Así empieza Tango Feroz: “No se confundan, no tengo nada que dar”, con un joven Fernán Mirás de camisa batik y chaleco corto, que se le planta a un policía guitarra en mano y es empujado hacia atrás en cámara lenta. “Voy sin fichas ni monedas por este gran carnaval”. La siguiente escena transcurre en la comisaría. Ahí conoce a Mariana, interpretada por Cecilia Dopazo. Faltan solo unos minutos para la peor escena de la película, la menos lograda, la más inverosímil y por eso una de mis preferidas: Tango se arranca una manga de su camisa batik. Una camisa preparada para romperse bien fácil y exactamente por la costura. “Perdí la prisa y la calma. No tengo oficio ni ley”. Justo antes de que esa escena llegue, vienen las tocadas de culo (tan simbólicas como los trenes pasan en las transiciones). A Mariana la toca el policía y ella le devuelve la tocadita. Y justo cuando está a punto de recibir la reprimenda aparece él, que estaba allá por el fondo, y la seguía con la mirada. “Yo soy tan solo un fantasma meando en la sopa del rey”. Y eso es lo que va a hacer durante toda la película: mear en lo intocable.

¿Por qué habrá elegido Marcelo Piñeyro poner en boca de José Alberto Iglesias (más conocido como Tanguito) tantas canciones que no le pertenecían? Me pregunto si habrá sido una forma de compensar “La balsa”. Lo importante es que en ese proceso se creó uno de los temas más increíbles del rock argentino: “Tango Feroz”, compuesto e interpretado por Ulises Butrón.

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Del famoso caso La Balsa siempre habrá dudas y bandos. Lo que sabemos con seguridad es que para Tanguito este mundo no estaba abandonado sino que era un mundo de mierda. “Estoy tan solo y triste en este mundo de mierda”, empezaba la versión original. En el final del disco Tango aparece el famoso “En el baño de La Perla del Once compusiste La Balsa”, repetido una y otra vez por Javier Martínez. Él insiste en que la grabe y Tango se niega: “Pero no, no quie… no tiene nada que ver cantarla”, dice, y ante la insistencia de Martínez termina por entonar el tema en una voz triste. Y con la nobleza de usar la versión de Nebia.

A falta de su presencia en el disco Tango, la palabra “mierda” aparece en la película una y otra vez. La palabra prohibida y robada. Abandonada, quizás. La escribe por los túneles del subterráneo. Mierda mierda mierda mierda mierda mierda mierda. Es su palabra. Es su mantra. Tiene un aerosol en la mano. Y Mariana no está. Está solo y enojado. Como un chico que se encapricha y pinta las paredes de la habitación para vengarse de sus padres, Tango pinta en lo más bajo y hace un berrinche a lo grande.

“Los paredones de Buenos Aires no tienen sur ni después

Malena canta en el fango como en la luna

y en el cemento crecen los muertos que el subterraneo

escupe en Constitución. Rajá, turrito, rajá.”

Mierda. Los túneles del subte escupirán esa palabra. Decorarán el viaje de los transeúntes. De los viajeros apretados. De los empleados de los jefes que viajan en auto. De los obreros y oficinistas. De los músicos callejeros y los estudiantes de teatro. De los chicos que arrugan su guardapolvo. Mierda. La palabra que no decora a todos, solamente a la mayoría.

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Tintes de feminismo setentero se infiltran en la película. “Por qué no me preguntás sobre la guerra de Vietnam. ¿Estás enamorada? ¿A los machos les preguntás eso? Andá a cagar”. Los roles femeninos, aunque no son muchos, son importantes. Y esa importancia es intencional. No sé si Tango era feminista, o si sus amigas lo eran, o si Marcelo Piñeyro lo es. Pero no quedan dudas de que el feminismo fue parte de la leyenda. Mientras tanto, en Video Match, un tipo de galera le pide a una mujer que “le pele la banana” y a continuación le aspira la camisa hasta dejarla en corpiño. “Las señoritas actúan como si no tuvieran culo”, el personaje del Ruso contrasta con las mujeres del grupo: orgullosas de su sexualidad. La liberación sexual en la juventud de los setenta también aparece en la fiesta en el club, donde los mayores huyen indignados por una canción en extremo explícita. Canción que hoy podría parecer machista. Pero, ¿molesta que Tango diga que le gusta ese tajo? Si después va a promover el cunilingus a diestra y siniestra durante dos horas y diez.

Tango era moreno, de labios gruesos. Labios que se aprecian en su esplendor en las fotos tomadas en los setenta para el disco Ramsés. Una boca semiabierta, redonda y sugerente (si la mirás durante mucho tiempo podés llegar a obsesionarte). Es cierto: es un poco extraño que Fernán Mirás se diga así mismo “negrito”. Tampoco tiene sus labios. En lo único que se parecen es en la melena. Pero era lo único que hacía falta.

