[…] el vendaval que desde mi pasado soplaba sobre mí se ha ido calmando; hoy es solo una corriente de aire que me refresca los talones; y ese agujero remoto por el cual ese aire liega y por el que yo mismo llegué un día se ha vuelto tan pequeño que, aunque tuviera la fuerza y la voluntad suficientes para regresar hasta él, me acabaría arrancando la piel del cuerpo al atravesarlo…

Franz Kafka, “Informe para una academia”[1]

El espacio de la literatura no es solamente el de una ficción instituida sino también el de una institución ficticia

Jacques Derrida, “Cette étrange institution qu’on appelle la littérature”.[2]

La obra de José Liboy (Puerto Rico, 1964) se disemina como una insularidad múltiple. Ha publicado en revistas, semanarios, compilaciones, suplementos, antologías[1]. En distintos registros, la narrativa de Liboy no sólo da cuenta de la superficie de inscripción de su producción literaria sino que cuestiona la división estricta entre producción, recepción y circulación de una obra. En este sentido, no sería descaminado proponer que Liboy narra las condiciones de la narración en general, a partir de la singular relación que cada obra establece con la institución que la pone en escena y la formaliza como tal –lo que exige, pues, poner en escena a la propia institución como ficción–.

La novela El informe Cabrera (2009), así, comienza con una carta que Manuel Molina escribe a su hijo póstumo. En la misiva, Molina escribe que el “Informe Cabrera” se titula así en honor a la “familia literaria puertorriqueña que abnegadamente estudió la embriología insular cuando ésta todavía se encontraba definida por los prejuicios raciales”[2]. Así, embriología, literatura y crítica se cruzan desde las primeras líneas de la novela. Desde el comienzo, desde la partida de cierta misiva que también es una misión, Manuel Molina establece una diferencia operativa entre la embriología clásica (la rama de la biología del desarrollo, definida por prejuicios raciales) y una “embriología verdadera” que –según escribe Molina– estaría “liberada de los errores de la embriología más conservadora”, y que “tiene mucho que ver con esos destinatarios que no participan directamente de tu nacimiento, pero que son como tus padres silentes, sombras vivas que te rodean y acompañan…”[3].

A partir de aquí, el Informe se compone por una trama de múltiples fragmentos de cartas, comentarios, documentos históricos, entrevistas, reseñas y relatos. La fragmentaria nouvelle, entonces, se presenta como trama y urdimbre de un archivo legado por Molina al hijo póstumo. Habría que considerar, por ejemplo, que el primer documento que Molina pide a su hijo que considere es una “propuesta de novela”, de modo que la palabra “propuesta” señala, aquí, el carácter constructivo e inconcluso o diferido que es constitutivo de la propia narración de Liboy. Se trata, pues, de una “especie de novela de ciencia ficción histórica”[4], que atestigua “la posibilidad de que un niño pepiniano naciera cien años después de la muerte de sus padres biológicos, para avisarle a un destacado miembro de la familia Cabrera que la embriología es una posibilidad que no se debe desestimar”[5]. Historia, institución y ficción se repliegan, de modo que la narración acerca de la posibilidad de un hijo póstumo es también el espacio literario de una reflexión en torno a la literatura en Puerto Rico. Más aún, es una especulación sobre los procesos de institucionalización de la literatura, y de cómo la institución literaria implica –para decirlo con nuestro epígrafe de J. Derrida– una intuición ficticia. Así, por ejemplo, en el fragmento “El tocadiscos”:

Recientemente he perdido a mi padre de crianza. Cuando murió le tomaron una muestra de células para que naciera un hijo suyo póstumamente […] Yo también soy un hijo póstumo y estudié literatura porque dicen que mi padre era escritor. No han querido decirme quién es él, sino que murió poco antes de que yo naciera, y es por eso que los profesores de letras me tienen leyendo el periodo literario en que nací, pensando que la obra de mi padre se publicó también póstumamente.[6]

