“Cuando se estudian esas transformaciones hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra las formas ideológicas en que los seres humanos adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo”.  

Karl Marx

“La construcción de la vida pasa hoy mucho más por la fuerza de los hechos que por las convicciones (…) La eficacia literaria significativa solo puede conseguirse en una alternancia rigurosa de la acción y la escritura; tiene que cultivar en octavillas, folletos, artículos de periódico y carteles formas modestas, que se ajustan mejor a su influencia en comunidades activas que el pretencioso gesto universal del libro”.

Walter Benjamin

 

El 2017, recién llegado a Valdivia, junto a Rodrigo Goméz Mura y Claudia Monsalve, montamos una exposición de Guillermo Deisler y una lectura de poesía. La muestra contemplaba impresos inusuales: como un libro cruz o ejemplares de red postal. Era una manera de establecer una continuidad con el grupo Trilce. En 1972, en Valdivia se había reunido una exposición de poetas pintores: Luis Oyarzún, Enrique Lihn y el mismo Deisler. Si uno piensa en revistas, la confabulación entre poesía y arte, y las tensiones políticas vinculadas a la creación, Valdivia conforma un espacio sugerente en las psicogeografías del país. Así lo comprendió también Laura Coll, ex compañera de vida de Deisler que, con generosidad, viajó al encuentro junto a parte de la obra y participó en un coloquio sobre diversos tipos de ediciones que remontaban hasta la lira popular. Quedamos con la idea de armar una publicación. Como los anarquistas, habitualmente se dice que, si se junta un grupo de poetas, aparece la intención de formar una revista. Ediciones Mimbre, por ejemplo, creada por Alicia Galaz, Oliver Welden, Ariel Santibáñez, editada por Deisler, entre otros, conformó un grupo de trabajo en los sesenta que permitió publicar a varios poetas en formatos artesanales. Es lo que se ha reiterado con el tiempo. He visto a varios amigos comenzar así: Inubicalistas, Alquimia, Xilema, Casa de barro, la revista Piedra de la locura, y ahora, de manera digital, otras más efímeras que las impresas. Poetas que se juntan y crean por un tiempo, a veces en periodos largos, otros breves, formas de confabular y agitar poesía sin que a nadie le falte o sobre. 

La escritura poética es como la maleza en un país que se pretende ordenado y limpio.

Lo siento, estoy partiendo por el final. Me encuentro dialogando con las últimas páginas del libro de Daniela. Los grupos de los sesenta, entrevistados en ese importante libro de Soledad Bianchi La memoria: modelos para armar, me han atraído tanto en las formas de construcción política como en el modo de leer, es decir, el entramado cultural como un legado de prácticas. Cuando la poesía se abre a la manera de un paisaje, uniendo en un horizonte cine, música, crítica, plástica (así se llamaba en ese entonces) y los diversos formatos impresos. Como advierte Daniela, más allá de su localización, las revistas señalan un donde, constelando y expandiendo una red que atraviesa fronteras. 

Quisiera seguir esta pista de la maleza.

Existen distintas maneras de entrar a un libro. Desde los atributos, géneros, el simple placer, estudio, juicios o evaluaciones, entre muchas otras; cuando Daniela me invitó a esta presentación, pensé en el trabajo que podía disponer esta publicación como un registro de las recepciones historiográficas que aún faltan por construir en Chile, no como el recuento de un anticuario —aunque estos últimos también tienen sus atributos interesantes— o la noción de un pasado lejano, que ha quedado alojado como mero pasado, es decir, sin conexión con el presente; sino más bien como la necesidad de conformar un tejido denso de filtraciones y construcciones políticas que permiten la conversación infinita sobre ideas y sensibilidades. 

Las “revistas de artistas” desde ya plantean un problema: ¿qué se entiende por “artístico” en la conjugación con “revistas”? Este apellido, frente a la orfandad de otros tipos de revistas, abre desde el principio un horizonte de problemas por el cual transita el arte. No se trata de un concepto o una definición, sino una discusión que merodea el libro de Daniela desde las primeras páginas al final. Siempre al borde, las revistas desean agrietar el límite a través de soluciones que buscan salir del arte, sin dejar de serlo. Es un raro fenómeno que atraviesa gran parte de los nombres citados: muchas veces aburridos de galerías, del elitismo visual, de las exclusiones nacionales, las sociedades de consumo y, en general, la Institución-arte, las “revistas de artista” parecieran plasmar una tesitura donde los creadores buscaron un lugar, creando prácticas imaginativas que confabulan para diseñar otros modos de vida.

A medida que fui avanzando en el libro y la gran cantidad de documentación pesquisada por la investigadora, asomaba interiormente el ritmo de un leitmotiv: la frase de Marx sobre cómo cada generación se hace consciente del conflicto del capitalismo, indagando modos de resolverlo. Una tarea infinita, un legado de incomodidad con el orden vigente, establecido en diferentes periodos y partes del mundo, donde cada grupo de creadores se une para responder a su manera al capital, gracias a un deseo de intensificar arte y vida. Es un modo de perfilar un hacer, de articular experiencias, por medio de una órbita de trabajos y energías en la construcción común. 

