La narrativa de Nona Fernández se erige como un palimpsesto que, entre recuerdos personales, escenarios comunes y pasajes de la cultura pop, se constituye como un gran archivo personal y, a su vez, colectivo que narra sobre las infancias y juventudes que crecieron en los años de la Dictadura chilena. Space Invaders (Alquimia, 2013) se apega estos recursos e imaginarios y, sin ir más lejos, su nombre hace referencia al videojuego japonés de shooting infinito, un clásico del shoot’ em up –o matamarcianos– que cobró especial relevancia en la década de los ochenta alrededor del mundo.
Si bien el libro, publicado en 2013, se vale de recuerdos, cartas y sueños para dar testimonio de las infancias que crecieron en el Chile de la década del setenta y ochenta, bajo la Dictadura cívico-militar, tiene varias relecturas interesantes a diez años de su publicación y a medio siglo del Golpe de Estado (y a cuarenta y cinco años de que Tomohiro Nishikado desarrollara Space Invaders, por cierto). Los ciento veinticuatro sueños que Perec plasmó en La cámara oscura (1973) –hace, también, cincuenta años– nos adentran a un mundo de cinco años de sueños del autor, recurso al que la escritora y dramaturga chilena hace guiños cada ciertas páginas: a ese mundo interior, inconsciente, privado, virtual o como se quiera llamar, de niños que sueñan y que luego son adultos que sueñan, de adultos que recuerdan su infancia, de niños que no pueden vaticinar el futuro, pero adultos que sí pueden rememorar su pasado. Los pasajes leídos se configuran como imágenes ante los ojos de quien lee, son paisajes comunes, lecturas en diarios, escenas documentales, conversaciones de sobremesa, historias deslizadas de forma oral de generación en generación: incisiones, fragmentos, un puzzle que cada quien se arma. En este sentido, la autora recurre a Perec como un antecedente para comprender la lectura que deviene desde esa precisión poética: de la escena onírica y borrosa que persiste en la cabeza, a la cual se le intenta dar forma a través de un relato consciente, que se esfuma, se reconfigura y se vuelve a relatar. Al mismo tiempo, este mundo de los sueños perteneciente a niños de trece años parece saltar –a modo de flashforward– en el tiempo para atormentar mentes ya adultas, enmarcando una lectura que superficialmente parte desde la inocente infancia, pero que entre líneas asoma una atmósfera oscura y tortuosa.
El texto apuesta no sólo por mostrar el acervo cultural de la época, sino también pasajes que exponen miradas al pasado, lo que buscan ser leídos de forma intergeneracional: un liceo en el Barrio Matta, los vestigios de lo que fue una celebración por la aprobación de la Constitución –aún vigente a 2023– propuesta por la Junta Militar de aquel entonces, la huelga del hambre, un tío de lentes oscuro en su Chevette rojo. En este relato, el protagonismo de las páginas lo toman voces infantiles que se nombran por sus apellidos. Están en quinto básico y provienen de diferentes comunas de la Región Metropolitana, algunas más céntricas, otras más periféricas. En estas primeras escenas se insiste en el orden de las filas escolares, de las faldas y las bastas, en la higiene de las uñas y de los cabellos, en el himno nacional por los lunes y en los rezos antes de las clases. También en los juegos al exterior y en el Atari, las cartas, los papelitos bajo la mesa, los sueños, los coqueteos adolescentes, los ideales que comienzan a brotar y que demarcan el paso de los años. Las narraciones preactivas se yuxtaponen y, de a ratos, requieren especial atención para situarse temporalmente. Por otro lado, la narración revela constantemente los espacios geográficos en donde se sitúan los personajes: el Barrio Matta, el planeta Tierra, el lugar donde se le reza a la Virgen a coro, el país que aún representa su lucha contra los barcos peruanos, las casas con televisores que pasan imágenes desde Arica hasta Punta Arenas, las cartas enviadas desde la Alemania “de los buenos” (p. 37). Otros indicios que se recopilan son los elementos de los espacios públicos como panfletos, los que, gracias a sus inscripciones, ayudan a situar a quien lee sobre el contexto social narrado. Pistas contextuales.
