Teresa de Lauretis confecciona una teoría feminista de las profundidades, perversamente lésbica y experimental en el sentido que escapa de cualquier búsqueda de dar soluciones políticas. El libro Pulsión de Freud traducido al español y publicado por Pólvora Editorial reflexiona sobre la relación entre sexualidad y muerte, ésta última como dimensión constitutiva del placer sexual. No se interesa en la esperanza de vida, sino todo lo contrario, por algo que socava la vida: la pulsión de muerte. Un concepto que De Lauretis extrae como uno de los más importantes de la teoría sexual de Freud, un Freud que escapaba de la muerte y buscaba entender los traumas que generaba la guerra que cubrió a Europa en el siglo XX. Una máquina de guerra que se repetía en el momento en que De Lauretis escribió este libro: durante la invasión de Estados Unidos a Irak a inicios del nuevo milenio, luego de la caída de las Torres Gemelas. 

En este libro, compuesto por cinco ensayos y una introducción contundente, De Lauretis revisita a escritoras, teóricos y cineastas fundamentales para sus análisis. De Lauretis no es una autora feminista muy discutida en nuestro sur, hay escasos textos suyos traducidos al español; a pesar que su pensamiento e indagación de las imágenes desde un acercamiento semiótico-psicoanalítico son indispensables y ampliamente discutidas por teorías queer contemporáneas. Autorxs como Sara Ahmed, Paul Preciado, Lorenzo Bernini, y otras teóricxs queer se nutren, discuten y escriben a partir de la teoría feminista de la autora de La tecnología del género (1989). Sin embargo, De Lauretis es una intelectual más oculta, como muchas escritoras lesbianas feministas o queer que no son parte de un canon hipervisible en tiempos de un mainstream feminista. Como algunas de sus fantasías lésbicas analizadas, De Lauretis se entromete en el placer de la lectura, parece estar cómoda en la noche, en las sombras, fundiéndose con el inconsciente y extraviándose en el deseo.

La obra de esta pensadora describe de modo excepcional cómo el cine y la literatura inscriben la sexualidad en las subjetividades, y para entender cómo las sexualidades disidentes adquieren un lugar en la pantalla como representación y, a la vez, cómo las imágenes producen el género. La muerte de un travesti en la pantalla –dice De Lauretis– “es nuestra muerte también”(p. 71), a propósito de un personaje travesti de la película M. Butterfly (1988) de David Cronenberg, film que la autora analiza en el primer ensayo del libro, “Basic Instinctc: una guía ilustrada de la teoría freudiana de las pulsiones”. Para De Lauretis en el cine la muerte está trabajando en cada captura, por lo que crimen y sexualidad perversa tienen una relación permanente en el audiovisual. La muerte recubre los objetos de deseo De Lauretis, quien pone especial atención en la figura de la vampira, analizada a partir de la película The Hunger (Tony Scott, 1983) protagonizada por una pareja de vampiras lesbianas interpretadas por Catherine Deneuve y Susan Sarandon. Cabe traer a escena a estas figuras, ya que las vampiras se popularizan por su ansia sexual, se genera una atracción por estas esfinges inmortales que logran satisfacer de forma extraordinaria el hambre y el amor al mismo tiempo, lo vivo y lo muerto sin un telos reproductivo, en una mordida que es nutrición y deseo sexual y que atrae las fantasías que la cultura popular mayoritaria genera sobre lo lésbico. Para quienes buscan ahondar en el terror queer este libro es una versión fantasmática de un feminismo de otra dimensión, de una dimensión para-lelas.

En la Pulsión de Freud se retoman los vínculos de una teoría sexual postestructuralista de Freud, Foucault y Fanon, autores del siglo XX que la autora discute en el segundo ensayo del libro titulado “La pulsión obstinada”. Para De Lauretis la teoría de Foucault en la cual el cuerpo es atravesado por las relaciones de poder constituye una metáfora sexual asociada a la pulsión freudiana: una donde ocurre la implantación perversa en la mente o donde la memoria sexual del trauma estalla los cuerpos como una espina en la piel. Genera un reencuentro entre la teoría bio-política de Foucault y el psicoanálisis de Freud. Como ejemplo de las memorias del trauma del cuerpo De Lauretis trae a escena algunos recuerdos de infancia de Frantz Fanon como cuando le gritaron con terror en la calle “Mira, un negro!”. De Lauretis señala: “La inscripción de la raza en la piel es un significante no metabolizable que hace estallar el cuerpo, genera una hemorragia, lo hace sentir amputado” (p. 98). Es decir, pulsión de muerte.