Cierto escamoteo especular que produce una relación entre el nacimiento póstumo y la literatura póstuma, es central en toda la novela. Como un doble fondo, esta relación se despliega como una contaminación de los géneros (historia/ficción) y una reflexión acerca de las condiciones históricas de la escritura literaria. Cabría indicar, por caso, que en la primera línea de la novela se dice: “Antes de que ejecutes la herencia que te voy a dejar, quiero darte un informe”[7]. La expresión aparece por lo menos tres veces en la novela: “Voy a presentarte una serie de argumentos que favorecen la ejecución de la herencia…”, “El primer documento que deseo que tomes en consideración para ejecutar la herencia es…” y “He tratado de encontrarle y de conocer su nombre para ejecutar una herencia a su favor”[8]. Según la RAE, el término “ejecutar” significa tanto “Poner por obra algo” como, en su segunda acepción, “ajusticiar” en el sentido de “dar muerte al reo” (Entre otras acepciones como “desempeñar con arte y facilidad algo”, “tocar una pieza musical”, “reclamar una deuda por vía o procedimiento” o, en términos de la informática, “poner en funcionamiento un programa”). Destacamos este doble registro, al menos doble, para proponer que en El informe Cabrera –desde la primera propuesta de novela, desde la partida que es también la partición misma de la institución– al mismo tiempo la herencia se “pone en obra” (es decir, se “lleva a la práctica, se “realiza”) y se “ajusticia”. Y dado que se trata de una novela sobre la tradición literaria, sobre la construcción de la herencia en literatura y de la herencia como ficción, desde aquella primera línea, pues, se hace lugar una radical contaminación entre la historia y la ficción, y por tanto entre el pasado y el porvenir de cierta herencia en literatura. En “Kafka y sus precursores” ya Borges premedita un examen de los precursores de Kafka a condición de desobrar el orden cronológico, de modo que Kafka crea las prefiguraciones que nombran Zenon, Han Yu, Kierkegaard, Browning, León Bloy o Lord Dunsany: “cada escritor crea sus precursores. Su labor modifica nuestra concepción del pasado, como ha de modificar el futuro”[9].

La novela corta de Liboy, textura compositiva de archivos en vistas de un póstumo heredero, no solo descubre el secreto del laboratorio del caribe[10] –al modo de un contenido factible de ser manifiesto y aprehendido en cuanto tal– sino que, de modo intensivo, muestra que la operación de consignación es un campo en disputa. Deleuze-Guattari plantean que en la “novela corta” todo se organiza o estructura en torno a la pregunta “¿Qué ha pasado?”, “Algo ha pasado, pero ¿qué exactamente?”, mientras que el “cuento” mantiene siempre en suspenso al lector con la pregunta “¿Qué va a pasar?”[11]. Por su parte, esta diferencia encuentra una repetición no mimética en Liboy, pues aquí todo ocurre como si su nouvelle preguntase “¿qué ha pasado en el futuro?” y “¿qué va a pasar en el pasado?”. Futuro anterior y pretérito por venir, se tocan en el espaciamiento de la pregunta acerca de la posibilidad de una herencia póstuma, a destiempo[12]. Como escribe Emily A. Maguire, “La información más importante del Informe, sin embargo, no es esta historia biológica familiar”, pues “a la vez que [Molina] narra el proceso de ‘crear’ a su hijo, el padre/narrador relata otra historia genealógica: la de la evolución del mismo texto del Informe[13]. Siguiendo a Maguire, y sobre todo siguiendo la intensidad temporal de esta locución adverbial “a la vez”, podríamos decir que la narración sobre la creación de un hijo futuro es una reflexión sobre la creación literaria y, así, que el Informe cabrera es una informe acerca de la invención de la herencia del espacio literario[14].

Un informe, sin embargo, es tan descriptivo como prescriptivo, performativo o constructivo. Elipsis fuera de sí, expuesta. Un informe da forma y, en la medida en que no oculta su mecanismo, es también la huella de lo informe, es decir, la huella de la formación de la forma[15]. No hay herencia sin la configuración de un informe, pero un informe no podría suponerse como natural o inocuo respecto del relato o historia que pretende narrar. De este modo, el nacimiento póstumo no implica solo al porvenir sino también al pasado que irresuelto, inacabado, pendiente, aguarda otra consumación –aunque imposible–. El dispositivo de Liboy atañe, pues, a la invención de otra herencia, a la gramática no escrita, a la tradición y traición traductiva que muestra que no hay institución del presente sin obliteración de un pasado otro o de un futuro anterior diferante. Liboy muestra que no se hereda lo simplemente heredable bajo el rasero de lo ya legitimado o de la figura doméstica de lo familiar, sino que la operación misma de la herencia –que no convoca sino sus bordes, sus márgenes, la operación suplementaria del injerto– es una invención que al exponerse como invención es la hendidura de la formación institucional[16].

