«Heriré con luz tus oscuras cárceles», dice Celestina conjurando al Príncipe infernal María Zambrano escribe en Los sueños y el tiempo (1992): “Toda tragedia poética lleva en su centro un sueño que se viene arrastrando desde lejos, desde la noche de los tiempos y que al fin se hace visible.
“Me pregunto si es volcánica la calma en el rostro humano, cuando sobre pesar titánicos sus rasgos siguen en su sitio” “Nunca he visto ningún volcán. Pero relatan los viajeros que esas flemáticas montañas, de ordinario tan sosegadas, llevan en sí atroz munición, llamaradas y humo y pólvora, desayunando ciudades
“Todo salto vuelve a apoyarse. /Pero en algún lugar es posible / un salto como un incendio, / un salto que consuma el espacio / donde debería terminar. /He llegado a mis inseguridades definitivas. / Aquí comienza el territorio / donde es posible quemar todos los finales / y