Cahiers du cinema. Tomo XXIII–Nº 133 JULIO 1962

 

–Parece que, después de tres o cuatro películas, hay una nueva orientación en tu obra. ¿Es esto algo deliberado de tu parte?

 

Uno se mueve. Una cosa lleva a la otra, uno pasa de una a la otra. Yo no se si mi evolución es voluntaria. Solo podría saberlo si hiciera un tratado de lógica…

 

Estamos condicionados

 

En mi caso, la sensación que predomina es que estamos en la misma situación que las abejas obreras a las cuales les damos comida para que se conviertan en aquello que queremos que sean. Ese es el lado dramático de las artes de espectáculo masivas con las cuales somos educados, conducidos, condicionados.

 

El otro drama es que, si el siglo pasado estuvo dominado por un sueño de libertad, éste está dominado por el respeto. Los márgenes de discusión y de juicio se han vuelto mínimos, uno se permite hacer un par de observaciones dentro de la familia, pero éstas son pequeñas bromas, en confianza, de cosas contra las cuales ya no nos rebelamos. Las aceptamos. Ya no hay un sentido crítico.

 

Ya nada hace escándalo. Porque, o bien comprendemos el discurso (alguna de sus partes, más o menos) gracias a este condicionamiento, o bien porque nos rehusamos a escuchar. En una sociedad donde la dialéctica estuviese bien impregnada, el discurso podría hacer escándalo, yo no veo cómo podría suceder en la nuestra.

 

Si hay escándalo, éste se limita a las cosas que no tienen importancia. Estamos en una época, por ejemplo, donde el sexo se ha convertido en el centro de la vida y de la cultura. Que es una cosa importante, no lo dudo, pero que se vuelva el centro del pensamiento, lo encuentro un poco divertido.

 

No hay nada más que eso. Los humanos somos flojos. Nadamos en el conformismo. Los términos de la dialéctica, en la discusión, recaen sobre un número de ideas extremadamente limitadas, mientras que vivimos en un mundo donde las ideas crecen con gran rapidez. Es un fenómeno absurdo: la dialéctica se vuelve hoy más restrictiva, cuando los horizontes se vuelven cada vez más amplios.

 

En cuanto al arte, éste se convierte cada vez más en un medio de evasión, un signo de decadencia. ¿Dónde está allí el pensamiento? Yo no creo que pueda haber una alegría más grande que la del pensamiento, y creo que esta alegría podría propagarse muy rápido si se le diera a la gente esa posibilidad.

 

Desafortunadamente vivimos en una sociedad que hace todo lo necesario para que la gente sea lo más superficial posible, y me atrevería decir que también lo más canalla posible, siempre y cuando no se tome la palabra en un sentido peyorativo: hay más falta de carácter que deshonestidad en ella.

 

Yo, que vivo bastante aislado, me parece increíble cuando entro en contacto con la gente, descubrir en circulación, no solamente ideas trilladas, que por lo menos siguen representando algo, sino también frases totalmente hechas. Pareciera como si la gente las comprase en una multitienda al igual que compran objetos de plástico, y es terrible que la mayor parte del discurso esté hecha con frases de ese tipo. Es la prueba de que hemos llegado a tal grado de condicionamiento que no somos capaces de tener ninguna alegría, ningún impulso de descubrimiento.

 

El cine es una cosa muy pequeña

 

El arte mismo se hace en un círculo peligroso, el cine como cualquier otro. En literatura, uno puede escribir capítulos enteros mirándose el pie con los dedos que no paran de moverse. ¿No es esto alucinante? En el cine, no hacemos más que repetir el mismo discurso hasta el infinito, y la única cosa posible es cambiar algún que otro encuadre, o encontrar algún truco de iluminación diferente. Lo importante es demostrar que uno es capaz de repetir un discurso siempre igual, haciendo sobre ese discurso variaciones siempre iguales. Esto demuestra una inmensa impotencia.

 

–La censura ¿no es de esa manera, en parte, responsable, al menos en el cine?

