“Las primas” obtuvo el Premio Nueva Novela del diario argentino Página/12 en 2007. Aurora Venturini tenía entonces 85 años y una larga lista de libros publicados de manera independiente. “Al fin un jurado honesto”, dijo, al recibir el premio. Se graduó en Filosofía y en Ciencia de la Educación en la Universidad Nacional de La Plata y, más tarde, trabajó en el Instituto de Psicología y Reeducación del Menor. Fue amiga de Eva Perón, de Victoria Ocampo, de Borges. Luego del golpe de 1955, se exilia en París y allí se vincula con Jean-Paul Sartre, Albert Camus y Simone de Beauvoir.

La protagonista de “Las Primas”, Yuna, narra su vida y la de su familia en primera persona. Al igual que sus primas, ella padece una “minusvalía” (en su caso, cognitiva). “Tía Ingrazia opinaba que yo también padecía minusvalía aunque disimulara mi anormalidad pintando y siendo linda.”

Basta leer las primeras páginas para advertir que será una lectura intensa, de las que cuesta desprenderse una vez que se cierra el libro y se infiltran en los sueños. Intensa por lo que se relata y por el modo en el que se relata. Esa intensidad proviene, sobre todo, de una correlación entre qué se escribe y cómo se escribe. Es una escritura disruptiva, abrupta, que omite signos de puntuación y retuerce la sintaxis.

Muchos pasajes de la novela son narrados de un modo despojado, crudo, casi brutal. Una de esas escenas es la de un aborto:

Me aproximé y vi una familia importante de Adrogué. Vi sobre una mesa sobre un paño de seda un canelón. Que no era un canelón sino algo expelido por matriz humana, de otra forma el cura no bautizaría.

Averigüé y una enfermera me contó que todos los años la pareja distinguida traía un canelón para bautizar. Que el doctor le aconsejó no parir ya porque aquello no tenía remedio. Y que ellos dijeron que por ser muy católicos no debían dejar de procrear. Yo a pesar de mi misnusvalía califiqué el tema de asquerosidad, pero no podía decirlo. Esa noche no pude comer de asco. (Venturini, 2020, pág. 20)

Ni siquiera hace falta mencionar las resonancias sociales que concita este fragmento que, más que interpelar al lector, interpela a nuestra época con una potencia enorme.

En la voz que narra flotan retazos de vidas que han sido desgarradas por abusos y violencias de toda índole. Yuna es una heroína, pero una heroína que obtiene victorias pírricas. Con el pulso de una escritura por momentos vacilante, que se afianza poco a poco, relata una vida familiar con personajes casi siempre ambivalentes, que se resisten a clasificaciones esquemáticas, que funden luces y sombras.

La edición de Tusquets está prologada por Mariana Enriquez. “Las primas es el monólogo de una idiota pero no hay tanta furia: hay más bien desasosiego y, sobre todo, asco.” Podríamos decir que en la novela la protagonista sigue un trayecto que va del desasosiego a una furia apenas contenida. Y esto no sólo lo encontramos en lo que escribe Yuna, sino en lo que pinta. El asco, en cambio, que es impactante al comienzo, se diluye hacia el final.

Una más: Hay un documental realizado por Agustina Massa y Fernando Krapp sobre Aurora Venturini: “Beatriz Portinari” (que además de ser la Beatrice de Dante es el seudónimo con el que Venturini presentó “Las primas” al Premio Nueva Novela). Con un tono intimista, el documental eclipsa la figura de Venturini y la de Yuna, deja entrever en la autora los rasgos de una personalidad singular, poco sociable, recelosa y tan extraordinaria como la de la protagonista de la novela.

 

 

 

 

Las Primas
Aurora Venturini
Tusquets Editores
2007

 

 

 

 

 

Por Hernán Díaz