En una entrevista realizada a Gabriel Osorio Vargas, director del galardonado cortometraje “Bear Story” (2016), comenta que su encanto por la animación reside en que ésta “no es literal, no [representa] un mundo real, sino uno creado[1]”. Para él, la animación se asemeja a una metáfora. Es una comparación interesante ya que la animación, al igual que la metáfora, al aludir a significados universales es susceptible a múltiples interpretaciones.
El cine de ficción está representado de manera dual, primero por el formato en que está filmado: se reproduce la imagen en una pantalla y vemos el desfile de imágenes durante un tiempo y un espacio determinado, segundo por el universo ficcional que recrea y que encuentra su soporte en actores y en el espacio filmado.
La animación, por su parte, aunque es ficcional, no tiene esa segunda representación, no se basa en actores ni en un espacio físico. Si parte de lo real es para transgredirlo, como en la caricatura que tiende a exagerar lo humano. O para transformarlo, para rozar con lo fantástico y lo maravilloso en su ejercicio con la técnica (sea computarizada, acuarela, stop motion, papel, etc.). El cine de animación tiene esta inmensa posibilidad: no se somete a convenciones más que las que demanda su propio universo.
Tal vez sea por esa inclinación hacia el plano de lo onírico sobre el plano de lo real que la animación se relaciona con el mundo infantil, con ese espacio aún no normalizado por la razón adulta. De ahí que requiera de un mensaje sencillo, el que curiosamente puede tener múltiples identificaciones como lo señaló el propio Osorio Vargas en la misma entrevista. Si “Bear Story” parte de una memoria personal anclada en un hecho histórico (el destierro del abuelo del director por el gobierno de Pinochet) el cortometraje permitió una interpretación similar en los países de Europa que tuvieron su propia tragedia con los numerosos destierros y las muertes de las dos guerras y sus posteriores dictaduras.
En los estudios académicos estos recuerdos traumáticos colectivos suelen asociarse bajo el concepto de “Memoria”. En su artículo “Escribir contra la memoria y el olvido”, Gabriela Schwab escribe que “hay formas de violencia [como el genocidio] que se consideran más allá de la representación. Sin embargo, estos también reclaman […] ser objetos de un testimonio, ser narrados”[2]. En este sentido, en los dibujos animados, está “Maus” de Art Spiegelman, que narra el sufrimiento del padre del autor en los campos de concentración a través de ratones que representan a los judíos y gatos que representan a los nazis. Pese que no hay una identificación directa (los protagonistas son animales, no personas) se produce la empatía, el mensaje está contado desde la analogía y se insinúa en la metáfora.
Pero en el cine de animación chileno, el mismo que ha ganado gran popularidad tras el Oscar a “Bear Story”, también hay espacios para la memoria personal, para esa “guerra íntima” de la que habla Chris Marker al interior de sus filmes a propósito de las revoluciones y las experiencias de lo cotidiano, esos conflictos pequeños que no perfilan en los libros de Historia con mayúscula. En los cortometrajes de Fernanda Frick, en “Here’s the Plan” (2006) por ejemplo, también se utiliza el recurso de narrar a través de una pareja de animales (un zorro y una gatita) una emotiva historia de amor que, por su sencillez, alcanza para tener sus propias identificaciones universales.
Por último, “La casa lobo” (2018) es otro ejemplo notable de cómo se cristalizan todos estos elementos que se han comentado anteriormente: el espacio de lo onírico y surreal en relación con el mundo infantil para denunciar, de nuevo, un hecho histórico irrepresentable: la relación perversa entre Chile y Alemania en la Colonia Dignidad, zona nazi fundada en los 60’s. En el cine de animación converge lo particular con lo histórico colectivo, pero también es un espacio en donde cabe la subversión para trastocar ya sea a partir de la historia o de la técnica cualquier lineamiento formal. La creatividad a la revolución como potencia.
Por Karina Solórzano
[1] Consultado en https://actualidad.rt.com/programas/entrevista/268025-gabriel-osorio-vargas-director-animacion-chile?fbclid=IwAR1ucVd05soy3Hu6t0uBWfYbvSHajngVD-mXayoYygiegekrtB7BM58j0Gs
[2] Schwab, Gabriela (2015), “Escribir contra la memoria y el olvido”. En Mandolessi, S. y Alonso, M. (Ed) Estudios sobre memoria. Perspectivas actuales y nuevos escenarios. Eduvim, P. 61.