 

Para expresarse, hace falta el deseo, y también la voluntad. Siempre te las arreglas para hacer lo que quieres, siempre y cuando tengas la voluntad y sobretodo la conciencia precisa de las cosas que hay que decir. Así, los discursos –para mantener este término tan general– los discursos de rebelión son ambiguos, mientras que deberían ser, si está en mí decirlo, científicos. Quiero decir que no reflejan una conciencia, una conciencia precisa de las cosas, no tienen ese poder de penetración.

 

Lo normal es que se construya una sociedad basada en el conformismo, normal para cualquier persona que quiera romper la pared de la regla, del condicionamiento y no encuentre más que problemas.

 

¿Qué ayuda puede esperar aquel que se atreve a tal cosa?

 

El plano político no es suficiente para arreglar el problema. En el terreno estético, hay escándalo solo en la medida en que la gente no encuentre el discurso al que está acostumbrado a entender. En el terreno crítico, no se puede esperar ningún tipo de ayuda.

 

Si nos limitamos al terreno de la investigación (porque hay tentativas que, sin ser exitosas, tienen valor de investigación), estamos inmediatamente expuestos al ridículo de aquellos que solo comprenden lo que quiere la manada.

 

Nunca me enojo contra los que defienden una idea, me enojo contra los que no tienen la fuerza de defender una idea.

Uno puede hacer discursos hasta el infinito sobre la censura, pero, independientemente de su legitimidad o de su ilegitimidad, no discuto eso en este momento, el hecho es que vivimos en un mundo que, en nombre de la defensa de la libertad, está listo para sacrificarse con la bomba atómica. Es necesario entonces intentar ver lo que significa esta libertad. ¿Qué es? Ella se expresa sobre todo en el derecho que tiene cada individuo de votar. Pero al que tiene la capacidad de votar, de establecer el destino del gobierno, y así de la nación, se le niega la capacidad de reconocer, el derecho de decidir si sus niños podrán o no ver tal o cual película. Yo encuentro que hay allí un ejemplo muy llamativo de falta de libertad que el condicionamiento te hace aceptar.

 

No me refiero a que aquello se trate obligatoriamente de una operación criminal, me refiero a que, por tropismo, poco a poco vamos en cierta dirección, que un camino ya está pavimentado, que se ha creado un hábito, y esto por una debilidad, por un descuido.

 

–¿No crees que sea posible un desarrollo positivo del pensamiento?

 

–El problema adquiere tal magnitud que es difícil de enunciar tan rápidamente.

 

–Pero parece que, justamente, éstos son los problemas que abordas en tus últimas películas, a partir de casos individuales.

 

Lo importante es reabrir la discusión sobre todas las cosas, y dentro de todo el problema, el cine es una cosa muy pequeña. El problema es general, la acción debe ser general.

 

No son uno o dos individuos que pueden conducir esta acción, es necesario que las ideas maduren, que la gente tome conciencia de las cosas y que todo tome forma lentamente en el cuerpo mismo de la sociedad en la que vivimos.

 

Precisamente es el rol del artista, aunque tenga una función relativamente limitada, intentar abordar el problema. La mayoría de los grandes cineastas lo hacen, ya sea Renoir, Fritz Lang o tú, tratan de entregar ese mensaje que puede ser entendido por los jóvenes y eventualmente difundirse.

 

Esa es en efecto una manera, aunque muy menor, de abordar el problema, pero no se enfrenta el problema de proponer modelos. Hace falta que la acción sea mas amplia. Lo importante es abordar las cosas desde su ángulo general, hay un buen número de enzimas capaces de fertilizar, pero son muy pocas.

 

Instrucción si, educación no.

 

La dialéctica profunda del mundo moderno es quizás que los verdaderos valores individuales están refugiados en la ciencia, al mismo tiempo que la ciencia contribuye a esta colectivización de la cultura de la que ahora te arrepientes.

