Chaplin en el acantilado, comiendo solo

 

Otra vez dejo de lado la esperanza por la fiebre del oro:

Fue mi ojo el que me engañó, con su optimismo

Que miraba la luz del sol destellante como un látigo.

Incluso en el intocable azul del chispeante cielo

De la mañana, la luz hace promesas

-Demasiadas, muy pequeñas- estiradas hasta el infinito.

¿Quizás los ángeles del cielo no escuchan los coros?

¿O quizás es tan solo el mar insensible?

 

Con esta incertidumbre, sacudida por un par de olas,

Chapoteo con mis manos en pleno mar abierto

En la soledad de un pequeño bote, y si mi mirada

Se llena de ansiosa curiosidad,

Una ilusión más no engañará mi vista

Antes de volver a esperar en vano

 

 

 

 

 

¿Por qué escribes una historia sin fin?

 

 

“¿Por qué cuando escribes miras

constantemente a tu corazón, lo contemplas

al principio y luego al final, a medio morir por

lo que ves y un tanto confuso, buscando

lo maldito o lo bendito en el pasado? ¿Y cuál es

la demanda que satisfaces?” Respondo,

dubitativo y calmado: “porque quisiera

entender las causas de todas las cosas,

grandes y pequeñas”

 

Elegidos, o como dardos en el blanco,

Accidentales, mi torpeza cuando trato de

bailar, el enojo de mi madre cuando uso

pantalones largos, así, mientras la luz renueve

cada incidente, mis amigos están libres de culpa,

o yo soy libre de cargar con la

responsabilidad.

 

 

 

“El desperanto de la obstinada”

 

El primer retrato que le hizo su padre deja ver

Su mirada vuelta hacia el interior,

Y sus manos

En una postura tímida y delicada,

Lirios de tigre ligeramente abrazados.

¿Quién dirá que entiende

lo que ocultaban y disfrazaban los dedos en las flores?

 

Diez años pasan y se olvidan de golpe,

Este año es el peor de todos los años,

Las luces eran falsas.

Pero ella sigue ahí,

Erguida frente a todo aquello que reniega,

Como los grandes parques de esta anhelada costa,

Y las estatuas entre la lluvia traicionera.

 

 

 

 

Se eleva el corazón, errante como un cometa

 

Destellos de luz sobre las hojas, luz

Y estrellas titilantes de las alturas, al alcance de la palabra,

“me gustas mucho, pero no esta noche”,

Junto a otras verdades verdaderas que nadie más puede enseñar.

Destronado por las emociones, un árbol de navidad,

Brillante y deslumbrante después de las fiestas,

Es rápidamente arrastrado a la oscuridad, abandonado,

Siseando como los copos, brillando como las chispas.

 

Imperecedero, un corazón eterno. La cabeza en llamas

Fluye y florece en la muerte de un manantial,

Declara que todo arde y gira, pero regresa.

El pecho surge desde el respiro,

Después de un estallido y un lapso de deseo,

Es la luz. La luz que se queda, como los restos de un pasado inmortal.

 

 

Poemas de Delmore Schwartz

Traducción de Carlos Flores