Escribo esto con resaca. Creo que Iván Rojo se pondría contento de saberlo. Creo que le caería bien saber que me junté a cenar con compañeros del trabajo y que tomamos vino hasta la madrugada. Una especie de sindicalismo fraternal. Una escena que podría estar en uno de sus poemas. Soy un lector de Iván Rojo, uno más entre muchos. Y nos imagino como una multitud: un ejército silencioso de lectores de Iván Rojo, como el cristianismo primitivo o el peronismo proscripto, lectores en catacumbas digitales. Porque su poesía genera lo que hace la buena literatura: ganas de leer y de escribir. El primer verso suyo que leí fue: “Mi primo Jorge, down profundo, era un pedazo de pan”. Un tiempo después lo escuché leído a los gritos por mi amigo Julián Forneiro, notablemente ebrio, en algún ciclo perdido del conurbano sur. El personaje del primo, que estaba en su libro anterior En busca de Jack White, vuelve a aparecer en un poema de La Flama. El evangelio según Jack White.

Tengo la sensación de que Iván Rojo escribe mientras duerme. Y no lo digo por las imágenes de sus poemas que a veces son surreales, que tuercen la realidad y se vuelven borrosas. Lo digo porque pareciera que nunca deja de escribir o, lo que es lo mismo, que siempre, todo el tiempo, está escribiendo. No sé cómo será escribir en un país con monarquía parlamentaria, pero creo que Rojo es un poeta latinoamericano nacido en España. Y no lo digo por corrección política ni en aras de un chauvinismo regional. Me parece que hay una emocionalidad compartida. Rojo pertenece a la misma generación que el mexicano Ángel Ortuño o nuestros Alejandro Rubio y Carlos Busqued. Hay algo en su literatura que los une. También la poesía del peruano Mario Montalbetti se podría sumar a ese grupo. El extrañamiento sobre lo cotidiano, por un lado, pero también el trabajo sobre el ritmo en la escritura y la vida que pasa.

Algunos de los poemas de La Flama circularon primero en Facebook, durante y después de la pandemia. Uno de estos textos de Facebook, que yo sepa, no está en ningún libro. Empieza así:

COCODRILOS

Es necesario un camión para transportar un cocodrilo adulto de zoo a zoológico.

Un camión de considerable largura pero un camión al uso, en definitiva.

Es muy probable que alguna vez hayas adelantado a un camión con un cocodrilo dentro de la caja.

Este me parece un ejemplo ilustrativo de un rasgo de su poética: Rojo escribe sobre todo, sobre cualquier cosa (“Hay que escribir para los otros, para cualquier otro, para todos los otros”). Pero al mismo tiempo, hay una selección muy afinada del tema. Posa la mirada en lo que a mí me gusta denominar “situaciones o datos Iván Rojo”, que se pueden presentar en cualquier momento de la vida cotidiana. Menciono un par de casos que se me ocurren:

1) El video de la instructora de fitness bailando en Birmania mientras se estaba dando un golpe de Estado en 2021.

2) El boxeador camerunés de 24 años que se llama Bocas Junior porque su papá es hincha de Boca.

3) En octubre de 1959, en las elecciones municipales de San Pablo el pueblo aplicó el voto castigo y eligió a Cacareco, la rinoceronte del zoológico de la ciudad, que sacó más de 100 mil votos y fue la candidata más votada.

4) Onoda y Nakamura fueron los dos últimos soldados japoneses en rendirse después de la Segunda Guerra Mundial, recién en 1974. Onoda pasó casi 30 años en la selva de Filipinas.

5) El filósofo francés Michel Foucault probó el LSD en 1975 en el Valle de la Muerte, en California.

A Rojo, datos de este estilo le sirven para pensar y escribir. La pregunta sería cómo construir imágenes y experiencias estéticas en una época bombardeada de imágenes. Escribe desde una identidad difusa, que no termina de ser un narrador, pero tampoco un yo poético. Y desde un realismo sucio que parte de un objeto, una escena o un recuerdo, que se repiten y se expanden. Y que se mueven, como su auto, el Dacia Sandero que aparece una y otra vez. En estas tierras, hablar de un español realista nos hace pensar en la época colonial. Pero acá estamos pensando en una imaginación que trata de repensar la realidad. 

En literatura, hay diferentes tipos de realismo: el realismo a secas de Balzac, Flaubert y Dickens, por ejemplo; el realismo social, como el de la Unión Soviética o el que practicaba el grupo de Boedo; el realismo mágico del Boom latinoamericano; el realismo crítico en la poesía de Juan Gelman; el realismo delirante de Laiseca; el realismo atolondrado de Cucurto; el realismo moral de Alejandro Rubio y el realismo sucio de Bukowski y Carver. Pienso que Iván Rojo hace un realismo distinto. Le podríamos decir realismo absurdo o realismo alternativo. Una forma de representar la realidad que toma en cuenta que la realidad se puso rara. Por eso, además de ser una vertiente del realismo sucio, de lo desencantado, el realismo se distorsiona e imagina otras realidades, al mismo tiempo que presenta el desorden y el caos del que estamos hechos.