 

Entiendo lo que quieres decir pero no estoy de acuerdo contigo. Para nosotros, que representamos la otra cara de la dialéctica Ciencia–Arte, la solución sería utilizar las conquistas de la ciencia, y es esto lo que nos hace falta por completo. Estamos limitados a descubrir lo maravilloso que es escribir con un bolígrafo o tener un refrigerador, pero ya no podemos narrar, inventar. En la época donde vamos a la conquista del espacio, nos reímos y decimos: ¿qué hacer? Sin embargo, todos deseamos que el mundo avance, que evolucione. Todo el esfuerzo, todos los sufrimientos de la humanidad conducen todavía, poco a poco, a un desarrollo, un cambio, que termina por ser extraordinario.

 

Nosotros, artistas, porque tenemos la pretensión de consagrarnos al arte o a su defensa, ¿qué estamos haciendo para crear, en nuestro dominio, un equivalente a este logro de la ciencia?

 

–En este inmenso esfuerzo de conquista, ¿cuál es nuestro rol?

 

El arte tiene un rol importante que jugar en el dominio de la instrucción, cuyo objetivo es preparar a los hombres para conquistar cualquier cosa, y por lo tanto, para convertirse en especialistas. Surge entonces el problema de la especialización. Esto es lo que se toma en serio: todo lo que se hace, en nuestra época, tiene un propósito estrictamente educativo. Pero yo me niego a la educación. La educación lleva la idea de conducir, dirigir, condicionar, en cambio, tenemos que ir por un camino mas libre hacia la búsqueda de la verdad. Lo importante es informar, lo importante es instruir, pero educar, eso no es importante.

 

Tiene que haber cierta educación, sí, pero de forma más libre, y una vez que la información es extensa, completa. En cambio, se reduce aún más en la instrucción, la parte relativa a la información, para ser capaz de hacer más en el ámbito de la educación.

 

–¿El cine no puede, él también, ayudar a la información, a la instrucción?

 

El cine puede ayudar pero no es el Medio. Si existiese una amplia obra de información, de instrucción, en todos los dominios, el cine podría inscribirse en este conjunto para reanudar el discurso sobre una forma más alusiva, para proponer los modelos, para rendir cuenta a través de la emoción del valor íntimo de las cosas, pero el cine es incapaz de tratar el discurso de forma directa, didáctica, y no puede entregar información en su totalidad. Es necesario entonces empezar por tratar las ideas generales.

 

Para ello, todos los medios pueden ser utilizados, pero al interior de una visión global de las cosas. Es necesario reemplazar el movimiento general de la humanidad –volver de alguna manera al humanismo– en lugar de sentarse allí a rumiar las cosas que ya hemos tragado y digerido, desmenuzado, rebajado para empezar de nuevo y tragarlas una vez más. Hay que ir en busca de nuevos pastos.

 

–¿Crees que el cine ha fallado en su misión, que era justamente convertirse en el arte de nuestro siglo?

 

Creo que sí. Ha hecho sus tentativas, tentativas heroicas pero ha fracasado. E incluso, entre las artes, puede que sea la más responsable de esta obra inmensa del condicionamiento, de embrutecimiento que se ha hecho.

 

El coraje de ser didáctico

 

–Pero una obra como por ejemplo el Poema del mar, llega, desde el interior, a través del lirismo, planteando problemas generales y mostrando, justamente, la influencia de la ciencia en nuestra época. Una película como India, asimismo, muestra el camino que podemos tomar para abordar tales problemas.

 

La cuestión no es hablar conmigo de mis películas, sino de todas aquellas que representan este género de tentativas. ¿Cuál fue el éxito de estas películas?

 

Ninguno. Incluso en Rusia El poema del mar no tuvo ningún éxito.

 

Debemos preguntarnos por esas razones. He aquí el ejemplo de un discurso que la gente falla en comprender. Incluso si es extremadamente simple, no pueden entenderlo. Eso es lo que me da la impresión que todo aquello que se hace en el cine es en vano, desde el punto de vista de la utilidad general. Hay pocas personas que entienden: en cuanto a la mayoría, no solamente no capta nada, sino que incluso a veces se siente ofendida.

