En estos días Yorgos Lanthimos es noticia por tener la mayor cantidad de nominaciones a los premios Oscar con su última película “La Favorita”. Hace 10 años atrás (si bien obtuvo una nominación para mejor película extranjera) era improbable sospechar que esto fuera a suceder. El cine del director griego ha ido cambiando, de idioma, de país, de presupuesto, cambios en su puesta en escena y en sus decisiones formales, pero se han mantenido ciertas temáticas ligadas al poder y la violencia en el ejercicio de ese poder. Su mejor versión, para este humilde cinéfilo, fue en el año 2009 con “Kynodontas” o “Canino”.
Este texto es una reflexión personal que busca revisitar ese filme y su potencia narrativa a la luz de algunos conceptos de la psicoanalista francesa Piera Aulagnier. Brevemente la película trata sobre una familia en la cual a los hijos no se les permite salir fuera de la casa, haciendo que su “mundo” sea dentro de esas cuatro paredes. Para esto los padres de familia necesitan crear toda una mitología y lenguaje para poder sostener la credibilidad de este montaje a 3 hijos: 2 mujeres y 1 hombre.
Dentro del campo psicoanalítico, Aulagnier propone entender el encuentro entre el mundo psíquico del niño y el mundo externo al que llega. Teoriza sobre la articulación que se da entre la psique del infante y el campo social, donde debe generarse el espacio en que el yo pueda advenir. Para que se dé este espacio –plantea Aulagnier- es necesario que intervenga un “microambiente”, que va a ser el medio familiar o un sustituto de esta. Es la familia entonces el microambiente necesario para que el infante se desarrolle y al principio el campo social operará solo a través de ella. Sin embargo, este necesario TODO que es la familia en un primer momento debiera re-articularse progresivamente, para permitir que el sujeto ingrese al campo social. Y es precisamente en este punto donde la película muestra un quiebre fundamental, ya que el deseo parental es no dejar de ser TODO: que el microambiente familiar siga siendo todo el campo social que los hijos puedan acceder. Ante la dificultad de poder mantener esto -a medida que los hijos van creciendo- la pareja parental tiene que ir presentando elementos del “mundo” pero mediadas en la significación propia otorgada por ellos y divorciada radicalmente de los parámetros sociales y del discurso social.
En este contexto Piera Auglanier distingue entre violencia primaria y secundaria. La primera que es necesaria para la constitución psíquica y la segunda que es el exceso que no permite la diferenciación.
Si bien los padres tienen el lugar privilegiado como mediadores de lo social, deben ser garantes de la existencia de un orden cultural y de lo social, “él padre no debe pretender ser el legislador omnipotente de este orden, sino aquello a lo que se somete como sujeto” (p.118). Justamente en la película el padre de la familia sí se posiciona como el legislador omnipotente de la ficción de mundo creada, y no se somete en ningún caso al discurso social exterior, por lo menos en lo que concierne a criar y educar a su familia. El microambiente familiar sustituye la cultura brindando los enunciados míticos, sagrados y científicos (elementos que deberían venir de lo social).
En “Canino” la pareja parental no puede aceptar este cambio de que los hijos crezcan y que se re-articule el microambiente familiar en lo social. La violencia excesiva entonces es “lograr que la actividad de pensar, presente o futura, concuerde con un molde preestablecido e impuesto por la madre… sólo serán legitimados los pensamientos que el saber materno declare lícitos” (p.135) Esto se puede ver claramente en la película, la imposibilidad de aceptar pensamiento propio de parte de los hijos, la apropiación del pensamiento de parte de los padres, el castigo ante acciones hacia la autonomía, enmarcados en la no aceptación del cambio que permita una consideración de la familia como un no-todo.
