, todas tomadas del reportaje. Siguen apareciendo las palabras: “atravesando estas líneas”; “atravesando estas líneas divisorias”; “líneas de culpa”; “culpa asumida”, “asignada”, “rehusada”; “negada”.

El video se va a negro.

quiero arder,

como tú ardiste*

Guillermo es claro, él quiere sentir ese mismo dolor, su memoria, la memoria histórica no es suficiente, quiere arder. Y vuelve a aparecer la fotografía de Montecino, con un “arder”; “como una cicatriz”; “atravesando estas plegarias”. Son tres hombres los que aparecen en el video, el hombre de la fotografía, el hombre del video, y el del reportaje. Tres hombres anónimos, como los tres cuerpos encontrados. Y, al aparecer el video, Guillermo se dirige a ellos, a todos: todos los que son parte de esta historia, a los culpables, a las víctimas, a todos los que hacemos comunión hasta el día de hoy:

vuélvete y mírame

háblame

condéname

libérame

perdóname

tu eres mi cicatriz

solo tu mirada

solo tu voz

podría borrarla

Solo la voz y el perdón de los que no pudieron ser escuchados, podría borrar esa cicatriz. Que ellos se llevaron en su cuerpo, y nosotros en nuestra historia.

La primera vez que vi el video, carecía de contexto o información sobre de qué trataba. Al verlo, mi interpretación inicial consistió en tres elementos: la violencia, la ambigüedad y el dolor. Me llegaron desde una emoción o afecto. La conexión con el Caso Degollados no es evidente ni literal; si bien están los montajes del reportaje del caso, un espectador sin conocimiento previo difícilmente podría asociarlo. Los nombres de las víctimas no se mencionan, ni el título alude al caso. Hay una ambigüedad respecto a la especificidad del significado, lo que permite que el video tenga un mensaje aún más amplio, que trascienda su temática específica y genere un impacto emocional más profundo; algo que va más allá del significado explícito. El texto poético que aparece en el video es clave en este efecto emotivo, y para orientar a la recepción. Guillermo no está relatando, no está documentando, no está mostrando un testimonio, sino que son versos poéticos que nos invitan a empatizar. Es la poética de las palabras que permiten una ambigüedad a la vez de entregar un mensaje directo, palabras que son clave para la comprensibilidad, sin encasillar la significancia de la obra en un caso específico.

imaginar

imaginar los cuerpos

las posturas

imaginar dolor

horror

tortura

tortura

Tortura, tortura, nos recuerda el artista, su tono es directo, pero la tercera persona mantiene una ambigüedad deliberada: ¿se dirige a nosotros, a las víctimas, a un testigo imaginario? Esta indeterminación permite la universalidad del mensaje, sus palabras son aplicables al caso degollados y a todos los casos de violencia durante la dictadura, no solo porque no se ven rostros, sino que solo cuerpos, víctimas. Él mismo señala que la obra comenzó por un interés en el juego entre lo que se muestra o no sobre algunos sucesos: “me empezó a interesar qué es lo que se juega en la representación de la historia, qué se muestra, qué se oculta y cuáles son las contradicciones”. 

La violencia no solo se expresa en el lenguaje, sino que también en las imágenes: uno de los asesinos mostrando cómo asesinó a la víctima, el gesto mismo de violencia en loop, para que nosotros lo veamos una y otra vez, una y otra vez. El dolor, por su parte, se insinúa en la fotografía: no es necesario ver los rastros de la violencia en el cuerpo para ver que hubo dolor, se puede ver en la figura y en sus sombras. El video de Guillermo contorneándose, imitando la imagen, posicionándose en el dolor, en esos cuerpos: está incómodo, se mueve con tensión, como si quisiera salirse de su propio cuerpo, para encarnarse en ellos, quiere ser esos otros cuerpos. Un cuerpo que se distorsiona para poder ser otro, “proponiendo un diálogo físico imposible” como lo menciona él mismo, nos invita a participar. Nos convoca a esta comunión: para imaginar dolor, imaginar a los cuerpos, imaginar el dolor, no solo de un hecho preciso, sino como una experiencia colectiva.

El título también sugiere una lectura cristiana. La tríada siempre ha sido un componente de la mítica relación entre perpetradores y artistas; violencia, ambigüedad y dolor; tres víctimas: José, Manuel y Santiago. Todos nombres cristianos, debo agregar. La santísima trinidad. ¿Quién es el padre? ¿Quién es el espíritu santo? ¿Quién es Dios en el infierno mismo? El artista no es más que el cuerpo empático, el cuerpo doliente, el cuerpo que se transforma para entregar el mensaje. Un médium que trasciende la realidad: yo también soy esos: fuimos víctimas y perpetradores, dejamos que sucediera. Soy padre, hijo y espíritu santo. Soy violencia, ambigüedad y dolor. 

atravesando estas líneas

atravesando estas líneas divisorias

líneas de culpa

culpa asumida

Para analizar de manera más completa Comunión es necesario revisar la vida de Cifuentes y su historia en relación con el contexto de producción. Él no vivió la dictadura en Chile, por lo tanto, toda la historia la vivió desde una distancia. En 1973 emigró con su familia a Europa, mudándose de lugar en lugar, hasta finalmente establecerse en Ecuador. Volvió al país cuando ya era una democracia o se encontraba en vías de transición democrática. En este momento del país postdictadura es cuando comienzan a aparecer relatos e historias que habían sido ocultadas por la censura y el control. Los medios de comunicación empezaban a abordar temas que durante el régimen ya se sabían, pero que ahora se hacían públicos y se exigía justicia.