 

Teníamos la ilusión de que el cine podía mucho. Solo el cine de propaganda pudo hacer mucho, en un mundo que se movía en cierta dirección, donde todo se hacía en esa dirección. Dentro de un área muy específica, según una ética bien estable, ha sido eficaz.

 

Asimismo, la vulgarización pudo hacerse, gracias al cine, y se hace bien; pero establecer ideas generales y sus discursos, yo creo que el cine es incapaz de hacerlo.

 

Hablemos más burdamente. Reabrir una discusión a través del cine es imposible: es cine es muy costoso. Hay medios más baratos y más eficaces. Se puede conducir una discusión, un estudio de una forma mucho más profunda, establecer, examinar, discutir ideas generales de forma más eficaz que si duermes en el cine. El libro es todavía la base de todo.

 

Desde que la película no puede hacerse sin la concurrencia de un público (es una mercancía muy costosa), el discurso debe comenzar de otra forma –y la ruta seguiría, con el cine como auxiliar. Se puede, por ejemplo, partir por la literatura, para luego retornar a un público que la literatura habrá formado poco a poco.

 

Y hay que tener el coraje de ser didáctico. Ahora bien, tan pronto como uno lo lleva al cine, se le acusa inmediatamente de imbecilidad. Sin embargo, la exigencia del didactismo es una exigencia absoluta.

 

–¿El cine no puede asimismo hacer salir al espectador de su conformismo?

 

–El problema es muy grande. Antes que nada, el espectador quiere consumir un producto que le sea familiar. Todo lo que puede aceptar, son esas pequeñas variaciones al interior de ese producto.

 

Después esta el problema de la critica. La critica de forma aun más exasperante que el publico, está acostumbrada al consumo de un cierto producto. Si uno le diera espaguetis, ella aceptaría las variaciones de diferentes salsas para los espaguetis, pero si uno le diera otro plato, eso no funcionaría para nada, te lo devolverían.

 

Es entonces inútil continuar en esta dirección. Lo que hace falta es encontrar otro medio que pueda volverse muy popular, o por lo menos más de lo que abastece a una pequeña elite, pero que sea capaz de hacer difundir las nuevas ideas. Este es un trabajo que puede volverse sistemático, y que será aun mejor que no tenga ninguna preocupación de orden financiero.

 

Soy un impaciente

 

–Es necesario que la sensibilidad evolucione, se entiende, pero el problema de la sensibilidad siempre ha existido y no creemos que debamos confiar en el libro.

 

Yo creo que cuando la exploración de los nuevos problemas se haga a través de las formas más tradicionales y cuando a estos problemas se les preste atención, será en ese momento que podremos tomar la discusión por medio del cine.

 

Una vez que se ha ganado en todos los medios una gran libertad del discurso, éste podrá volverse más sistemático, será más válido desde el punto de vista didáctico y, aun si un número limitado de individuos es afectado, aquellos estarán en la posición de hacer lo necesario para la difusión. El cine frena de modo muy grande esta acción mientras que debería acelerarla lo más posible. De todas formas, una vez que se ha visto el problema, empezar a llorar no sirve de nada. Hay que pasar a la acción y a la acción más rápida, la más eficaz posible.

 

En cuanto a mi, tal vez no voy a dejar el cine, pero esa no será más mi actividad principal. Sin embargo, me siento más cómodo en el cine. Eso ha sido terrible para mi al ponerme a escribir. Hay que reanudar desde cero y hacerlo de nuevo enteramente. Se hace una técnica, un lenguaje. No es para nada divertido, pero era necesario que afrontara ese problema porque todos mis discursos se volvían absolutamente vanos.

 

Si uno trabajase por sus propias ambiciones, su propia gloria, sería más que suficiente, mas que satisfactorio, encontrar la comprensión de aquellos individuos capaces de apreciarlo, pero esto no es una cuestión de satisfacción personal: hay que afrontar los problemas que nos preocupan, eso es otra cosa.

