- Este ensayo es la segunda parte de Una ciudad intertextual. Para leer la primera pueden pinchar aquí
Rayar la palabra en la ciudad
Por otro lado, podemos aproximarnos hacia la idea de urbe intertextual desde la calle hacia la palabra, el rayado, paste-up y pasquines callejeros -fuentes de inspiración e imágenes recurrentes en el libro antes mencionado de Berenguer-, los cuales se han desplegado como un papiro en cada manzana de los centros urbanos, en cada muralla de las principales avenidas y en los pasajes de cada población. Éstos reflejan el reclamo común en una voz rayada, pintada, pegada o grafiteada por sujetos anónimos que pierden su calidad de autor al enmarcar su huella inmersa en períodos de movimientos sociales. De esta manera podemos pensar el rayado como un acto artístico de resistencia desde y para una voz colectiva. Dentro de este extenso tema, propongo dos puntos claves para entender estas manifestaciones callejeras dentro de la idea que atañe a este texto: en primer lugar, desde la eficacia enunciativa que tienen al momento de generar una dialéctica directa entre los agentes de determinados espacios y, en segundo lugar, desde la dimensión autoral imaginaria que adquieren ya que no existe la necesidad de proclamar a un autor o autora tras el spray o pintura, puesto que su enunciación recae en la voz colectiva.
Fotografía digital por AKVaughan. Av. Bernardo O’higgins con Guayaquil – 14/11/2019
Fotografía digital registro personal. Centro Cultural Gabriela Mistral – 12/2020.
Fotografía digital registro personal. Ramón Carnicer con Av. Francisco Bilbao – 12/2020.
Las imágenes recién presentadas podrían reunir las principales formas de rayado callejero, donde (3) es un ejemplo de pasquín, (4) de paste-up, (5) de graffiti. Podemos asegurar que, en las manifestaciones artísticas-callejeras de resistencia, la utilización del espacio público no es azarosa sino que estratégica ya que se ponen en tensión varios elementos, tales como el uso de los espacios de la urbe y los agentes ciudadanos que la intervienen, apuntando directamente a la interpelación colectiva. Este diálogo abierto podría ser considerado como el epítome del arte social puesto que desafía, incluso, a la idea de arte como mercancía: “En la época en que el espacio público nos entrega, indefensos, a las prácticas estéticas artísticas insinúan formas de experiencia cargadas de imaginación y resignificación” (Zúñiga, 2008, p. 242). Frente a estos paradigmas no es erróneo pensar que disponer la palabra en la calle es una contribución a la memoria colectiva y que, debido a su cualidad ilegal por tanto efímera, plantea la urgente necesidad del registro y archivo. Podemos tomar, entonces, las palabras de Butler (2020):
“Si aceptamos que la memoria pública de la violencia de Estado es necesaria para impedir la repetición de una nueva violencia de Estado contra los ciudadanos o, más en general, contra poblaciones, entonces debemos encontrar el modo de comprender cómo se pueden aplicar al presente las lecciones del pasado.” (p. 135)
En este punto, se hace preciso señalar la cualidad performática que incide en la ciudad intertextual, en palabras de Alejandra Castillo (2019) podríamos decir que “la performance es movimiento, la puesta en marcha de un cuerpo. Es acción ahí donde antes no había más que pasividad” (p. 35). Tomo las palabras de la autora puesto que es en el inerte concreto de las paredes urbanas donde despiertan consignas más o menos elaboradas así como símbolos renovados para dar a conocer un mensaje. Entonces, es en el ejercicio de cuerpos que rayan donde se comienza a disolver la inactividad de la ciudad, convirtiéndola en un espacio que muta. Esto lo podemos percibir en cientos de relatos rayados en la urbe, para esto tomaremos el ejercicio de paste-up realizado en noviembre de 2019 por un grupo anónimo, el cual consistía en pegar versos de poetas chilenos en la vía pública, entre quienes cuales figuraba Elvira Hernández, Nicanor Parra, Raúl Zurita, entre otros. Muchos de éstos aún se encuentran pegados en las paredes, los cuales, más o menos rasgados, aún persisten en el calor de las paredes metropolitanas.
Fotografía digital registro personal. Centro Cultural Gabriela Mistral, 12/2020.
Fotografía digital registro personal. Calle Lastarria, 12/2020.