“Estamos absolutamente sobrepasados, es como una invasión extranjera alienígena, no sé cómo se dice”, señalaba la ex Primera Dama de la República de Chile, Cecilia Morel, en octubre de 2019, tras los primeros días de revuelta social de Chile. Este audio que Morel enviaba, aparentemente, vía telefónica, denota ciertos binomios: acá/allá-nosotros/ellos, y demuestra una recalcitrante línea divisoria entre personas. Parece pertinente traer esta cita, pues, de cierta manera, en Space Invaders hay una alegoría dicotómica similar: por un lado está González y, por otro, Zúñiga, dos niños que viven su amistad mediante cartas secretas –traspasadas por Maldonado–, debido a que no pueden verse:
Amiga Maldonado, te quiero pedir un favor muy grande. Adentro de este sobre que te va a pasar mi tío Claudio, va una carta chiquitita. Ni él ni nadie lo sabe. Es una carta secreta para Zúñiga, a él sí que no me dejan mandarla ninguna cosa, Así que pensé que si la metía en este sobre a lo mejor tú podías pasársela. Es importante que la reciba (p. 61).
Estas líneas de las cartas que enviaba González nos llevan a pensar una de las manifestaciones artísticas y discursivas que nacieron a raíz de las urgencias asociadas a la Dictadura: las arpilleras, que son textiles realizados con género reutilizado, generalmente de ropa en desuso, que articulaban escenas con narraciones visuales del acontecer social y político de la época. Éstas, que nacieron a partir de la necesidad económica que afectaba a personas por aquellos años, muy prontamente fueron soporte del relato oculto por la censura mediática del país, las que pudieron salir de las fronteras por medio de varias asociaciones, comunicando no sólo visualmente, sino también en narraciones breves contenidas en pequeños papeles que ocultaban en bolsillos imperceptibles al reverso de sus arpilleras, en los que iba información crucial: título, creadora, breve contexto. De esta manera, medios internacionales pudieron vislumbrar lo que estaba sucediendo en el país. Mismo ejercicio que González replica con su carta a Zúñiga.
Jelin (2001) expone que existen “vehículos de la memoria”, los que sirven para introducirse a temas relativos a ésta: “Una primera ruta para explorar los vehículos de la memoria consiste en mirar las fechas, los aniversarios y las conmemoraciones” (p. 100). La intención literaria de Fernández está marcada por un hito con fecha y hora que termina por devolver la prosa a lo real, en donde toda ficción –sea parcial o no– se acaba y quien lee queda en ese abismo narrativo, en el estado liminal del lenguaje.
Todorov (2013) afirma que “La memoria se opone al olvido. Los dos términos que se contraponen son la supresión y la conservación; la memoria es necesariamente una interacción entre ambos” (pp. 19-20). Space Invaders es una narración que se hace cargo del concepto de “memoria” planteado por el teórico búlgaro, pues se construye por paisajes colectivos como lugares comunes, elementos de la cultura popular y fragmentos de la llamada “historia oficial”; así también de espacios más íntimos que sirven como testimonio a través de visitas a viejas cartas, reminiscencias y atestaciones de quienes vivieron por esos años. De esta manera, el texto, que narra los juegos y los primeros enamoramientos e ideales juveniles como ensoñaciones virtuales de un tiempo que vuelven una y otra vez al presente como pesadillas de la adultez, nos sirve para descorrer el velo a la realidad del trauma de una generación –o generaciones– y sus profundidades: la herida, el sueño recurrente, el sobresalto, el golpe que –sin que esos niños fueran o tuvieran que ser conscientes de ello– segó infancias, sembró violencias y enraizó el olvido.
Por Catalina Duhalde A.
Foto de portada: Marcelo Montecino Justicia en La Victoria, Santiago, Chile, 1989
Sobre:
Space Invaders
Referencias
Fernández, N. (2013). Space Invaders. Alquimia Ediciones.
Jelin, E. (2001). Exclusión, memorias y luchas políticas en Estudios Latinoamericanos sobre cultura y transformaciones sociales en tiempos de globalización. CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.
Perec, G. (2010). La cámara oscura. Impedimenta.
Todorov, T. (2013). Los usos de la memoria. Signos de la memoria.