La novela desdobla, así, el centro narrativo o la historia lineal, para nombrar la tormenta que aún le sopla los talones y así (re)construir la escena de la academia en la cual la novela se inscribe. No sería simplemente secundario, pues, que Liboy constantemente refiera a autores, críticos o poetas de Puerto rico como Víctor Torres, Mercedes Corrada, Manuel Alonso (“El baile del garabato”), Aravind Adyanthaya (considérese que Adyanthaya montó una obra basada en “El piano” de Liboy), Francisco Font Acevedo, Mario Cancel, Cárlos López Dzur, Edgar Ramirez Mella, Rubén Ríos Ávila (que escribió La raza cómica del sujeto en Puerto Rico), Milton Pabón, Juan Duchesne-Winter, Rafael Acevedo, Sunsan Homar, Ramón Arbona, Alfredo Collado Martell, Kattia Chico, entre otros, que se conjuntan, se tocan, se superponen (ahí donde la “sobre-posición” podría ser otro nombre de la “Übersetzung”) con autores como Felisberto Hernández, Olaf Stapledon (Last and First Men), J. W. von Goethe, William Shakespeare, William Burroughs (Naked Lunch), Gottfried Leibniz o Juan Rulfo. La novela de Liboy responde a un modo compositivo, a un principio constructivo de montaje. Como Bertolt Brech o Edgar Allan Poe, José (pepe) Liboy expone o muestra el proceso de construcción de su espacio literario. En este sentido, la novela está dividida, separada de sí, a la vez oculta y expuesta en la construcción ficcional de un doble fondo. Este “doble fondo” no implica la clásica división entre un fondo substancial (sustancia, verdadero, natural, serio, latente) y otro superficial (accidental, falso, ficcional, patente), sino el principio constructivo de un doblez. Liboy produce y se rige por cierto double bind que, en el doble tiempo de un a la vez, interrumpe la distinción entre lo sustancial y lo accidental, entre el contenido y la forma, el sentido y la puesta en escena. El texto, como un informe que forma y que es huella de lo informe, está doblemente cifrado más allá y más acá de cualquier arquitectónica de la jerarquización. Dos planos a la vez, dos registros a la vez, El informe Cabrera nombra y expone el doble ciframiento de la elipsis.

 

[1] Jospe Liboy ha publicado cuentos en las antologías El Rostro y la máscara: Antología alterna de cuentistas puertorriquenos contemporaneos (San Juan: Isla Negra, 1995); Mal(h)ab(l)ar: Antología de nueva literatura puertorriqueña (San Juan: Yagunzo Press International, 1997), Los nuevos caníbales: antología de la más reciente cuentística del Caribe hispano (2000), su libro Cada vez te despides mejor (San Juan: Isla Negra, 2003).

[2] Liboy, J. El informe Cabrera. San Germán, Puerto Rico: Concepción8, 2009, p. 9.

[3] Ibid., p. 10.

[4] Ibid., p. 16.

[5] Ibid, p. 13.

[6] Liboy, J., Op. cit., p. 45.

[7] Ibid., p. 9. (Cursivas mías).

[8] Ibid, p. 10-11-19.

[9] Borges, J. L., “Kafka y sus precursores” en Obras completas 1923-1972. Buenos Aires: Emecé, 1974, pp. 710-714.

[10] En un pasaje que remite al laboratorio del Caribe como puesta en control de la población, escribe Liboy: “En la literatura americana que trata sobre embriología, no es raro que los escritores provean al lector de una localidad con un mapa. Lo ha hecho Burroughs en sus novelas de madurez, y siempre en relación a la práctica de la neurología. Uno puede imaginar que la central [la Central Soller], aunque estuviera dedicada a otros menesteres, sostuviera por lo menos el laboratorio para injertar embriones en caso de emergencia. Y de paso esto nos hace las haciendas menos antipáticas de lo que usualmente se nos dice que son” (Op cit., 39).

[11] Agregan: “La novela corta está relacionada fundamentalmente con un secreto (no con una materia o con un objeto del secreto que habría que descubrir, sino con la forma del secreto que permanece inaccesible), mientras que el cuento está relacionado con el descubrimiento (la forma del descubrimiento, independientemente de lo que se pueda descubrir). Y también la novela corta pone en escena posturas del cuerpo y del espíritu, que son como pliegues o envolturas, mientras que el cuento pone en juego actitudes, posiciones, que son despliegues y desarrollos, incluso los más inesperados” (Deleuze, D. & Guattari, F. Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Valencia, Pre-textos, 2001, p. 198).

[12] Cfr., Derrida, J., “Escoger su herencia” en Roudinesco, E., & Derrida, J., Y mañana, qué… México D. F.: FCE, 2009, pp. 9-18.

[13] Maguire, Emily A., “Deformaciones literarias: embriología, genealogía, y ciencia ficción en El informe cabrera de José ‘Pepe’ Liboy” en Revista Iberoamericana, Vol. LXXXIII, N°s. 259-260, Abril-Septiembre 2017, p. 517 (Cursivas mías).