Asimismo, hemos sido lectores callejeros de extractos de letras de piezas musicales como El pueblo unido jamás será vencido, canción que Quilapayún escribió e interpretó, por primera vez, en un masivo concierto en la Alameda de Santiago a sólo meses que la dictadura de Augusto Pinochet azotara al país. En este sentido, el valor contextual realza el escrito, puesto que ver “Y tú vendrás / marchando junto a mí / por cada caído / el pueblo unido” en la pared del Centro Cultural Gabriela Mistral adquiere un valor esencial al quedar plasmado en la misma Avenida que escuchó esta canción por primera vez. Este himno, como se consagró en el mundo entero, es totalmente reconocible por nosotros así como lo son los versos de los poetas anteriormente mencionados, debido a que son parte de un acervo cultural vernáculo. Llevándolo a otras escalas, podemos mencionar la obra Sin pena ni miedo (1993) de Raúl Zurita, la cual se contextualiza eficazmente puesto que inscribió una huella en el Desierto de Atacama, uno de los lugares donde se escondieron cuerpos así como parte de la historia más encriptada y sanguinaria del país. Otro ejemplo afín sería la obra NO+ (1987) del Colectivo de Acción de Arte, esta obra no sólo culminaría la actividad artística del grupo sino que sería una nueva propuesta para lidiar con la censura, torciendo los signos a favor de un lenguaje decodificable por todos los transeúntes que observaran la pancarta en la rivera del Río Mapocho, uno de los primeros escenarios de asesinato y tortura en la dictadura de Pinochet. Si nos acotamos a referencias más actuales podemos hablar de Simbiosis (2019), obra de Matías R. Letelier y Lucas Núñez, activistas disidentes por los derechos de las personas seropositivas. Su performance, mediada por la palabra y su cualidad contradiscursiva, consistía en la extracción y mezcla de sus propios plasmas sanguíneos, solución en la que sumergieron un hilo con el que bordarían la palabra ‘simbiosis’ en un lienzo blanco. Esta obra fue mostrada en un espacio público cercano a la Catedral de Santiago y pone en juego la teoría de la simbiogenética planteada por Lynn Margulis a mediados del siglo XX, invitando a los espectadores a ejercer juicio crítico sobre las relaciones humanas colectivas y cómo, tras milenios, los humanos hemos sido capaces de sobrevivir, planteándose desde un lugar comunitario y no selectivo como los preceptos darwinianos. En la mayoría de estos casos podemos apreciar cómo es que la palabra en el espacio público arremete contra toda institucionalidad puesto que no se adscribe a ninguna entidad regulada o espacio autorizado, articulada bajo un claro contradiscurso que nace desde lo contestatario, reforzando la construcción de palimpsesto urbano.
Fotografía digital. Performance Simbiosis, Santiago Centro – 05/2019.
El ímpetu por vociferar ideas en la ciudad existe y es encarnado por todo cuerpo manifestante de la urbe. De esta manera, y considerando las características de las revueltas sociales, bastará con que un agente active el espacio para replegarse en consignas y narrativas inscritas en las paredes. Pensemos en el caso de Plaza Italia y su acérrima custodia policial: mientras todas las murallas de la Alameda de Santiago están rayadas, se resguarda el monumento del General Baquedano, no particularmente por su valor simbólico y/o patrimonial, sino porque sólo un solo rayado es suficiente para detonar el “desorden” público y la masa agitada. Entonces, podemos confirmar que el devenir de la ciudad, el movimiento de sus agentes y su dinámica altamente fluctuante será motivo para muchos relatos desde la misma urbe como hacia ésta. El tejido urbano se construye de tantas huellas que sus capas nos irán contando cuál es la historia de los lugares, qué pasó antes de pintar tal calle, qué esconde el alquitrán de los suelos pavimentados. Esto, quizás, no lo sabremos nunca con certeza pero es en esa incertidumbre donde recae el valor de las narrativas urbanas: desde el registro del mapa, desde el archivo de relatos, desde los testimonios generacionales y desde la experiencia observacional es de donde se parte para escribir -en y sobre- la ciudad. De esta forma, articulándose como un continuum narrativo, la trama urbana se refleja en los escritos como los escritos se reflejan en la textura de la ciudad.
Por Catalina Duhalde
Referentes
Campra, R. (1993). La ciudad y sus dobles. En Marche Romane. Vol. XLIII (p. 1-4).
Castillo, A. (2019). Crónicas feministas en tiempos neoliberales. Editorial Palinodia.
Cisternas, C. (2011). Imagen de la ciudad en la literatura hispanoamericana y chilena contemporánea. Editorial Universitaria.
Berenguer, C. (2020). Plaza de la Dignidad. Mago Editores.
Butler, J. (2020). Sin miedo: formas de resistencia a la violencia de hoy. Editorial Taurus.
Neira, H. (2004). La ciudad y las palabras. Editorial Universitaria.
Richard, N. (1987). “Márgenes e institución: Arte en Chile desde 1973”. En FLACSO, Galería Visuala y Francisco Zegers Editor (comp.), Arte en Chile desde 1973 (pp. 1-13). FLACSO.
Rodríguez-Plaza, R. (2005). “Estética, política y vida cotidiana: El caso de la pintura callejera chilena”. Bifurcaciones: revista de estudios culturales.
Schlack, E. (2007). “Espacio Público”. Ediciones ARQ.
Sennett, R. (1997). Carne y piedra: El cuerpo y la ciudad en la civilización occidental. Alianza Editorial.
Zúñiga, R. (2008). “Estrategias artísticas y políticas de lo comunitario. Breve crónica del arte político”. En G. Couffignal (comp.). Transformaciones del espacio público (pp. 235-242). Recuperado de http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-132281.html