De vez en cuando volvemos a rememorar que en las cavernas de Lascaux, así como en las cuevas de Altamira, se inició eso que llamamos arte. Que en sus paredes, llenas de figuras ensayadas unas sobre otras, se intentó captar a los animales en su esencia, robarles aquello que los hacía fuertes, hacerlos parte de un ritual. Desde ahí abundan los mitos y las explicaciones: la mayoría tiende a decir que rayar es también conjurar. Que la escritura es en sí misma el soporte mágico por excelencia.

Paisajes de Laverna (Traza, 2023), la segunda novela de Carlos Leiton después de Casta diva (Cástor y Pólux, 2021), intenta captar el trazo de la escritura. Por ejemplo, en el caso de El lenguaje es un arma de largo alcance de Flavio Dalmazzo (Pez Espiral, 2020) se intenta traer los rayados del estallido repartidos en la ciudad a la tipografía impresa de un libro. En este caso, los rayados y graffitis se introducen directamente a la hoja. La operación de los muros es diagramada en el blanco de las páginas. En ese gesto, así como los subtítulos del libro caligrafía, cómic, línea rota, calle Víctor Manuel, Leiton nos indica una propensión al montaje y la vuelta a lo elemental de la letra. Sacar, reacomodar, recuperar, copiar, remover. Así como en la cueva del culto a Laverna, deidad romana de los ladrones, estos paisajes son la entrada a otra ciudad dentro de la ciudad, una ciudad vernácula que también propone otra literatura dentro de la literatura chilena.

La novela descoloca desde el primer momento: el lenguaje enrarecido y la multiplicidad de voces generan una sensación de intemperie, al compás de un imaginario del descampado. Los personajes Víctor y Ada realizan un intercambio anónimo de caligrafías poéticas firmadas por fotos de graffitis y rayados. Este canje es realizado en la basura de la esquina: “En busca de tesoros de niño para descifrar la inscripción de nombres” (p. 67). Diría que el argumento no es lo más importante. Los puntos críticos subyacen en la ciudad que no es nombrada, ese afuera del texto, la atmósfera que rodea el relato que se construye a partir de un barroquismo quieto de la frase corta, si no de una palabra cada vez. Son pedazos repartidos, dispuestos a partir de una rotura previa en lo dicho.

Estas búsquedas me remontan a la plaza que se construye en Lumpérica (1983) de Diamela Eltit, o las calles de El paradero (1989) de Juan Balbontín. Por forma narrativa, quizás, pero esta vez el ambiente tiene más de fantasmal. Los persecutores se han desvanecido, o convertido en un rumor tenue y denso que colma la ciudad. La precariedad acecha en la forma de una mitología voraz. Ya no hay plazas principales: “Laverna no es más que estas plazas desconocidas” (p. 133). Pero sobre todo con fuerza se hace presente entre líneas la poética de Guadalupe Santa Cruz, ecos de sus novelas Salir (1989) o Cita capital (1992). La ciudad del exilio permanente, de la fuga y el desvío, la ciudad que nunca es reducida. La pérdida de puntos de referencia privilegiados y la reivindicación de una narrativa a contrapelo de una trama central que nos dictaría qué está pasando realmente en todo momento. El autor dice que hace diez años Guadalupe leyó las primeras versiones de este texto. Se emana la influencia de esta escritora en todo lo que vibra por las superficies de la novela.

Si en Casta diva (2021) Leiton trama la narración en los interiores, en Paisajes de Laverna (2023) nos lleva sobre todo por los exteriores. Lo que se sigue urdiendo en esta escritura, arriesgada en su forma y exploraciones, es una vocación al preciosismo que puede mezclar a Bach en un basural. La cita como una calcomanía, el guiño permanente del tatuaje, la borradura de una historia a punto de quebrarse como si fuese Lana del Rey. Digo que en la elección de palabras se juega el destino del relato. La nada impronunciable que agobia la atmósfera, toda la ruina cavernaria se fusiona con el esténcil de El exorcista o las frases escritas de los baños. Postales de sobrevivencia en el lenguaje de un coleccionista, la belleza quebrada de un montajista. Qué nos quedaría, con los caminos cortados, sino recuperar cada vez una palabra tan rara en los basurales que ha dejado la historia incluso todavía reciente.

Sobre:

 

 

 

 

 

 

 

Paisajes de Laverna, Carlos Leiton

Octubre 2023

Traza Editora

175 pp.

Por Drago Yurac