[14] En una entrevista con José E. Santos, afirma Liboy: “Siempre he pensado en el futuro de las letras puertorriqueñas. El hecho de que nacieran casi en el seno mismo de la práctica médica me hace pensar que durante mucho tiempo aún seguirá existiendo una literatura bien amarrada a la embriología, por ejemplo. Ahora bien, me parece que ya Victor Torres empieza a compilar un diccionario de literatura puertorriqueña con otros criterios que no son cientificistas o médicos, sino estéticos. Entonces, creo que en la medida en que avancemos técnicamente, la ambuigüedad que hace falta para escribir se hará más al alcance. Por ejemplo, la reinseminación del material hereditario en el seno de una segunda madre, imprime el código de ella. Imagina entonces todo lo que se puede imaginar sobre la primera persona que aportó sus células” (Santos, J., “Entrevista al narrador José Liboy Erba”, ed. virtual disponible en https://blogs.uprm.edu/literatura/files/2009/03/entrevista_santos_liboy.doc).

[15] Para una consideración de la “huella de lo informe”, que remite a Derrida leyendo a Platino, consúltese Márgenes de la filosofía. Cátedra: Madrid, 1994 (especialmente, véase “Ousia y Gramme. Nota sobre una nota de Sein und Zeit” (63-102) y “La forma y el querar decir”, (pp. 193-212)) y Derrida, J., & Ferraris, M., El gusto del secreto. Buenos Aires: Amorrortu, 2009, pp. 185 y ss. Para una consideración de la “formación de la huella”, véase Derrida, J., De la gramatología. México D.F.: S. XXI, 1986, p. 82.

[16] “Contar historias es despedirse de la presencia, es el presentarse no estando de lo que, en efecto, no está ante la presencia de los sentidos y reclama por tanto ser contado. Este gesto se abre, sin embargo, a la presencia de otra cosa que toma su lugar. Toma lugar el lugar mismo como vacío, como fuera de lugar, que sólo puede ser afirmado como trance imaginario. En el caso de Liboy se trata de un trance sin llegada, sin regreso, abierto como una herida sin sutura posible. Cunde la perplejidad ante la invasión de la escritura que forja eventos, historias contadas que dicen «adiós» mientras trazan su insólito testimonio sobre la página. Esa perplejidad es corolario de la desconexión fundamental en la que se basa el acto de narrar con respecto a lo narrado” (Duchesne Winter, J., “Noticias de un país que desaparece: «raros» puertorriqueños de hoy” en América Latina Hoy, vol. 58, 2011, pp. 31-50).

 

Por Javier Pavez

 

* Le agradezco a Natalie Belisle (University of Southern California) no sólo sus observaciones sobre este texto, sino también por la posibilidad –por tanto, la acogida, la apertura, la fortuna– de haberme encontrado con buena parte de la literatura del caribe en clave especulativa.

 

Referencias bibliográficas

Borges, J. L., “Kafka y sus precursores” en Obras completas 1923-1972. Buenos Aires: Emecé, 1974, pp. 710-714.

Derrida, J., De la gramatología. México D.F.: S. XXI, 1986, p. 82.

Derrida, J., Márgenes de la filosofía. Cátedra: Madrid, 1994.

Derrida, J. & Attridge, D. “Cette étrange institution qu’on appelle la littérature” en Thomas Dutoit y Philippe Romanski (Dir.) Derrida d’ici, Derrida de là. Paris: Galilée, 2009, p. 253-292.

Derrida, J., “Escoger su herencia” en Roudinesco, E., & Derrida, J., Y mañana, qué… México D. F.: FCE, 2009, pp.  9-18.

Derrida, J., & Ferraris, M., El gusto del secreto. Buenos Aires: Amorrortu, 2009, pp. 185 y ss.

Kafka, F., “Informe para una academia” en Obras completas III. Narraciones y otros escritos. Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2003, pp. 216-224.

Liboy, J. El informe Cabrera. San Germán, Puerto Rico: Concepción8, 2009.

Maguire, Emily A., “Deformaciones literarias: embriología, genealogía, y ciencia ficción en El informe cabrera de José ‘Pepe’ Liboy” en Revista Iberoamericana, Vol. LXXXIII, N°s. 259-260, Abril-Septiembre 2017, p. 517-530.

Santos, J., “Entrevista al narrador José Liboy Erba”, Ed. virtual disponible en https://blogs.uprm.edu/literatura/files/2009/03/entrevista_santos_liboy.doc).

Duchesne Winter, J., “Noticias de un país que desaparece: «raros» puertorriqueños de hoy” en América Latina Hoy, vol. 58, 2011, pp. 31-50