 

Que uno se encuentre en la terraza de una casa en llamas y sea capaz de escribir un poema genial sobre la muerte que va a hacer de él un pollo asado, eso es maravilloso, pero absolutamente inútil. Si, al contrario, tu eres capaz de hacerte bombero y una vez que el incendio está extinto eres capaz, incluso, de recordar el incendio y escribir un poema sublime del pollo asado, entonces tu lo has hecho todo.

 

–Has hablado mucho de eficacia, pero siempre hay grandes acciones revolucionarias que no son tenidas en cuenta en el momento, no se vuelven eficaces sino mucho tiempo después.

 

En nuestra época de aceleración, no podemos esperar. Y además yo soy un impaciente.

 

–Pero el público se sensibiliza poco a poco, se va acostumbrando. A tu obra, por ejemplo. Viaje a Italia es una película que cada vez es mejor recibida.

 

Yo no me considero a mi y a mi obra, a mi y a mi público, a mi y a la critica. No compongo así mi discurso, no entro en ese juego. Yo estoy, si quieres, más del otro lado. Lo importante para mi, es el hacer. Esa es la más grande alegría. Entonces, en un sentido, yo también soy egoísta.

 

Mi inmensa fe en la humanidad

 

–¿A qué área quieres enfocar tus esfuerzos?

 

Sobretodo al dominio del ensayo. Es por ahí que uno debe comenzar. Los ensayos hechos muy libremente. Es para mi, antes que nada, una razón de mi forma de sentir placer en el mundo, el fin de tener la posibilidad de estudiar, de comprender.

 

–Todavía hay, en tu obra, películas que han tenido una audiencia muy amplia. ¿Este éxito no podría renovarse, aunque esté construido sobre un malentendido?

 

Si éste se edifica sobre un malentendido, eso se convierte en algo aun mas trágico. Cuando he obtenido algún premio, lo he aceptado por gentileza, pero no he participado, para no ser cómplice justamente de esas malas interpretaciones.

 

Haciendo cine, yo he hecho un ejercicio de investigación sobre los hombres, los problemas, los hechos que me tocan. Lo he hecho bien o mal, pero eso me ha permitido tomar conciencia de un montón de cosas. Simplemente, ahora se que ya no podré salir en el cuadro del cine. Esto no es únicamente cuestión de saber si el publico comprende o no. Se trata de otro orden de urgencia. Hay que reescribir el discurso a partir del comienzo y eso es toda una escritura, toda una civilización, que es puesta en juego.

 

–Para volver a un punto que tu mismo planteaste, el cine puede volverse más barato

 

Siempre se han hecho esfuerzos para hacerlo lo menos costoso posible: en definitiva, siempre ha sido el mas costoso posible.

 

Pero la ruta que siguió Rouch –buena o mala– puede conducir a alguna parte.

 

Cuando se escribe, se pueden abordar problemas mucho más grandes

 

–¿Cuales son las ideas motrices que salen de tus libros?

 

Antes que nada, intentar ver a través de los ojos de nuevo el mundo en que vivimos, intentar descubrir cómo está organizado científicamente. Ver. Ni afectivamente, ni por intuición, sino con la mayor exactitud posible y en su totalidad.

 

Uno de los aspectos del mundo moderno es la economía. ¿Qué era antes? ¿En qué se ha convertido? ¿Cómo lo hace? ¿Cuáles son sus propósitos? ¿Sus medios? Etc. Hay que comenzar el discurso por el comienzo, dividiéndolo en capítulos y que éstos sean estrictamente científicos. ¿Qué es la física? ¿La química? ¿Cuáles son las organizaciones políticas? ¿De dónde vienen? ¿Como están formadas? ¿Cuáles son las ideas que las han hecho nacer? ¿Cómo se implantan en ellas estas ideas? ¿Cómo la adaptación ha operado en ellas? Esta es una cosa más importante que el proceso de adaptación. Es extraño: cuando surge una dirección histórica, se ve que se desencadena un inmenso impulso hacia una renovación, pero este impulso es inmediatamente absorbido en la nostalgia, el pesimismo y, de una forma u otra, llegamos siempre a un compromiso. No voy a condenar esto, es humano, pero hay que analizar este proceso para ver como el hombre progresa.