La lectura de su ensayo “La tecnología del género” y de su libro Alicia ya no (1992), traducidos al español hace más de tres décadas fueron fundamentales para mí y para muchas que buscábamos feministas queer que pensaran la relación entre feminismo, disidencia sexual y cultura visual, un feminismo que no se cerrara en discusiones identitarias, sino que entregara unas lecturas más espectrales y virtuales del feminismo, donde los géneros se hacen y deshacen a través de las imágenes. En otras palabras De Lauretis se interesa en pensar la tecnología y no tanto el género, o más específicamente estudia la tecnología cinematográfica y psíquica de las sexualidades abyectas.

Los instintos perversos que recorren las representaciones de lo queer en la pantalla siguen presentes como un legado. Basta ahondar un poco para que aparezcan las pesadillas y las figuras horrorosas de las disidencias sexuales que producen pánico social. Una sexualidad bestial, oscura, patologizada, mutante es objeto de la pulsión escritural de Teresa de Lauretis. Como en la película de ciencia ficción Shivers de David Cronenberg (1975) donde las infecciones venéreas adquieren vida como bichos mutantes que contagian y atacan a los residentes de un condominio futurista. David Cronenberg es uno de los cineastas que analiza en profundidad en el capítulo cuarto del libro “Deviniendo inorgánico”. A De Lauretis le atrae el horror corpóreo que recorre el cine de Cronenberg, donde se muestra una íntima conexión entre sexualidad y muerte, entre lo abyecto y lo inhumano, donde se muestran personajes cyborg con entradas para enchufes y puertos de acceso tecnológico en su cuerpo, personajes de una ciencia ficción que reafirma que la realidad no es sino virtual. Y, si pensamos en recientes episodios en Chile donde surgen sexualidades perversas, encontramos un pánico nacionalista pro-familia que reacciona cuando una travesti se saca una bandera chilena de su zona anal o cuando se hacen tesis sobre pedofilia en los estudios de género de una universidad pública. Vemos cómo la moral sexual se restituye y cómo el objeto de la represión regresa. Estas escenas traumáticas de la sexualidad son parte de la pulsión de muerte y sexual que según De Lauretis muestran la radicalidad de las sexualidades que llevan a la desintegración del sujeto.

Ahora bien, la defensa y el reconocimiento que hace De Lauretis hacia Freud a lo largo del libro, el padre del psicoanálisis, es innegable. De Lauretis reconoce la herencia que los estudios queer y la semiótica tienen del análisis de lo inconsciente. No menciona ninguna crítica respecto al modo en que Freud se refirió a las lesbianas en sus textos, como sexualidades patológicas y con problemas de identificación. Sino que en cambio resalta y busca restituir la relevancia del psicoanálisis para el feminismo y lo queer, ya que el psicoanálisis es para De Lauretis la primera teoría que en el siglo XX separa la sexualidad de un ámbito exclusivamente biológico y que evidencia cómo la sexualidad se compone de fantasías y el inconsciente.

Un momento provocador del texto es la aproximación al exitoso thriller cinematográfico Basic Instintc [Bajos instintos] (1992), protagonizada por un par de lesbianas asesinas, seductoras, chic, y obviamente narcisistas, una figuración reiterativa que asocia lesbianismo con criminalidad. Basic Instintc es una cinta erótica protagonizada por personajes lésbicos para quienes sus “motivos para asesinar hombres sólo pueden ser adscritos a un narcisismo femenino excesivo y patológico, acoplado con una pulsión sádica y destructiva” (p. 62). Su protagonista, la actriz Sharon Stone, confesó este 2023 en un libro cómo esta película la marcó de forma negativa y la expuso a situaciones de abuso en el set. Sus piernas marcaron las fantasías sexuales masculinas (pero también lésbicas) sobre el sexo de las mujeres durante la década del noventa. La autora resalta cómo los personajes lésbicos están marcados por un camino que las conduce inevitablemente a la desintegración, es decir hacia la pulsión de muerte: “las mujeres narcisistas (lesbianas o mujeres identificadas con lo femenino, como sugiere el film) tienen sólo un “instinto básico”, tal como lo anunciaba el título: una pulsión de muerte asesina, la cual, con frecuencia, las lleva a la autodestrucción” (p. 63)

Son las fantasías sobre sexualidades oscuras, excesivas, que circulan en la cultura las que atraen a esta pensadora del feminismo liminal donde conviven lo material y lo inmaterial (inconsciente, psiquis y cuerpo). ¿Por qué son relevantes estas fantasías para De Lauretis? Porque las sexualidades son también fantasías que se nutren de los signos audiovisuales.

Teresa de Lauretis puso nombre a la teoría queer, fue la primera en llamar así a una propuesta teórica y de prácticas políticas que se levantaba como alternativa crítica a los estudios gays y lésbicos en el norte global. Luego se retractó de su uso y criticó como esta teoría se transformó en un ámbito que generó una identidad fija y cómo la articulación entre teoría y calle quedó desolada. Sobre su desazón de la teoría queer De Lauretis escribió: “Si bien ese no era un proyecto utópico, en aquel momento yo todavía imaginaba que las prácticas teóricas y las prácticas políticas eran compatibles. Pensando en la subsiguiente evolución de la teoría queer, ya no estoy segura” (2015). 

