Cuando niña conservaba un ritual de despedida.
Un gesto inocente corrompido por los noticieros nocturnos.
Un miedo instaurado que me recorría el cuerpo antes de dormir.
Fantaseaba con accidentes matutinos que podían arrebatar mi cotidianidad.
Decir buenas noches con extrema devoción.
Única forma de conciliar el sueño.
Imaginar que un adiós premeditado amortiguaría la pena que padecería con los años.
Sigo sin experimentar la muerte.
Pero ya no me despido.
Para Milagros Abalo la muerte llegó sin aviso, un accidente significó el quiebre y la pausa de toda frecuencia: “Éramos vírgenes de la muerte, nada sabíamos de ella, nada queríamos saber”. Su libro publicado en junio de 2021 por Mundana Ediciones, funciona como un registro experiencial sobre el dolor que yace en una efímera partida. A través de un ejercicio de escritura que combina el verso y la prosa, junto al retrato de paisajes en blanco y negro, Abalo nos invita a ser parte de su propio tránsito, aceptación y negación. Un viaje por los recuerdos que sobrevienen cuando los objetos y los detalles oscilan a su alrededor, cuando los observa con detención, incluso cuando intenta resistirse irrumpen como llagas que la dejan suspendida en un tiempo y espacio ficticio, inanimado, desorientado: “Escribir un nombre y que no haya un cuerpo asociado a ese nombre. Cuesta atravesar los lugares comunes, decir el nombre de la primera muerta. Tenemos una, decimos en los días de calor que tanto debilitan. La noche no trae consuelo y se ahogan las palabras. La pena que todo lo permea saca sus raíces del aire y nada sigue creciendo”. Abalo, en sus primeras páginas, da cuenta de la escritura como práctica para decir en silencio lo que permanece en fragmentos, pero inmediatamente nos asegura que no existe una literatura capaz de sopesar el duelo, el llanto, ni los gritos, eso se encuentra fuera de todo lenguaje.
Lo interesante en su escritura es la sinceridad con la que deja que el dolor permanezca en ella y en las cosas. No se resiste ni intenta articular ornamentos para que prevalezca cierta pulcritud, tampoco sugiere tips de autoayuda en casos de vivir una experiencia similar, sino que, desde la ruptura, organiza en términos temporales las palabras que dan cuenta de los momentos de delirio, alucinaciones, interrogantes, y como si fuese un cuerpo completamente susceptible a la propia naturaleza, se deja atravesar por destellos que remueven la eternidad de los días: “Qué espacio roba la muerte. Roba futuro. Pero si el futuro nunca ha sido nuestro”
Abalo nos interna al trabajo emocional y productivo que implica la experiencia del duelo, las posibilidades de refugio, la muerte y sus rituales, la continuidad de los días y la afección de aquellas personas que son parte de nuestro propio viaje de ida. Todo desborde implica dolor y a partir de ese entendimiento se va construyendo el libro, que, en su propia experimentación, nos invita a proyectar un espacio de correspondencia de aquello que es inherente al paso del tiempo y que tristemente nos tocará, pronto o no, aprender.
“El peso de su falta. La pena más grande que el cuerpo,
la misma del comienzo que habita cada fragmento.
El cuerpo nada logra contener sino agachado,
es mucho lo que debe cargar”.
Por Luciana Zurita
Una luz sin borde
Milagros Abalo
Mundana Ediciones
Fotografías interiores: Milagros Abalo
Diseño: Constanza Jarpa-Luco
2021
$8.000 CLP en:
https://www.lakomuna.cl/tienda/product/3441_una-luz-sin-borde