 

Si quisiéramos escribir hoy la historia, y si quisiéramos escribir la historia de los hombres que han hecho la historia, escribiríamos capítulos enteros sobre los criminales, los enfermos, los locos, y de cuando en cuando nos encontraríamos algunos pequeños sabios entre ellos. Durante millones de años, la humanidad ha aceptado eso sin reprochar. Hoy, vivimos en la era de la ciencia, pero la política está en las manos de los hombres que son ajenos a la ciencia…

 

Hay miles de discursos para hacer, hay que empezar uno por uno. Es decir que, si la vida de un hombre le ha permitido recibir mucho –y seguramente debe tener también el privilegio de haber recibido un gran número de disparos sobre la cabeza– no tiene por qué arrodillarse en una esquina de la habitación para ponerse a llorar, sino que debe intentar darse cuenta de aquello que está sucediendo, si es que él tiene fe en la humanidad. Yo tengo fe, una fe inmensa en la humanidad, y voy a intentar ver por qué motivos ciertas cosas se hacen más que otras, por qué motivos la locura es posible, la criminalidad, aunque estoy convencido – porque tengo fe en la humanidad– que no existe en ninguna parte el hombre que se levanta a la mañana y se dice: “hoy voy a ser un criminal!” No: él se levanta y va a intentar ser un hombre de bien, y entonces toda su acción se verá transformada en una acción criminal.

 

Si no se considera todo esto, nunca seremos capaces de atar los cabos.

 

Hacer su balance

 

Yo creo que lo que nosotros dimos a nuestra generación es la posibilidad de hacer una investigación científica, de examinar a fondo las cosas en términos científicos, es decir, de forma tal que los errores, teóricamente, pudieran ser evitados siempre y cuando la investigación estuviese bien hecha. Hoy están los medios para trabajar así, y es de ahí que hay que partir para instaurar un nuevo discurso.

 

Hay que, ante todo, hacer un balance y una vez reconocido el mundo, podemos pasar al examen crítico. En ese momento, podrían nacer los nuevos sueños y las nuevas intuiciones.

 

Yo creo que esta es, en una medida mucho mayor, la forma de proceder que tenía cuando hice Roma ciudad abierta, Paisa…La tragedia de la guerra había pasado. Era necesario evitar ser poeta y todo aquello que define a un artista, y obligarse a mirar alrededor de forma estrictamente realista. Salí de allí: hoy quiero volver a empezar, pero de forma mucho más amplia.

 

En toda sociedad comercial, cada año, uno está obligado a hacer un balance. ¿Por qué? Para saber donde uno está parado. ¿Qué hacemos nosotros, en el mundo en que vivimos, para establecer el balance de las cosas adquiridas? Nada.

 

–¿No crees que la cuestión sería darle a la gente nuevos sueños, incluyendo allí nuevos sueños de acción?

 

Pero sería necesario empezar por establecer cuáles serían esos sueños que nosotros les daríamos.

 

Yo creo que una de las características de la sociedad en la que vivimos es que hacemos cualquier cosa por educar a la gente, para conducirlas hacia un objetivo, pero haría falta, por el contrario, que la gente buscara por ellos mismos la forma en que debe avanzar. Creamos o no creamos en la democracia, ese es el punto capital.

 

¿Pero cómo una democracia puede establecerse sin un conocimiento? Es necesario entonces partir por el conocimiento, que ellos participen en él. Es necesario entonces partir de lo empírico para luego entrar en lo científico. Pero el arte es capaz de hacerte comprender a través de la emoción aquello que tu no eres capaz de comprender por el entendimiento. Puedes crear la primacía lírica alrededor de la ciencia.

 

De todas formas, hay que acudir a aquello que los franceses llaman el cartesianismo: el dominio de la razón, abandonando el empirismo anglosajón que ha tenido no obstante el mérito de permitir que la civilización científica se establezca.

 

Una vez que estemos bajo el dominio de la razón, es fácil conquistar todo, la libertad, la democracia –no su remplazo, sino más bien su realidad.