Pinochet pierde el plebiscito de 1988 y en 1990 asume Patricio Aylwin, iniciando la transición democrática, en donde de a poco el país va abriendo el diálogo acerca de los crímenes cometidos y comienzan los procesos legales para condenar algunos de los crímenes sucedidos en el régimen. Comunión refleja no solo un crimen específico, sino el miedo, la impunidad y la lucha por la memoria en Chile. Los 90’s iniciaron con la idea de democratizar el país, pero lidiando con heridas abiertas de la dictadura: asesinatos, torturas, desapariciones, robos, secuestros, entre muchas otras. Uno de estos casos fue el de los degollados que sucedió en 1985 y desde ese año comenzaron las investigaciones y el proceso legal para su resolución. En 1990 un comando del Frente Patriótico Manuel Rodríguez asesinó al coronel de Carabineros Luis Fontaine Manríquez, en venganza por el caso Degollados. Este caso mantuvo la atención de los medios de comunicación y la población y después de muchos años los culpables fueron condenados en 1994: finalmente la herida de este crimen dejó de estar abierta. Pero esa herida jamás iba a cicatrizar, y Guillermo lo sabía, ¿qué podía hacer para apaciguar el dolor?: pocos años después del cierre el artista comienza a gestar la obra.

Guillermo apareció en un momento de la historia del arte chileno donde el peso de artistas como Downey, CADA y Rosenfeld había marcado un antes y un después en el videoarte. En los años 90’s surge una generación de artistas vinculados al videoarte, como Claudia Aravena, Enrique Ramírez, Edgar Endress, entre otros, donde se encuentra Cifuentes, y que Olhagaray indica que comienzan a crear un nuevo lenguaje, experimentando con medios y voces mientras Chile transita hacia la democracia y se abre al mundo después de décadas de violencia y represión. Nuevas tecnologías aparecían y se volvían más accesibles para la población: ya no había límites respecto a lo que se podía decir o hacer. Estos artistas contaban con una nueva libertad creativa, nuevas tecnologías, nuevas plataformas y formaciones. Además, el acceso a técnicas, ideas y estéticas se amplió: la globalización, con internet y la circulación de culturas exportables, abrió un nuevo horizonte para estos jóvenes artistas para experimentar, probar y decir. 

Comunión se inscribe en esta búsqueda: cuestiona la representación de los hechos traumáticos, tensiona el límite entre el documento histórico y la creación artística, y plantea interrogantes sobre la memoria personal y colectiva. Allí “Guillermo se para ahí frente a cámara e intenta ponerse en el lugar del otro, con la humildad del que no vivió esa historia, pero qué busca de forma personal y subjetiva comprenderla” según dicen Lara, Machuca y Rojas, reinventa la representación del trauma o un suceso histórico aproximándose desde lo personal, mediante lo histórico y lo performático, mezclando registros verdaderos y creando nuevos, utiliza la estructura del videoarte como un gestor de afectos, de empatía. Comunión es una obra sensible, experimental, innovadora y poética sobre la memoria de la dictadura, en donde el artista se proyecta en diálogo con el suceso, intentando estar en donde no pudo, puesto que el video se realizó posteriormente al crimen, años después de que la dictadura militar hubiese terminado. La obra es valiosa porque transforma el cuerpo del artista en un territorio de memoria, donde lo político se vuelve experiencia física y subjetiva, donde la historia se entre versa con el individuo, y la vuelve universal. 

El autor, a través del video le habla directamente a otro, se introduce en un hecho histórico, dialoga con la historia y sus fuentes, representa un dolor que no pudo experimentar por su distancia con su patria, pero que siempre llevó consigo: encarnó la violencia, la ambigüedad y el dolor. Soy ellos dijo: víctima, victimario y espectador. Algo que solo un artista puede hacer, traspasar los límites del tiempo, viajar al pasado: representar las heridas de un hombre, de un pueblo, de un país, y que incluso ante eso, es enfático:

tú eres mi cicatriz

solo tu mirada

solo tu voz

podría borrarla

El video se va a negro. 

 

Por Evaluna Torrealba

 

*Todos los versos que aparecen en el texto son las oraciones que van apareciendo en el video transcritas.