Paradigmático aparece el nuevo vocabulario que introducen los padres, en la medida en que todo pensar se remite últimamente a significados impuestos por ellos. Los significados omiten su referencia a la realidad exterior a la casa y cierra todo posible conexión o apertura con el afuera. En una comida por ejemplo vemos como una de las hijas pide el teléfono y lo que le entregan es un salero. Una herramienta que permite la comunicación con lo externo, se lo connota con otro significado que se encuentra en lo cotidiano. Lo mismo pasa con la palabra mar, a la cual se le otorga el significado de lo que conocemos por sillón. Esta arbitrariedad del lenguaje, y la reducción de los significados, van efectivamente mermando la capacidad de pensar, diferenciarse y crecer. En esta misma dirección parece encontrarse la decisión de los padres de no ponerles nombre a sus hijos, si no que se identifican con los apelativos de la mayor, la menor. Entendiendo que el nombre es un elemento básico de diferenciación e identidad frente a los otros. Interesante con respecto a esto es cuando la hija mayor se auto otorga un nombre, viviendo con placer el poder ser nombrada, experimentando tener algo distintivo, identitario.
No resulta extraño, frente a este deseo y discurso parental, que los 3 hijos se comporten de una manera infantil, adecuándose al deseo de los padres de no crecer y diferenciarse; sus actividades diarias se limitan a jugar o a escuchar estas cintas de “clases”. Los juegos son claramente infantiles, y sus conductas también son pueriles. Significativo es que los videos que ven (como premio) resultan ser videos antiguos de ellos mismos, reflejando este hermetismo radical en que están inmersos.
Aulagnier plantea que en este tipo de familias –de las cuales la de “Canino” es un ejemplo extremo- se empieza a generar una contradicción entre el discurso pronunciado por la pareja parental y las vivencias que se les imponen a los niños. En este sentido, debido a lo radical de la puesta en escena, el material para contrastar los enunciados paternos es limitado, pero podríamos proponer que siempre hay algo que se cuela, algo que desborda ese violento exceso paternal y que permite –en este caso- generar la grieta que vislumbre la posibilidad de una salida.
Justamente es la irrupción de lo externo lo que permite –apuntalado en la curiosidad- que la hija mayor, violentamente, desarrolle su capacidad de pensar y salir. Podríamos decir que lo primero fueron los aviones y después el gato, lo que genera tensión entre el discurso parental y la “realidad” pero estos logran ser asimilados bajo los enunciados paternos creados. Siendo muy difícil reconocer lo externo como la realidad verdadera: “ya que reconocerlo convertiría a la totalidad del discurso materno en algo falso”. (p.137). Pero es justamente el padre, en un intento (fallido) de no consumar el incesto, lo que permite que entre Cristina a la casa y que finalmente eso genere la apertura en la mayor, que va a terminar con su salida de la casa.
Como va a seguir pasando en su obra, Lanthimos se excede en la radicalidad y morbosidad, no obstante plantea ciertos conflictos que pudieran estar, de manera más sutil, en más de una familia: La imposición de reglas arbitrarias, enunciados identificantes acordes al deseo parental, el desarrollo de un lenguaje que posibilita solo ciertas líneas de pensamiento, el despliegue de una moral familiar que permite ciertos comportamientos pero no otros, la medida en que los padres no permiten crecer a sus hijos o se infantilizan hasta que ya no se puede aguantar más. Cabe preguntarse si es que es inevitable que siempre haya violencia excesiva en alguna medida, en cada familia, en cada institución, que restrinja la transición hacia el mundo externo y el pensamiento propio de sus miembros.
En “Canino” esta transición, simplemente, no se permite. Ya que el saber materno o paterno se totaliza, sin posibilidad de referencia al discurso del conjunto (p.165). Las consecuencias de esta ruptura del contrato con lo social pueden mantener cierto equilibrio inestable –plantea Aulagnier- justamente en la medida en que se evita el enfrentamiento directo con los otros. En “Canino” la irrupción de lo otro hizo una grieta que permitió la salida de una de las hijas. Habría que ver cómo es la entrada de ese sujeto en el campo social, si es que logra salir de la maleta del auto.
Por Mauricio Abufhele
Bibliografía
Castoriadis-Aulagnier, Piera (2010). La violencia de la interpretación. Del pictograma al enunciado. Segunda Edición. Buenos Aires. Amorrortu.