Sus lecturas se caracterizan por una negatividad pesimista y por tomar posición crítica en los campos del pensamiento queer. Por ejemplo, si bien reconoce una simpatía hacia Lee Edelman por su rechazo a la futuridad reproductiva y porque ambos abordan el problema de la pulsión de muerte en sujetos queer, se desmarca del autor de No future por considerarlo demasiado programático. Así explica su diferencia: “Mi lectura de la pulsión en Freud no ofrece un programa, una posición ética, una polémica, sino sólo figuras queer del pasaje del espacio inhabitado entre la mente y la materia” (p. 149).

La escritura de Teresa de Lauretis se opone a una visión optimista de la sexualidad como una construcción discursiva y que pueda ser transformada a través de prácticas de resignificación. Por lo mismo, De Lauretis no duda en criticar y tomar distancia de una teoría popularizada por Judith Butler: “esta sexualidad, esta tecnología social masiva, no es algo que los individuos puedan rearticular, resignificar o reapropiar, a través de la performance drag o bien de la voluntad política” (p. 82). Más que deshacer el género, existe una pulsión sexual más profunda, un estímulo que atraviesa los cuerpos, una implantación de una sexualidad perversa que no es dominio de lo racional.

Teresa de Lauretis visitó Chile el año 2014, una fecha clave para la circulación del feminismo entre sus estudiantes. Para mí su teoría fue fundamental para analizar las imágenes desde una perspectiva crítica de la sexualidad. Con un grupo de activistas viajamos a Valdivia, ciudad donde estuvo haciendo una conferencia sobre las tres F ineludibles en la teoría crítica del siglo XX: Freud, Foucault y Fanon. Viajamos desde Santiago a Valdivia, durante la noche, y por la mañana asistimos a su conferencia que fue en un fluido español en un auditorio repleto en la sala de cine de la Universidad Austral de Chile. Le llevamos de regalo un afiche sobre el aborto el cual ella reconoció de inmediato. De Lauretis no dio ninguna conferencia en Santiago, sino que se quedó en la zona austral, en los bosques selváticos del sur, prefiriendo el sur que la metrópolis. De Lauretis ocupa un lugar excéntrico en la teoría feminista. La recuerdo en una sala de la universidad donde se celebró el cóctel de bienvenida preguntándonos: ¿Y dónde están las lesbianas en esta ciudad? De Lauretis exclamó haciendo evidente su pulsión sexual, haciendo una pregunta que recorre su vida y su trabajo intelectual. Su pregunta aparecía como una insistencia radical en una ciudad sin una presencia lésbica muy notoria. ¿Dónde están las lesbianas? En el ensayo final De Lauretis interroga con esta misma insistencia la literatura moderna rescatando la memoria de la escritora norteamericana Djuna Barnes, quien en 1936 publicó en Londres la novela El bosque de la noche, declarada obra maestra y que recrea la escena artística lésbica en Francia a principios del siglo XX. Recién en la década del setenta Barnes fue redescubierta por las olas feministas: “una mujer que había escrito el primer libro moderno a la vez explícito y conocedor del sexo lésbico, El almanaque de las mujeres, e incluso, cuando se le preguntaba, contestaba, “No soy lesbiana. Solo amé a Thelma” (p. 208). Barnes inaugura la literatura experimental lesbiana, una genealogía de guerrilleras a la cual pertenecen autoras como Monique Wittig o Audre Lorde. La escritura de la sexualidad en Barnes es pulsional y no simbolizable, un deseo lésbico que se manifiesta como un trauma psíquico. Lo onírico, lo bestial y la noche son las figuras literarias que hacen circular el exceso de afecto, el trauma sexual y la degradación abyecta asociada a los deseos lésbicos en una ficción que tuvo que ser atenuada por editores de la época por lo explícito de sus imágenes. La ficción es para De Lauretis un aparato ideológico que requiere de un análisis agudo para traducir subjetividades invisibles para la historia masculina. La pulsión de Freud es una travesía donde De Lauretis conduce al psicoanálisis freudiano a sumergirse en una noche de imágenes sáficas con representaciones poco convencionales de las invertidas sexuales. Para que ese infierno que vive en la memoria de las disidencias sexuales no se apague ni olvide ante las pantallas enceguecedoras del neoliberalismo o las políticas de un oportunista progresismo donde todo mejora.

Por Cristeva Cabello

Sobre:

Teresa de Lauretis
La pulsión Freudiana
Psicoanálisis, literatura y cine
Pólvora Ediciones
Colección feminismos