 

Soy aristotélico

 

También existe el no–aristotelismo

 

No. Yo soy, más que nunca, aristotélico. Aristóteles dijo: “No es verdad que el tiempo libre sea el fin del trabajo, sino que el trabajo es el fin del tiempo libre” . Es decir que, el verdadero tiempo del hombre es el tiempo libre, el trabajo es la obligación, el deber que el hombre rinde a la sociedad, a la familia, etc. Pero la vocación del hombre es el tiempo libre y es necesario que ese tiempo libre sea útil. Y solo puede ser útil si el hombre se consagra al estudio de la ciencia, la filosofía, la literatura, etc.

 

Uno de los mayores dramas de la humanidad es que los hombres son útiles a la sociedad en tanto consumidores. Son una célula del tubo digestivo. Esta sociedad consumista debe intentar tener enfrente otro horizonte.

 

–Una visión unitaria del mundo era quizás posible en la época de los griegos, pero hoy….

 

Puedes probar, como lo han hecho los enciclopedistas. Ellos han jugado un rol gigante. Sin ellos, el mundo moderno no hubiese existido.

 

–Los enciclopedistas eran los revolucionarios que trabajaban en la destrucción de la sociedad feudal. ¿Tu obra tendrá por objetivo la destrucción del mundo capitalista actual?

 

A través de la Enciclopedia, hemos tenido primero una visión global del mundo, después solo hemos encontrado soluciones, y estas soluciones buscaban ser también revolucionarias. En mi caso, yo no puedo decir en qué se convertirá mi obra después. Yo no voy a jugar al revolucionario.

 

Pero encontrar las soluciones en el mundo actual es mucho más simple que en el mundo de antes, que estaba dominado por estructuras vinculantes, como la realeza al derecho divino. Hoy, estamos en el siglo de la ciencia, lo que reduce mucho las dimensiones de la lucha, porque la ciencia es aceptada por todo el mundo. Un mundo científico debe producir lógicamente soluciones científicas.

 

–Desde este punto de vista también, el cine ha aportado una nueva comprensión de las cosas. Hay por ejemplo una película que te enseña mejor que nadie qué es America: el Ciudadano Kane, que tiene un valor educativo no menos que artístico.

 

Pero es ya necesario, para apreciar el valor del Ciudadano Kane, tener ideas generales establecidas. Se trata de volver a lo que dije: empezar por establecer las ideas generales.

 

– ¿Seguirás no obstante haciendo películas?

 

Esa no será más mi actividad principal. Tengo que entregar Pulcinella en mayo o junio, entonces…

 

La psicotécnica de Olivetti

 

–Tu no tienes la intención de transformar, en el marco de una enciclopedia cinematográfica, un capitulo de la geopolítica del hambre, de Castro?

 

Sí. Pero, hace cuatro o cinco años, que lucho desesperadamente sin llegar a ninguna parte. La gente no es sensible a esas cosas. Me parece evidente que debería interesarse por ello, pero no hay caso.

 

El cine debería ser un medio como cualquier otro, quizás más valido que otro, de escribir la historia y de mirar los rastros de las sociedades en vías de desaparición. Porque, además de todos los medios de transcripción de la realidad que ya poseemos, tenemos, hoy, la imagen que nos presenta a la gente tal cual, con lo que hacen y dicen. Los protagonistas de la Historia son fotografiados con su voz, y es importante saber, no solo lo que dicen, sino también cómo lo dicen. Ahora bien, los medios que posee el cine a veces se han utilizado para hacer propaganda, pero jamás han sido utilizados de forma científica.