Su literatura pertenece al arte del siglo XXI, que se inauguró con la restauración del Ecce Homo de Borja justamente en España allá por 2012, a manos de Cecilia Giménez Zueco. Por eso, sus poemas captan muy bien la velocidad del meme y lo arbitrario en la generación de contenido de la Inteligencia Artificial.

La suya es una poesía sobre la identidad en un mundo líquido. El yo poético está diluido (“Desintegrarse en los poemas. Desvanecerse sin dejar rastro”), como en el poema que se encuentra con otro paciente de nombre Iván Rojo en una sala de espera, llamado por el médico. O el de la cuenta de Facebook clonada con su mismo nombre. La tradición desde la que habla es literaria, pero también hay referencias de la música, del cine y de la cultura pop en general. Sus textos comparten la atmósfera de las películas de los hermanos Coen con el realismo sucio de Carver. Hay un uso del humor que equilibra el peso que, por momentos, puede tener cierto dramatismo. Y a veces, el uso de la segunda persona le habla al lector y rompe la cuarta pared.


Son poemas en prosa, narrativos, con títulos que traicionan y rompen la expectativa. Un ejemplo, que también sintetiza su poética:

LOS QUE REPTAN VENCEN

No escribo poemas de amor porque solo existen los poemas de amor que no existen: los poemas de amor que escribiría un Terminator T-800 en 1984 sentado en lo alto de una loma verde muy verde, verde videojuego, desarmado y sin una pierna, sin un brazo, dándole vueltas al tarro en mitad de un pasado que no conoció, en mitad de una nostalgia que no puede entender pero lo intenta, mientras el futuro para el que nació se hunde en la tierra.

Otro poema inédito, que escribió sobre la caída de Facebook, Instagram y WhatsApp el 4 de octubre de 2021:


LAS ARDENAS

Por lo visto se cayó Facebook. A escala planetaria. A mí no. Estuve aquí todo el rato, online, tan solo como de costumbre, a lo mejor un poco más, muy poco. Es bonito Facebook vacío. El silencio. El viento. Porque hay viento en Facebook, y trae un olor como a campos quemados. Hay viento y gorriones, lo juro. Y jabalíes azules que al anochecer bajan de las montañas a escarbar en el jardín de nuestros perfiles. El mío lo respetaron. Quizá porque me senté en el porche a esperarlos armado con el cayado que me dejó mi abuelo. Cuando tiraron de vuelta p’arriba me subí al Dacia y eché a rodar a través de la oscuridad tecnológica. Ya digo: es hermoso Facebook desierto. Hermoso como una ciudad confinada. Precioso como una ciudad inventada. Como Seseña. Como un cementerio. Como lo que es.

En una entrevista de 2014 por su primer libro Pantano, Rojo decía que en esos cuentos reflejaba “la estrecha línea que separa la grandeza de la miseria en la vida de la gente corriente” (…) “Se refleja, asépticamente, un fragmento de vida”. Y sobre el punto de partida de su escritura, señalaba: “La observación siempre es el detonante de mis historias”. También esa vez habló sobre la poesía: “La capacidad sintetizadora de un poema es insuperable. Y además, al menos en mi caso, los escribo de una manera más intuitiva que los relatos”.

Sé que es español y es abogado. Publicó dos libros de cuentos, una novela y varios libros de poesía en España y uno en formato digital, Finlandia (recomiendo). Tiene una novela que creo que está inédita, West. Pero tengo la sospecha de que Iván Rojo no se llama Iván Rojo. Que el apellido de color es una suerte de homenaje a Jack White, del que es un apóstol o exégeta a través de estos libros. Tal vez, en definitiva, se trate de eso: del rojismo, el surgimiento de una religión poética en la que todas las imágenes sean posibles hasta preguntarnos qué fue primero: ¿la realidad o el poema de Iván Rojo?

Este texto fue leído en la presentación del libro “La Flama. El evangelio según Jack White” de Iván Rojo, publicado por La Carretilla Roja, junto a su editor Mauro Quesada en el bar La Cigale, Buenos Aires, el miércoles 11 de septiembre de 2024.

Bonus track


Un poema publicado en un blog, que dialoga con uno de En busca de Jack White:

WERNER

Cuando me siento perdido, cuando no entiendo nada, mi voz mental es sustituida por la de Werner Herzog, digo que me oigo pensar con la voz de Werner Herzog, digo que si estoy en el súper preguntándome seriamente: ¿cuántas marcas de mostaza exige mi felicidad? que si estoy en el delfinario preguntándome solemnemente: ¿Son inteligentes? Estos animales, ¿de verdad lo son? lo hago con la voz en off de los documentales de, efectivamente: el puto Werner Herzog, digo que no hablo inglés y sin embargo me oigo pensar fluidamente en inglés con marcado acento alemán, esas erres ruidosas y tranquilas como tractores que siembran mi cabeza de preguntas sin respuesta ¿Por qué algunos pingüinos enloquecen de frío? ¿Tiene un hombre derecho a llamar Cindy a un osezno? ¿Quedó el artista rupestre satisfecho con su legado? ¿Alguna vez fue secreta la fórmula secreta de la coca-cola? y me guían con firmeza a través de la perplejidad, digo que es un poco raro oír a Werner Herzog en tu mente pero algunas cosas mucho más.

 

Por Julián Berenguel