No recuerdo quién lo dijo, o donde leí el paper (quizás en mi smartphone), pero aquel ensayo filosófico afirmaba lo siguiente: “lo que vemos en la pantalla de nuestro celular, es nuestro espejo”. Escribo esto mientras Youtube reproduce la música de Молчат Дома, y su disco Этажи. Vamos saltando de una cosa a otra. Hablo por mí. ¿O les pasará también a otros humanos? “Multitasking” le llaman, o falta de concentración. ¿Concentración en qué? En el pozo interior, dijo el Doctor Francisco Varela (sí, el padre de Leonor) que sería muy bueno. ¿Bueno para qué? Para conocerse y sanarse, creo que dijo, y para no perderse en todos los estímulos que nos provee este universo, esta interpretación del universo. Universo. Universo de las palabras que configuran nuestra mente. <universo, sa. Del latín universus.1. adj. universal.2. m. mundo (‖ conjunto de todo lo existente). 3. m. Conjunto de individuos o elementos cualesquiera en los cuales se consideran una o más características que se someten a estudio estadístico.> ¿Y qué es todo lo existente? “Todo el universo”, todo lo que nuestra experiencia en este traje espacial humano puede sentir con sus órganos sensoriales (con toda tu piel). ¿Y qué sientes? ¿Qué ves cuando sales a esta tierra llamada Talca/Chile? ¿Qué ves cuando navegas por Internet, cuando entras en tus redes sociales virtuales (Facebook, Instagram, Twitter…) de control a distancia, panóptico digital? ¿Qué ves y qué te quita? Entra una llamada en mi smartphone. Es mi Amor… (“A donde haya amor”. Selva, soy tu pantera negra. Te recorro entera…) hablamos, hasta que la bocina de un automóvil afuera de casa nos interrumpe. Me pasan a buscar. Corto. Me coloco rápido mi boina, la chaqueta y los guantes. Son los últimos días del mes de Mayo del año 2019 (en el calendario gregoriano; en el calendario chino vamos en el año 4716). Estoy en Talca, y el aire, como cada otoño e invierno en la ciudad, se encuentra tóxico por los humos de las chimeneas de las casas (la mayoría de los humanos ha enfermado de un virus que provoca dolor de estómago, tercianas, y vómitos). Apenas se puede respirar. ¿Se acuerdan de Philip K Dick? –les pregunto ya en el auto a mis camaradas– siempre tuvo la razón: “El Imperio nunca cayó”. Mientras hablamos sobre esto, recuerdo algo de su libro “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”: Deckard y su pareja están en la cama. Discuten tristemente. Ella le amenaza con las emociones que se podría provocar con su aparato «Órgano de Ánimos Penfield», y le cuenta que hace poco descubrió una combinación de números que le provocó, felizmente, la desesperación.
Por Nataniel Dasein