 

Y entonces fotografiar a un hombre, no es nada, sería necesario poder fotografiar un mundo… Yo compré los derechos de un libro (¿pero como podría realizar la peícula?), cuyo autor es el psicotécnico de Olivetti. Olivetti ha construido una fábrica en uno de los lugares mas bellos del mundo. Es verdaderamente la Italia homérica, y es un lugar de una gran belleza histórica y geológica. Allí se encuentran las grandes ciudades de los emperadores romanos. Efectivamente él vio allí una humanidad sub–ocupada. La gente iba de pesca o servían de guías turísticos… Súbitamente, hay una fábrica. Ella tiene como meta resolver los problemas de industrialización de la Italia del Sur, la gente se dice que en efecto eso va a resolver sus problemas. Pero la fabrica solo puede emplear a la gente que es capaz de hacer cierto tipo de trabajo, y es el rol del psicotécnico de tomar examen a todos aquellos que se presentan para tener un puesto. Esta gente tiene sus dramas, sus necesidades, no entienden que se les niegue la oportunidad a algunos de ellos. De ahí los conflictos, en los cuales todo el mundo tiene la razón, porque la gente tiene el derecho de exigir un trabajo y la fábrica tiene el derecho de exigir gente capacitada de hacer ese trabajo.

 

He ahí un tema extremadamente dramático y que permite abordar todos los problemas, incluyendo los de las costumbres y tradiciones del lugar. Aquí por ejemplo la situación de una mujer que no puede casarse con su novio, porque no tienen el dinero. Se casan entonces civilmente, lo que les permitirá mejorar su situación desde el punto de vista financiero, pero el matrimonio no puede ser consumado, porque en el sur de Italia, el pudor, la pureza, el honor, son cosas sobre las cuales no se negocia. Ella vive entonces con su hermano, el novio vive con su familia, ellos no pueden vivir juntos hasta que el matrimonio religioso se lleve a cabo y eso ocurrirá cuando tengan las posibilidades económicas de establecer su hogar. Ahora bien, justo el novio falla el examen psicotécnico. El hermano se niega rotundamente a ir. Se dice que tiene los brazos para trabajar, que él puede y no quiere trabajar, y eso es todo, es su derecho. No hay discusión posible: se niega a someterse a la regla. Finalmente, ¡es la novia la que pasa el examen! Pero, una mujer que va a trabajar en una fábrica, para la gente del lugar, es casi una deshonra. Y el honor del hermano, y el honor de su marido son puestos en juego. ¿Cómo van a reaccionar? ¿Adaptándose?

 

El fin del tiempo libre

 

He aquí entonces un tema extraordinario y que me permitiría plantear todos los problemas a modo de ejemplo. ¿Por qué razón eso no le interesa a nadie?

Como el público se interesa en cualquier cosa, habría que acostumbrarlos a utilizar bien su tiempo libre. Volvemos a la idea de Aristóteles. El ocio aumenta, pero no hay planes para enseñarle a la gente en qué ocuparlo.

 

¿Y el deporte?

 

Cuando toda una humanidad hace movimientos rítmicos de derecha a izquierda y de izquierda a derecha para seguir las evoluciones de un balón, yo digo que ellos están en un estado de adormecimiento total.

 

¡Haría falta que se ocuparan de descubrir otra cosa! Hay tantas otras formas de divertirse. Pesca con mosca, al menos, aprender a conocer el comportamiento de la trucha, pero sería necesario que después se interesase por el del caracol. Debería establecerse un encadenamiento de curiosidades.

 

Si los hombres del cine tuvieran por objetivo poner a la gente en frente a problemas importantes, el cine se convertiría en algo verdaderamente útil; pero en la realidad, tiene por objetivo hacer pasar el tiempo, y el cine no propone nada. De hecho, propone más bien cualquier cosa, pero eso que ofrece, son todas los imitaciones de la humanidad, y los hombres se identifican con esas imitaciones, en lugar de identificarse con los reales; terminan entonces por ser condicionados por esas abstracciones, es un verdadero crimen contra la humanidad que se lleva a cabo todos los días.

 

Es necesario volver a la dialéctica capital: el trabajo como el fin del tiempo libre y no el tiempo libre como el fin del trabajo.

Entrevista con Roberto Rossellini

Por Jean Domarchi, Jean Douchet y Fereydoun Hoveyda

Cahiers du cinema. Tomo XXIII–Nº 133 JULIO 1962

Traducción por Florencia Dupont