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Las similitudes y diferencias entre la realidad y la ficción son numerosas. Pero el ángulo que toman los propios músicos de la época para denigrar la imagen de Tango es bastante peculiar. No son pocas las entrevistas en las que remarcan la adicción de Tango: que se pinchaba, que era irrecuperable. ¿Un rockero adicto? Dios me libre. Es interesante escuchar el sistema de castas que construyen. ¿No fueron los rockeros los que hicieron de la droga un valuarte? ¿O fue solo un marketing intenso? Los relatos para denostar la leyenda son inconsistentes: unos cuentan que a Tango le hacían bullying en La Cueva mientras que otros lo excluyen de ese reinado del rock alegando que no podía entrar porque era menor de edad. Remarcan que no era un idealista sino un perdido. Que no tenía compromiso social ni político. Ellos también crearon una contraleyenda. O les hubiera gustado ser ellos los héroes. O a final de cuentas esta sociedad sigue siendo clasista, y discrimina al “negrito” que se pinchaba, frente a los que ya la habían hecho y aspiraban de la buena. La heroína es peor que la merca. Es la peor de todas. Sí, todos vimos Trainspotting. Pero, ¿la vulgaridad de la pirámide de las drogas es atribuible al adicto? Mierda. Ojalá su mantra no fuera tan extensivo.

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Tango no encajaba. Quizás era un paralelogramo en un mundo cuadrado o redondo, pero inflexible. Un torcido, digamos, que no tenía lugar en el encastre del mercado, de los cuerdos, de las drogas correctas. El de la peli es un idealista. El de la realidad era un raro. El de la realidad llevaba sus cosas en una bolsita y se las revoleaban en la Cueva por encima de su cabeza. El de la realidad jugaba a robarle los discos a Spinetta. El de la realidad se inyectaba heroína. El de la realidad tenía una madre y un padre. El de la realidad era pobre. El de la realidad no encajaba y merecía una leyenda pero un poco inventada, porque su verdad tampoco encaja entre las leyes de las leyendas. Quizás Tango era líquido y se filtraba por todos lados. Pero eso tampoco es “encajar”. ¿No?

Quizás Tango fue la versión en carne y hueso de La Plapla. Por eso lo guardaron en una cajita. La sinopsis del cuento más espectacular de María Elena Walsh es más o menos así: Felipito encuentra una letra que baila, se lo cuenta a la maestra y ella le dice que dibujó una Plapla. En la escuela se arma un revuelo terrible y deciden que si algún chico, por casualidad, vuelve a dibujar una Plapla, se la encerrará en una cajita para que nadie la vea. Las letras no deberían bailar, y si bailan, nadie debería verlas porque causarían problemas. La moraleja es clara. ¿Qué es una Plapla? Eso queda a consideración de cada lector. Renglones rectos y letras quietas. Orden. Psicofármacos. Electrochoques. Silencio. Renglones rectos. Todo lo demás: oculto.

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—Escuchame, voy a tocar un tema que se llama La balada de Ramsés Séptimo.

—¿Quién es Ramsés Séptimo?

—Yo

—¿Vos sos?

—Sí, todos

—Vos sos Tango con H intermedia

Tango se llama a sí mismo Ramsés. Tenía un fanatismo obsesivo por el faraón egipcio Ramsés II. Él cambió ese II por un VII. “Séptimo” porque le gustaba componer acordes con séptimas dominantes. Pero el faraón Ramsés Séptimo también existió. Wikipedia dice que fue un Faraón de la Dinastía XX. Y que su actividad principal fue “la construcción de su propia tumba en el Valle de los Reyes”. Quise sacar alguna conclusión sobre esto. Pero solo pienso en las vías del tren y si esa habrá sido la que Tango construyó como su tumba o si su muerte fue tan solo un accidente.

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“Tanguito era el único que se animaba a salir con una guitarra a la calle, porque te paraba la policía” dice Charly García en una entrevista. También dice que él le dio un “aire de Tanguito” al rock. Charly reconoce a Tango como un rebelde. No dice que estaba comprometido políticamente o que era el number one de la militancia. Dice que sacaba a pasear las cuerdas aunque fuera peligroso. Si eso es un valor o no, queda a consideración de cada uno, pero Piñeyro no mintió. La bajada de la peli es “La leyenda de Tanguito”. Uno de los significados que da la RAE sobre el término “leyenda” es: Relato basado en un hecho o un personaje real, deformado o magnificado por la fantasía o la admiración. Sí, claro que es una película repleta de mentiras. ¿Por qué a algunos les molesta tanto la construcción de este héroe? Si vas a contarme una leyenda como esa: mentime. Que este mundo de mierda está hasta arriba de verdades hipócritas.

Por Marisol Carbajal