Lau,
antenoche soñé que me perdía en una ciudad. Anoche, que David Bowie se enamoraba de mí, había una especie de persecución, y yo debía huir (tenía la carta de la sacerdotisa bajo la almohada)
Tampoco quise anotarlo en mi diario de sueños.
Quizá tampoco quiero encarar el perderse constante, ni lo que los sueños están tratando de decirme con eso.
Hace poco leí, en una carta de Agnes Brekke:
“Tal vez toda existencia tenga la necesidad del sueño de otro para intensificar la realidad”.
Pienso en el sueño que me contaste, en tu devenir – yaguareté.
Pienso:
En mi casa las cobijas enteras están llenas de animales. Cuatro tigres y leones y osos. Pienso: envolverse en las formas de un otro cuerpo y tratar de encontrar en la forma del sueño de un animal alguna cara en común.
Levantarse del sueño y no saber qué es lo que pasa con lo que se mira al espejo
Envolverse en una cobija para soñar, esperar la metamorfosis, quedarse quietamuyquieta, porque verse al espejo es como ver a una medusa petrificante. Espejismos de una forma propia que decide desentenderse y deformarse, una astilla de un naufragio.
Un verse,
y no verse
y volverse a ver
La necesidad de un sueño-otro que es mismo y que es animal
Recuerdo (a medias) algo que encontré en algún texto de (o sobre) Isabel de Naverán, era algo así como que el cuerpo migrante viaja en busca de su propia geografía.
Una se mueve y se desplaza en otras biogeografías buscando entender sus montañas, y selvas, y páramos.
Pensando en las películas de Ana no puedo no pensar en la figura del viaje, en ese devenir.
He recorrido las palabras que me mandaste para que floreciera nuestro vocabulario, vuelvo de cerca a esas formas vocales y sonoras y maxilofaciales que alcanzan a darle nombre a cosas que a veces nuestra dualidad no alcanza a soñar. Una vez, hablando del fin del mundo, Isabel, una profesora, precisaba en que para poder entender cómo sobrevivir a este (nuestro) fin del mundo, debíamos acercarnos a aquellxs quienes habían sobrevivido a su propio fin del mundo, como los pueblos indígenas. Hacer silencio y aprender, hay mucho que aprender.
Leí y vi lo que me mandaste, fue como una ignición de ideas. Pensé en que lo que pueda decirte sean las entrelianas (las líneas del texto también son lianas de selva) de partes de eso que escribe Bey sobre las utopías piratas y la revolución, así que acá te las comparto:
Primera entreliana: Hace unas semanas, mi amiga Nina nos contaba sobre las proyecciones del documental “Espero tu (re)vuelta” en Chile. Eliza Capai (la directora) le decía que cada vez que se proyectaba la película, algo salía mal. O se encendían alarmas, o el sonido no servía, o la imagen aparecía cortada. Nina le contó que justo durante el estallido la película había funcionado perfectamente bien y que todxs salían del cine al paro.
El paro también es una erótica.
Segunda entreliana: Una película como un acontecimiento temporal que puede disolverse (con una magia secreta y es que, al igual que el amor, el cine siempre es algo que está recién nacido). Su disolución, quizá no del todo ilusoria, deviene en una forma secreta de la atención que siempre puede volver a trastocarse. Al cine lo miro y este siempre me mira a mí. Y cada vez es diferente. Pienso en Gramsci, “la conquista del poder cultural es previa a la del poder político y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados “orgánicos” infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios”. Una operación guerrillera de la infiltración de la mirada y del cuerpo, okupar como un virus. Una trinchera del tiempo, del espacio, pero también del espíritu y de la molécula. Arar la tierra de la imagen y sembrar una semilla clandestina de la luz.
Tercera entreliana: Pienso en la geografía inestable de esta misma correspondencia que estamos llevando, las coordenadas móviles de un territorio que está en constante proceso de especulación imaginaria -como lo hemos hablado/trazado-. Los bordes porosos y líquidos de la ecotopía. Pienso también en la geografía abierta y armable de la tierra misma, en esa frontera que no es frontera y en ese borde que no es límite. Recuerdo una canción de Víctor Jara, “El lazo”, dice:
Sus lazos han recorrido
Sur y norte, cerro y mar,
Pero el viejo la distancia
Nunca la supo explicar.
Las manos del campesino habían palpado una extensa geografía a través de los lazos que él había tejido. Sin embargo, poco importa saberse las formas del mapa, las manos ya las fueron fabricando.
Cuarta entreliana: Pienso en utopía y pienso en Birri. Pienso en el cosmo-comunismo y en la cosmopolítica de Latour y Stengers. Pienso que con las películas trazamos mapas de puntos de luz, cosmografías de lo posible, la lucha por liberar ese pedazo de tierra que es liberar ese pedazo de imaginación. Un cine y una programación sobre cine cósmica, delirante, lumpen y ecoutópica. Y muy bruja. Un cine con una base biológica que conduce al apoyo mutuo, una simbiosis entre el cuerpo y la cámara y la tierra en la que sostenemos esa cámara. Entender también que ESPACIO + TIEMPO es también biogeografía. Hacer películas sabiendo que estamos en-medio-de. En medio de cuerpos, de animales, de plantas, de bacterias, de máquinas que son también un rezago geológico de la memoria de las piedras (podríamos hasta pensar que el cine es posible solo gracias a las profundidades de los sedimentos que nos sostienen).
