UN BEATNIK TARDÍO
Cuando llega a casa
me encuentra leyendo
a Bukowski
con un vaso de vino
la trompeta de Freddie Hubbard saliendo por el parlante
un cigarro a medio
terminar.
Me mira con mala cara
pasa por delante de mí
sin decir
aparentemente nada
y se mete en la ducha.
Sabe que estoy
amando más el vino
que su compañía
pero sobre todo odia
mi pose de beatnik tardío
y yo estoy de acuerdo con ella
siempre llego tarde
a todo
y tengo que pedir
identidades prestadas
porque tampoco es que me guste tanto como soy
¿por qué no optar
por la ilusión?
La realidad es cruda
¿por qué negarse
ese último placer?
Pero no
ella prefiere que sea más como García Lorca
o Raymond Carver
o Bolaño
y también, amor
también
solo que no es el momento
estoy cansado
y es más fácil ser como alguien más
alguien más parecido a lo que siento
en este momento:
un vaso de vino
música
cigarros
y un poema
sencillo
pero penetrante y efímero.
Sobre todo efímero.
UN SECRETO
Tengo un secreto
que no le he dicho nunca
a nadie:
a veces el mundo
conspira a mi favor.
La gente que pasa se da la vuelta para mirarme.
Los pájaros dirigen su canto hacia mí.
Todo mi pasado confluye
en una única vía
que me lleva a este momento
de felicidad.
Todo tuvo que haber pasado
absolutamente todo: guerras, asesinatos, violaciones,
matrimonios, amistades profundas como un glaucoma, divorcios,
nuevos amores, países enteros destrozados por el hambre,
malas decisiones, tristeza, desesperación.
Todo
para llegar
a este momento.
EL EXTREMO DE LA PÁGINA
Ya me ha pasado antes
estar solo
y sentir que la única compañía que tengo
son los escritores muertos
que leo cuando anochece.
Pero esta vez pasó algo distinto.
Del libro que tomé de la biblioteca
fui marcando los poemas
que me gustaban
doblando un extremo
de la página.
Me fui dando cuenta
de que allá
en otro momento
no muy lejano al mío
hubo otra mano que fue doblando
los mismos poemas que ahora marco.
¿Quién será esa persona? No lo sé.
Pero creo que se debe haber sentido
como yo.
UN CUADRO DE MIGUEL ÁNGEL
En El petit café
le pregunto al jefe
si tiene cenicero.
Me mira
y apunta al suelo.
REFRIGERADOR
A veces
después de trabajar
me gusta sentarme en la cocina y fumar
un cigarro tras otro
mientras pienso en escribir
algún poema
que me salve
de al menos
unas horas.
Entonces paseo mi vista
por los muebles y las tazas
y los quemadores y la mesilla
donde dejamos los condimentos.
Cuando mi mirada llega al refrigerador
me detengo
y recuerdo
que tengo que llamar al técnico
para arreglar la válvula de agua que se estropeó hace semanas
y que llena de un olor a podredumbre
el interior de la nevera.
DEJAR IR
Nos dicen constantemente
que hay que dejar ir.
Nos dicen
que no nos aferremos al pasado
cuando a veces lo único que tenemos
sea eso.
Nos dicen que esa es una de las claves
de la tranquilidad: dejar ir.
Yo no quiero dejar ir. Me resisto a renunciar a mi pasado.
Mi pasado es mi país de origen
mi familia
mis amigos
y algunas experiencias.
Ciertos amores
mi perro muerto
las casas de mi infancia.
Yo no quiero dejar ir,
me resisto.
Prefiero no tener la tan preciada tranquilidad
a cambio de un par de recuerdos felices
a cambio de estar lejos pero cerca.
El olvido es un privilegio
de unos pocos seres
sin corazón
y a mi cada día el corazón me crece un poco más y, es verdad
se me contrae un poco más fuerte.
Creo que puedo aguantar unas cuantas punzadas en el pecho.
Esas punzadas son lo que en realidad amo.
Por Rodrigo Ponce