Más alto que bajo, el rostro pálido, meditativo, reflejo, acaso, de un mundo interno atormentado por la aventura de su propio descubrimiento, la mirada vaga, Alberto Romero conducía el amargo fardo espiritual de sus personajes. Nicomedes Guzmán Una vez terminada la jornada laboral, robando horas al descanso, un pulcro