Ya sea en Europa, Estados Unidos o Latinoamérica, el mercado del arte se trama a partir de una producción, circulación y exhibición de la mercancía. Su fetichismo opera como un aplanamiento de la vida (Debord llamaba a este fenómeno “proletarización”); las prácticas descritas por Daniela de Alejandro Vigo, Clemente Padín, Miguel Ángel Guereña, Ulises Carrión, entre muchos otros, se reúnen en una caja de herramienta que sirve como consejos o campos de prueba a las nuevas generaciones de indisciplinadxs. En tanto expanden y crean experiencias, lxs artistas intentan resolver el problema de la economía política de la enajenación como mercancía. Al leer este libro, se muestra cómo las revistas han colaborado en el complot del arte en la conformación y difusión colectiva de ideas, experiencias expectantes y figuras exploratorias. Incluso, cuando Ulises Carrión se recluye y convierte su casa en un gran archivo de consulta, el paradigma de la revista sigue operando como una biblioteca móvil que articula la intriga de imágenes, palabras, gestos y otras maneras de leer la cultura de subversión, es decir, desmontando el revés de una trama que engrana las posibilidades de nuestras existencias. Quizás todo esto tenga que ver con los modos de mirar: una página de Mallarmé se puede abrir como la bailarina de Mauricio Amster o se puede cerrar como los avisos económicos de El mercurio

Si se lee desde este perfil, como constelaciones de prácticas desde la segunda mitad del siglo veinte, el formato ejemplar es el eje de los tres grandes capítulos del libro; y, a la vez, Ulises Carrión es el poeta que merodea al trasluz los prismas de lectura. Si bien se expanden procedimientos y orbitan otras maneras de entender el impreso —como la incorporación de la performance—, la revista y publicaciones en papel conforman el engranaje de letras e imágenes. De cierto modo, reporta un aspecto no dicho, pero sugerente: la manera cómo las revistas permitieron la articulación de una red internacional de “expatriados” y autoexiliados latinoamericanos. Si este libro hubiese tenido un mapa, América y Europa asomarían entrelazados por puntos muy lejanos, graficando prácticas subversivas y respuestas a regímenes totalitarios. A diferencia de lo que usualmente se piensa, el asentamiento de muchos latinoamericanos en Europa se torna complejo cuando se escapa de la violencia cultural de la región. El ostracismo puede resultar perjudicial para muchos escritores. Retomar trabajos de creatividad, como los que describe Daniela, implica una energía y convicción que concita el reconocimiento en las impuras huellas del “origen”. Nadie los espera; lxs artistas son innecesarios. Pero como observa Daniela, en los grupos que se asentaron en Inglaterra, Holanda o Bulgaria, el arte correo y las revistas conformaron prácticas comunitarias y amistosas, consoladoras y placenteras —en algunos casos—, que renuevan el arte en el lugar anterior a todo género o disciplina: la conversación. 

Entre las características de las revistas, como la serialidad, la artesanía y el trabajo constelado, uno de los rasgos más sugerentes —a mi modo de ver— es que funcionan en bloque. Como se muestra en el libro, al conformarse de manera colectiva, el bloque permite un modo de operar que resiste en parte a la jerarquización social; aunque no siempre se cumple, su función segmentada ofrece una imaginación coral. La multiplicidad adquiere el carácter de un todo; a pesar de que muchas veces no se alcanza a sobrepasar el primer número, persiste la expectativa del “continuará…”. Es una diferencia sutil con el libro moderno, es decir, con la autoría celebrada como genialidad; su carácter extraterritorial le da un rasgo orgánico cuando el origen se desalambra y el lugar revisteril crea un espacio público. 

En esta borradura de la pertenencia, asoma un aspecto no abordado historiográficamente en el libro (no es su propósito): el tejido anterior a los cincuenta, con las migraciones de artistas y poetas hacia Latinoamérica; así como las revistas tempranas creadas por anarquistas criollos o poetas subversivos (Pablo De Rokha o Zigmund Remenyik, por ejemplo), algunos unidos con húngaros, españoles o polacos, cuando se organizaron imprentas, publicaron formas revolucionarias de experiencias artísticas y ayudaron a construir una imaginación popular. En estas vanguardias simultáneas, la cronología estalla y el arte deja de ser arte. Exploraciones en el conflicto y revistas que lucharon por resolverlo, como puede observarse en las cartografías abiertas por el actual libro. Al construir este atlas, Daniela no solo repone una memoria cultural, sino también el recorrido por el trayecto de vidas imaginadas. Seguir contando el cuento; dibujar los brotes de la maleza.

Por Jorge Polanco Salinas
Texto leído en la presentación del libro en Libros del Gato Caulle, Valdivia, el 20 de enero de 2024

Fotografía de James Abbe

Sobre:

Revistas de artista. Reflexiones desde su legado documental
Daniela Hermosilla Z.
Metales Pesados
Santiago
2023.