Quinta entreliana: Lau, creo que es algo que hemos hablado. La conquista también fue mágica. El poder colonial pareciera una posesión demoníaca sobre el régimen deseante de los cuerpos (¿recuerdas la peli esta de Los amos locos de Jean Rouch?). Stengers y Pignarre lo han escrito, el capitalismo funciona también como un embrujo y con la brujería misma también hemos de defendernos de ese régimen de muerte. Las películas son una alquimia, también. Y la brujería es un acto de legítima defensa con las manos unidas de todas esas Paku, brujas-Jampiri que tejen puentes de luz (que son Taypi y que son cine). Las películas como ese entre-lugar onírico, esa tecnología de poder colonial-capital-patriarcal que también es re-apropiada y des-apropiada y puede devenir en utopía, ch’ixi. Una contradicción que se habita.
Sexta enteliana: Algo pequeño, quizá fabulando esto de la “economía pirata” -que no estoy segura de terminar de entender jaja-. En la misma mesa de la misma plaza en la que hablamos de Espero tu (re)vuelta, Nina dijo algo así como que nuestros cuerpos devienen residuales en la fotografía. Quiero volver a la posibilidad de la cámara como rezago geológico, esta deviene también residual de los minerales mismos (una de las pocas cosas que recuerdo de la universidad es que los medidores de tiempo están hechos con cuarzos que vibran, es la tierra misma la que sabe de tiempos y de espacios). Los aparatos temporales provienen de la tierra. Bueno, pienso también en Gramsci y en la infiltración. En Andrés Jurado hablándonos sobre la necesidad de oKupar los espacios del poder. Bueno, me voy por las ramas y las derivas pero, pensando en residuales y extractivismos, una cosa más (apuntando, más bien, a intentar entender esto de las economías piratas en estas películas que estamos especulando para esta mutación): Lynn Margulis (creo creo) habla de la erótica de la célula, es algo así como -y esto lo saco de mi memoria, entonces mejor no confiar-, que hace mucho tiempo la mitocondria era un ente externo que, posteriormente (intuyo que a través de cooperación bacteriana o algo así) fue absorbido por la célula y transformado en un complejo sistema que no solo es útil, sino que ahora es indispensable. El punto es que la mitocondria se crea en un acto antropofágico. No se trata de ser o no ser, sino de Tupí or not Tupí. Bueno, economías piratas y antropofagias utópico-lumínicas. Un lumpenproletariado que también es lumenproletariado, o ambas, como un lum(p)enproletariado, de la luz. Pienso en entablar una relación gástrica con el cine (y esto porque todo me parece un problema de tripas), y entonces tragarse el lenguaje y las cámaras y esas cosas. Y hacer películas. Y entonces pasan cosas como las que estamos viendo, que emoción.
Séptima entreliana: Mi amiga Sören me habló una vez de la posibilidad de una escritura caníbal (algo en lo que ella trabajó en su tesis e investigaciones). Bueno, pienso en los métodos que tenemos para acercarnos al lenguaje, en las posibilidades que podemos encontrar para poner a funcionar de manera distinta los signos. Decolonizar la lógica disciplinar del cine y de la escritura sobre el cine. Agitar y desaparecer. Una estética de la frontera, lo decía Gloria Anzaldúa: “para sobrevivir en la frontera hay que ser un cruce de caminos”. Hacer de estas escrituras un intercambio sensible, pluriversal.
Y con todo esto, las películas de Ana Vaz que me compartes. Como una diseminación de destellos, el flickr, la intermitencia como el aleteo de un insecto. El trance. Quiero concluir con algo breve: El destello y el titilar dejan entre sí una especie de hueco, o más bien, de posibilidad que permite la entrada de algo. Es el vuelo de la bruja paramera que en cada aletear (o parpadeo mismo de las alas y de los ojos del cine) nos permite anidarnos y tejernos. O establecer alguna especie de simbiogénesis que le da nacimiento a algo, un algo que está entre lo que vemos y lo que nos mira (pensando en Didi Huberman, también).
Lau, te escribo y pienso en tres canciones:
Bolivia Manta sobre la hojita verde de Coca: https://www.youtube.com/watch?v=lE67lskPBJI
La que te conté de Vìctor Jara sobre la luna: https://www.youtube.com/watch?v=zTYLMryObKA
El Cai Cai Vilú: https://www.youtube.com/watch?v=Ccp_pgA_OKQ
¡Abrazos!
Por Valentina Giraldo Sánchez
**Este texto nace de una correspondencia con Laura Dávila Argoty sobre las películas de Ana Vaz y la teoría de la Zona Temporalmente Autónoma de Hakim Bey.